Ana María Mepaquito fue una representante indígena colombiana de la etnia emberá que luchó por las comunidades del Bajo Atrato, bajo la presión de los grupos armados. En esa digna tarea resultó asesinada.
Ella, mujer indígena, lideraba diferentes procesos que han quedado estancados y hoy a orillas delrío Atrato en el municipio de Riosucio, en el departamento del Chocó, se le recuerda con admiración y nostalgia.
«Su muerte afectó un proceso de liderazgo muy fuerte dentro de la comunidad, en beneficio de los derechos de las mujeres», dice Isabela Membache, otra indígena al portal Caracol. “Hemos sentido un espacio muy grande después que ha fallecido, y estamos pensando con quién recuperamos el espacio de ella, pero no hay como ella”, asegura con tristeza.
Asimismo, lamenta que se perdieran años de formación de un liderazgo del cual hoy se sienten huérfanos.
Ana María quedó atrapada en un enfrentamiento entre guerrilleros del ELN y paramilitares. Su padre, Reinaldo Mepaquito, recuerda el día en que la guerra le arrebató a su hija. “Yo estaba allí cuando escuché esa mierda (sic) y cuando ya llegué estaba muerta. Sí…tiros, desde las 7:00 hasta las 9:00. Ya estaba muerta, ya”, relata.
El sacrificio de una madre
Sus amigas no sólo hablan de su pérdida, la tragedia también llegó para sus tres pequeños hijos. “Esos niños también sufren mucho porque les hace falta su mamá en la casa, porque perder un ser querido que más quieren en la vida”, dice Luz Day, una de las indígenas emberá.
Un año después del crimen, su comunidad no ha podido elaborar el duelo porque ni siquiera tiene el cuerpo. Así lo denuncia Domingo Marmolejo, secretario de Camizba, Asociación de Indígenas del Bajo Atrato: “Llevaron el cuerpo y hasta esta fecha no lo han traído nuevamente a enterrar donde estaba, para nosotros la organización es muy preocupante”.
Lo peor es que la situación no cambia y, por el contrario, la crisis humanitaria en la zona es cada vez más preocupante. Las comunidades indígenas del Bajo Atrato viven una grave situación, según sus líderes sociales, la presión de los grupos armados podría comprometer hasta le existencia de las mismas etnias.
«Debilitan porque ellos llegan imponiendo la fuerza, porque no todo es con la palabra sino con las armas. Nuestros jóvenes están en riesgo de que obligados por ese grupo pueden irse a la guerra”, asegura Carpio. Esa misma guerra que se llevó a Ana María Mepaquito, la lideresa que no han podido olvidar porque aún siguen esperando su cuerpo.