Los datos que proporcionó el Índice Nacional de Censos y Estadísticas (Indec) en Argentina, muestran cómo consolidan el desempleo y la precarización laboral en la juventud. De acuerdo con esta información, además de la proporcionada por centros de investigación del sector privado, ocho de cada diez jóvenes entre los 14 y los 29 años carece de trabajo o lo sufre por los incumplimientos de sus patrones.
En la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del pasado miércoles, el Indec señaló que mientras la tasa de desempleo general era del 9,2%, en el caso de las mujeres de hasta 29 años alcanzaba el 20,1%, mientras que en el de varones con el mismo tope etario llegaba al 17,2 por ciento. Sin embargo, los números del Indec no alcanzan a dar una magnitud del problema del empleo juvenil en el país trasandino. El titular del organismo, Jorge Todesca, fue mucho más claro dos semanas atrás, cuando aseguró que el 60% de los desempleados tenía menos de 30 años.
Tal como informa el diario Tiempo Argentino, dentro del universo de los jóvenes hasta 29 años que trabajan o buscan trabajo (es decir, que forman parte de la Población Económicamente Activa -PEA.), la tasa de desocupación plena llega al 25 por ciento. Si a ello se le agregan los jóvenes que tienen empleo no registrado, tienen contratos a plazo, trabajan en grupos familiares en forma indistinta a los efectos de los ingresos o son asalariados registrados pero sus ingresos, no alcanzan el salario mínimo o, por último, forman parte del colectivo de cuentapropistas, todo ese universo lleva a que el 80% de los jóvenes que conforman la PEA se encuentre en alguna forma de inserción precaria en el mercado laboral.
En otras palabras cerca 3,2 millones de jóvenes están afectados por esta problemática sobre un universo de 4 millones que son los que trabajan o quieren trabajar y no consiguen empleo. En este número no están contabilizados los jóvenes que no trabajan por propia voluntad, sea porque estudian o por otras razones.
Un informe reciente de la consultora Atenea, citado por el periódico al que se hizo referencia anteriormente, explicaba que: “Esta situación de vulnerabilidad se torna más grave si se tiene en cuenta a qué tipo de trabajos acceden los jóvenes». Según el indicador de precariedad juvenil desarrollado por Atenea, uno de cada dos asalariados tiene un trabajo precario. Esto significa que casi la mitad de los asalariados jóvenes no tiene acceso a vacaciones pagas, ni aguinaldo, ni licencias por enfermedad, ni obra social, ni aportes jubilatorios. Si se toma la población asalariada total (mayores de 16 años), la precariedad es sensiblemente más baja: uno de cada cuatro.
Por último, el panorama es aún peor si se tiene en cuenta que en la última semana se produjeron 1000 despidos se produjeron a partir del cierre y la reestructuración de varias empresas. A las 600 personas que se quedaron sin trabajo en Pepsico, que desactivó su planta de Vicente López, se suman las 170 de la química alemana Lanxess, que se va del país. La textil Unisol, dueña de la marca Puma, argumentó la caída de la demanda para cerrar dos fábricas que empleaban a 160 personas en La Rioja. En Santa Fe, la empresa Rioro cerró sus talleres ferroviarios y dejó cesantes a 80 operarios ante la no renovación del contrato con el Estado para reparar vagones del Belgrano Cargas. Como si fuera poco, la seccional Zárate de la UOCRA anunció que ya se enviaron 600 telegramas a trabajadores de la central nuclear de Atucha, que quedarán en la calle a fin de mes.