¿Ser feminista es estar en contra de los hombres? ¿Odiarlos? ¿Desear que pierdan derechos? ¿Se trata de un plan para que, cuando suceda, nosotras podamos quedarnos con todo?Aunque parezca un chiste, en Argentina hay muchos hombre que piensan eso. Y en el mundo también.
Si bien no suenan lógicos, pero esos son los argumentos que se esconden detrás de algunas reacciones ante las luchas feministas. Por esa discusión, la etiqueta #soyfeminista fue ‘trending topic’ en Twitter en Argentina durante varias horas.
El origen del debate en las redes sociales fueron una palabras de la actriz trasandina Araceli González en un programa televisivo: «Yo no soy feminista. Las respeto muchísimo, pero tengo un hijo varón precioso y un marido hermoso y respeto mucho a los hombres también».
«Los ideales de una feminista son sencillos: igualdad de derechos y oportunidades, libertad de las mujeres sobre nuestros cuerpos. El odio a los hombres es un invento de los machistas desde el siglo uno para defender sus privilegios de abusadores», tuiteó en respuesta la humorista Malena Pichot.
Muchas otras personas de ambos sexos explicaron sus porqués: «#SoyFeminista desde los 13, cuando la rectora del colegio me dijo que las chicas le habíamos arruinado el colegio, hicimos huelga de guardapolvos y nos suspendieron a todas. Soy feminista por la libertad, el goce y la felicidad de las chicas», escribió la periodista Luciana Peker, una de las referentes del movimiento Ni Una Menos.
Tal como destaca RT en español, en 2015, tras 30 ediciones del Encuentro de Mujeres, en Argentina se popularizó el feminismo y el debate se amplió.
A finales de 2014 había aparecido asesinada Melina Romero, meses después habían encontrado en una bolsa de arpillera a Daiana García y cuando localizaron a Chiara Páez enterrada en el patio de la casa de su novio, el ‘hashtag’ #NiUnaMenos estalló en las redes sociales.
El 3 de junio de ese mismo año, cientos de miles personas llenaron las calles del país en contra de la violencia machista. Desde entonces, muchas se animaron a denunciar lo que antes no podían, crecieron las llamadas con pedidos de ayuda y el concepto de «acoso callejero» le puso nombre a algo que muchas vivían y no sabían cómo nombrar.
A partir de ese momento no se para de exigir presupuesto para políticas públicas serias y eficaces y el debate estalla cada vez que un caso o la declaración de algún personaje público lo amerita.
El pasado 8 de marzo se llevó adelante el primer paro femenino internacional en casi 60 países. Dentro de poco más de un mes, las mujeres del mundo se volverán a unir y a pararse «desde Alaska hasta la Patagonia».