En Brasil viven más de 800.000 indígenas, pero su presencia en la vida política es mínima, sin representantes en el Gobierno ni el Congreso legislativo; esto podría empezar a cambiar a partir de las próximas elecciones, en las que creció el número de candidatos indios.
«No es una candidatura simbólica, tiene todo su sentido, un significado histórico y político; concurrir a la presidencia 518 años después para nosotros ya es muy fuerte, porque trae nuestra agenda al centro del debate, obliga a discutir las cuestiones indígenas», explicó Guajajara en entrevista con Sputnik.
La candidata tiene 44 años, pertenece a la etnia Guajajara-Tentehar de Maranhão (norte de Brasil), y se presenta con el izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en calidad de número de dos en la candidatura presidencial de Guilherme Boulos, destacado líder del movimiento de lucha por la vivienda en las ciudades.
Ella también tiene un pasado de militancia en los movimientos sociales (lideró durante años la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, la organización más fuerte en la lucha por los derechos de los pueblos nativos brasileños), pero consideró que había que saltar a la política institucional «para tener voz y ocupar las estructuras legales».
La reivindicación de Guajajara tiene sentido si se miran las estadísticas: hay algunas decenas de indígenas como concejales en ayuntamientos (sobre todo en la región amazónica), pero ninguno en las Asambleas Legislativas de los estados, ni tampoco en la Cámara de Diputados o en el Senado.
El único precedente es el de Mario Juruna, que ocupó una plaza de diputado federal con el Partido Democrático Laborista (PDT) por Río de Janeiro entre 1983 y 1987.
En las elecciones de 2014, apenas el 0,32% de los candidatos se autodeclararon indígenas, según un estudio de la Justicia Electoral, pero en estos comicios el número de candidatos a cargos electivos procedentes de los pueblos aborígenes creció 45,8%, pasando de 85 a 124.
Los activistas puntualizan que quien se reconoce indígena no necesariamente representa las reivindicaciones de este colectivo históricamente castigado.
Indolencia y picardía
Se registró ante la Justicia Electoral como «indígena» alegando que su padre era del Amazonas, y lo hizo un día después de decir que, desgraciadamente, los brasileños habían heredado la «indolencia» del indio y la «picardía» del negro, lo que provocó las protestas de numerosas entidades sociales.
Guajajara advierte de la «urgencia» que tienen los pueblos indígenas en llegar a los órganos decisorios, sobre todo después de los dos años de Gobierno de Michel Temer y de la amenaza de la llegada al poder de Bolsonaro (favorito en todas las encuestas), que ya ha declarado que si gana no dedicará «ni un centímetro» más de suelo a tierras indígenas.
«En los últimos dos años hemos retrocedido 50 con todos los derechos que se nos han retirado», dice en referencia a la reforma laboral o al techo de gastos aprobado por Temer, que congela la inversión en salud y educación, por ejemplo, durante 20 años.
Sin embargo, esta candidata a vicepresidenta alerta de que todo puede empeorar: «El triunfo de Bolsonaro sería el fin de la democracia, Brasil puede llegar al fondo del abismo«.
Una de las principales preocupaciones del movimiento indígena es la demarcación de tierras, un mecanismo previsto en la Constitución para garantizar que las comunidades nativas puedan vivir y desarrollarse en sus territorios originarios, pero que se ve constantemente amenazado por el lobby del «agronegocio».
Los poderosos parlamentarios «ruralistas», con numerosos representantes en el Congreso Nacional, intentan desde hace tiempo modificar la Constitución para que la competencia para delimitar las tierras pase del Gobierno al Congreso.
Según los indígenas, esto equivaldría a poner fin a la protección del territorio, porque sería mucho más difícil sacar adelante las medidas de protección.
Izquierda desarrollista
Líderes indígenas brasileños piden liberación del expresidente Lula
Guajajara confiesa sentirse decepcionada al ver a partidos que se autodenominan de izquierdas abrazar un modelo desarrollista a toda costa; se refiere al Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), pero también a alternativas como la que representa Ciro Gomes (PDT), que escogió como candidata a vicepresidenta a Kátia Abreu, la «reina del agronegocio».
En sus tiempos de activista, la propia Guajajara, junto con Greenpeace, entregó a Abreu la «Motosierra de Oro», un galardón lleno de ironía para reconocer su labor a favor de la deforestación de la selva cuando ejerció como ministra de Agricultura en el Gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016).
Para la líder indígena, hace falta un verdadero cambio de modelo de desarrollo: «Hay que romper este modelo fallido, desastroso; tenemos que democratizar el uso de la tierra; demarcar tierras indígenas y quilombolas [de descendientes de negros esclavizados] y aumentar los subsidios a la agricultura familiar; hoy el 1% de los propietarios tiene el 46% de las tierras privadas, eso no es justo», apuntó.
Guajajara tiene voz en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y participó en varias conferencias de las Naciones sobre cambio climático entre 2009 y 2017, además de acudir al Parlamento Europeo y otros órganos e instancias internacionales.
El año pasado pronunció un fuerte discurso contra el Gobierno Temer y a favor de la preservación de la selva amazónica durante el festival Rock in Rio, invitada por la cantante Alicia Keys.
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