Mauricio Macri ha conseguido en unos meses lo que parecía imposible un año atrás, la unificación de la plana mayor del sindicalismo argentino, casi una monarquía paralela. «Lo ideal es secundario cuando lo importante es la unidad», declaró ante miles de congresistas el gremialista Héctor Daer tras ser elegido como integrante del triunvirato que conducirá la mayor central obrera de Argentina, la Confederación General del Trabajo (CGT).
Daer, representante del sindicato de Salud, compartirá la dirección con el portuario Juan Carlos Schmid -mano derecha del extitular de la CGT-Azopardo, el líder camionero Hugo Moyano- y el legislador bonaerense Carlos Acuña, referente del personal de estaciones de servicio.
«Estamos frente a un viraje a la derecha. Sabemos de dónde viene y a dónde va, en búsqueda de nuestras conquistas sociales», señaló Schmid en el estadio porteño de Obras Sanitarias, donde se realizó el congreso. «El Gobierno tiene solo funcionarios de sectores empresarios, solo escucha una voz. Pero los trabajadores nos estamos organizando para llevarle los reclamos en unidad», agregó Acuña, entre aplausos de los 1.582 delegados acreditados y los gritos de «oé oé, hay una sola cegeté».
Entre los puntos que encabezan la agenda sindical está la inflación – que casi duplica el objetivo inicial del Gobierno, que estaba entre el 20% y el 25% anual-, la protección de los puestos de trabajo y el rechazo a la apertura indiscriminada a las importaciones, que han empezado a causar estragos en la industria y la agricultura.
La principal reivindicación de los últimos años, la eliminación del impuesto a las Ganancias -que grava los salarios del 15% de los asalariados con mejores sueldos- ha quedado relegado a un segundo plano ante el aumento de los despidos y el deterioro del poder adquistivo de los trabajadores.
«Quieren que compitamos con China. Es imposible. En China no hay vacaciones y no pagan impuestos. Vamos a defender el plato de comida argentino, si ellos quieren defender el plato de comida chino les va a ir muy mal», advierte el exjefe de la CGT oficialista y líder de la Unión Obrera Metalúrgica, Antonio Caló. El líder metalúrgico, exaliado del kirchnerismo, es uno de los más críticos con la entrada de productos importados facilitada por el Gobierno, aunque con limitaciones muy superiores a la de países vecinos, como Chile. Caló instó a defender la producción argentina y Daer lo secundó: «Quieren instalar una falsa dicotomía: o comprar barato o pelear por el trabajo. Tenemos que pelear por las dos cosas».
Luchas internas
Muchos de los delegados expresaron su deseo de avanzar con medidas de fuerza en los próximos meses, pero los nuevos dirigentes de la CGT intentaron enfriar los ánimos. En declaraciones a los medios, tanto Schmid como Daer descartaron la celebración de una huelga general en el corto plazo y apostaron por entablar un diálogo con el Gobierno. Solo en el caso de no obtener resultados por esta vía, se plantearán medidas de fuerza.
El extitular de la CGT Azul y Blanca, el veterano líder gastronómico Luis Barrionuevo, coincidió con sus sucesores y expresó la necesidad de ser «prudentes» ante el difícil escenario económico que atraviesa Argentina.
Además de las fricciones entre las bases trabajadoras y los dirigentes por las diferencias sobre el plan de movilización, la nueva CGT nace con otros interrogantes. En primer lugar, su fortaleza. Experiencias previas (como en 2002) han demostrado que una central sindical dirigida por un triunvirato tiene más posibilidades de verse afectada por las luchas internas que una conducida por un único líder. Los gritos escuchados desde la tribuna, con cada hinchada aclamando a su líder sindical, apuntan en esa dirección.
En segundo lugar, el poder en la sombra que retienen los exdirigentes de las tres CGT que hoy renunciaron en favor de la unidad. Hugo Moyano, el sindicalista más conocido de Argentina, abandonó el sillón tras más de 13 años, pero su apellido se reproduce en la comisión directiva.
En vez de un Moyano ahora hay dos: su hijo Pablo ocupa la influyente Secretaría Gremial, mientras que su hijo Facundo está al frente de la Secretaría de Cultura, Ciencia y Técnica. Schmid, considerado el delfín de Moyano, es el hombre fuerte del nuevo triunvirato, y otro de sus cuadros más cercanos, el panadero Abel Frutos, está también en la comisión directiva. Barrionuevo y, en menor medida, Caló, también han colocado a hombres clave en la nueva dirección.
La CGT nace con la oposición de una veintena de gremios, entre los que sobresalen los trabajadores rurales dirigidos por Gerónimo Venegas y el Movimiento Autónomo Sindical de Argentina (MASA), que responde al taxista Omar Viviani. Aún así, hay casi unanimidad en que los disidentes no tienen por ahora fuerza suficiente para constituir una nueva central sindical.
«Sólo la organización vence al tiempo», afirma Daer, parafraseando al expresidente argentino Juan Domingo Perón, inmortalizado en el Congreso a través de pancartas gigantes y cánticos. Macri tiene enfrente a un gigante experimentado dispuesto a echarle un pulso.