El clima político, social e institucional en Brasil es cada vez más tenso. Las recientes declaraciones de Michel Temer, donde asegura que no renunciará y que para dejar el poder tendrá que ser destituido, no hizo más que colmar los ánimos del pueblo brasilero. Desde la irregular salida de Dilma Rousseff de la presidencia, el gigante sudamericano vive los tiempos más turbulentos de su historia por fuera de los golpes de Estado.
En esa dirección, los aliados que hicieron que Temer llegara al poder en reemplazo de la referente del Partido de los Trabajadores (PT), le están soltando la mano, provocando un aislamiento cada vez más riesgoso para todo Brasil. En ese sentido, los tres principales partidos que conforman Gobierno de coalición con él se reunieron de emergencia el domingo para decidir si abandonaban el Ejecutivo. Ese mismo día, además hubo protestas en 19 ciudades para exigir elecciones directas de forma inmediato.
Como si fuera pocos los dolores de cabeza para Temer, la influyente Orden de Abogados de Brasil ha presentado su propia orden de impeachment contra él, la cual representa la decimotercera en total. Sin embargo, hasta el momento las reacciones por parte del ejecutivo brasileño han sido muy escasas. A poco más de un año a cardo del máximo poder en Brasil, Temer ha estado de espaldas al pueblo y minimizando la seriedad de los escándalos jurídicos que le rodean.
Intentando aplicar una fuerte serie de ajustes neoliberales, Temer ha ganado el descontento de los sectores populares y medios de Brasil. Su reforma laboral y en el sistema de pensiones no hace más que borrar con el codo lo que Lula y Dilma habían generado en los gobiernos anteriores. Apoyado por los grandes grupos económicos, el mandatario buscaba extender las jornadas laborales (hasta 12 horas) y el año de aportes jubilatorios (49 para cobrar la pensión completa. No es casualidad, entonces, que apenas un 9 % considere a su gestión como «aceptable».
Tal como señala El País de España, durante sus primeros seis meses en el poder, Temer fue perdiendo un ministro por mes en diferentes escándalos. Solo entonces llegó lo peor: en abril, el Tribunal Supremo hizo pública una montaña de documentos en los que los ejecutivos de la constructora Odebrecht explicaban ante los jueces cómo compraban un trato favorable de todos los políticos del país. Aunque las acusaciones aún no se han probado, eran las primeras que atizaban de pleno a Temer y a su gobierno: el fiscal general escribió que el presidente “capitaneaba un núcleo político organizado” para captar sobornos.
¿Serán las últimas horas de uno de los presidentes más polémicos y menos querido en la historia de Brasil?