Llevamos once noches sin dormir en Colombia. Cada noche se ha convertido en un insomnio angustioso porque sabemos que las noches se han vuelto peligrosas. Cuando llegamos a casa notificamos a nuestros amigos que hemos vuelto sanos y salvos. Somos afortunados los que volvemos. Algunos no han vuelto desde el comienzo de estas movilizaciones. Estas noches lluviosas en Colombia han sido noches de zozobra y terror por cuenta de la policía y los militares. Como en las peores épocas del Estatuto de Seguridad del gobierno de Turbay Ayala (1978- 1982), de nuevo se siente que vivimos en un régimen dictatorial en donde el terrorismo estatal es la ley en las calles.
Podríamos decir que todo empezó el 28 de abril de 2021, pero este paro nacional no es algo nuevo, es el resultado de una acumulación de inconformidades que ha estallado de una manera inédita en la historia reciente de Colombia. Tal como pasó en Chile con el aumento de las tarifas del pasaje del metro, en Colombia la presentación del proyecto de ley para una nueva reforma tributaria, la tercera en el periodo presidencial de Iván Duque, desató la indignación de todo el país que aún tiene restricciones por cuenta de la pandemia de Covid-19 y cuyos niveles de pobreza subieron un 6,8%, según el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), llegando a una cifra de 42,5% de la población en condición de pobreza y 7,47 millones de personas viviendo en condición de pobreza extrema. Las medidas del gobierno de Duque han empeorado cada día más las condiciones de uno de los países más desiguales de América Latina.
Sin embargo, esa no es la única reforma que pretende presentar el gobierno de Duque, en la lista de espera también se encuentra un paquete de reformas de tipo neoliberal que profundizan la privatización en ámbitos como la salud, el sistema de pensiones y que precarizan aún más las condiciones laborales de los y las trabajadoras de Colombia. Sin embargo, el pueblo colombiano no marcha solamente en contra de estas reformas, sino que existe un profundo descontento y rechazo por la grave crisis de derechos humanos que vive el país desde la firma del acuerdo de paz con la antigua guerrilla de las FARC, crisis que se ve reflejada en la escandalosa cifra de 1.176 líderes sociales, campesinos, indígenas, estudiantiles, ambientales, LGBTI y comunitarios asesinados.
En Colombia un vocero o líder es asesinado cada tres días, quedando en la impunidad alrededor del 90% de los casos. Además hay que sumar el asesinato de 276 excombatientes de la guerrilla de las FARC que entregaron las armas confiados en los acuerdos. Las cifras dan cuenta de un genocidio en curso, dada la sistematicidad de los casos.
El descontento que se expresa en las calles es el resultado de más de veinte años de hegemonía del uribismo, quien ha puesto a los dos últimos presidentes después de los 8 años de Álvaro Uribe Vélez, el máximo líder político de la ultraderecha colombiana, quien gobernó bajo la consigna de la Seguridad Democrática, un discurso antisubversivo que se instaló en la institucionalidad por medio de la promesa de acabar con las guerrillas por vía militar mientras abría el país a la inversión extranjera y eliminaba derechos sociales. Uno de los legados más aterradores de ese gobierno fue la terrible cifra de asesinatos extrajudiciales cometidos por militares en donde se asesinaron a 6.402 jóvenes inocentes para hacerlos pasar por guerrilleros y así aumentar las cifras de bajas a la guerrilla a cambio de permisos y condecoraciones.
Es todo ese trasfondo el que ha acumulado motivos en una generación que creció bajo la hegemonía uribista, una generación que se ha visto empobrecida, una generación fuertemente reprimida y estigmatizada, una generación que depositó sus sueños en las transformaciones del proceso de paz pero que vio sus esperanzas esfumarse cuando la mitad del país que le seguía creyendo al uribismo votó No en el plebiscito que refrendaba los acuerdos.
LA PREVIA DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 2019
La generación que está en las calles salió ya a las calles el 21 de noviembre de 2019, en una de las primeras jornadas de protestas multitudinarias del pasado reciente de Colombia. Las calles se llenaron en todas las ciudades del país pidiendo el cumplimiento de los acuerdos de paz, el cese de los asesinatos a líderes sociales y para frenar los proyectos de reformas que desde el 2019 se avizoraban. Inspirados por el estallido chileno de octubre y las protestas en Ecuador, Colombia salió a las calles convirtiéndose en un presagio del despertar de un movimiento social fuerte.
Durante el paro del 2019 se hizo evidente el excesivo uso de la fuerza policial que se vio reflejado en el asesinato del joven manifestante Dilan Cruz, muerto por una bala del ESMAD (Escuadrón Móvil AntiDisturbios de la Policía). Este hecho generó un fuerte debate en torno al abuso policial, ya que este estamento de la policía desde su creación en 1999 ha causado la muerte de 59 personas en las diferentes movilizaciones que ha tenido el país, lo que ha llevado a la discusión acerca del desmonte de ésta.
Este sentimiento de indignación en contra de los abusos de la policía estalló en plena pandemia en septiembre de 2020 cuando salió a la luz un video en donde la policía en un procedimiento irregular asesinó al abogado Javier Ordoñez con el uso de pistolas táser. El hecho originó una ola de protestas violentas donde varias estaciones de policía resultaron vandalizadas, a lo que la policía respondió dejando un saldo aún mayor de personas asesinadas: 13 civiles víctimas de la violencia estatal.
EL FLORERO DE LLORENTE
El empeño del gobierno en aprobar la reforma tributaria se convirtió en el ‘florero de Llorente’ para las nuevas protestas, las que desbordaron todas las previsiones del gobierno y hasta de la misma oposición y organizaciones sociales. A pesar de la estigmatización y empeño del gobierno nacional por hacer ver las protestas como ‘terrorismo vandálico’ infiltrado por grupos armados, la gente no ha parado de salir a las calles en todos los rincones del país e incluso fuera de Colombia, en contra de los excesos de autoridad de un régimen que parece en decadencia. El rechazo contra el legado del uribismo, el avance en las investigaciones sobre los crímenes en los que está vinculado Álvaro Uribe, el cinismo del gobierno de Duque al hablar sobre la violación de DDHH en Venezuela mientras se vive un derramamiento de sangre atroz en Colombia ha hecho que estas protestas vayan más allá de ser revuelta contra el aumento de impuestos.
Escribo esto la madrugada del 9 de mayo mientras en la ciudad de Cali está siendo masacrada, sufriendo cortes de luz y bloqueos en las transmisiones en vivo de internet. He salido casi todos los días desde que empezó este paro nacional. Desde esta ciudad intermedia como lo es Ibagué he vivido en carne propia el miedo por el zumbido de las balas, esas mismas balas que mataron el 1 de mayo al joven de 19 años Santiago Murillo. He estado en las calles buscando con la comisión de DDHH a quienes piden auxilio después de que la policía llega a dispersar las manifestaciones mientras dispara indiscriminadamente contra la población. He visto la foto de decenas de desaparecidos que aún no vuelven a sus casas desde el comienzo de este paro. Según la ONG TEMBLORES, hasta la fecha se han registrado 39 homicidios, 1.708 casos de violencia de la fuerza pública, 278 víctimas de violencia policial, 831 detenciones arbitrarias contra manifestantes, 312 intervenciones violentas por parte de la fuerza pública, 22 víctimas de agresión en sus ojos, 110 casos de disparos de armas de fuego por parte de la Policía, 12 víctimas de violencia sexual por parte de la fuerza pública. Según 26 organizaciones sociales, la Unidad de Búsqueda recopiló una cifra de 379 personas desaparecidas.
Lo que esto ha generado es que el mundo se dé cuenta de lo que los colombianos estamos viviendo hace mucho tiempo en los campos y en las periferias de las ciudades. Lo que sorprende es que los colombianos, a pesar del miedo ante la violencia exacerbada y criminal del Estado, el terrorismo de los grupos paramilitares y aún en medio de un conflicto armado que no hemos podido resolver, ya no podemos quedarnos dormidos, ya no podemos cerrar los ojos y seguimos saliendo a las calles, seguimos manifestándonos de todas las formas, porque hemos perdido el miedo, porque hemos despertado y esperamos que el fruto de esta lucha sea la transformación tan esperada para este país, que para nosotros implica el cese de esa “terrible noche” que ha sido el uribismo.
Jean Paul Saumon
Ibagué
@JPSaumon
Foto Daniel Alexander