Crónica de un regreso: la vuelta de Cristina Kirchner a Buenos Aires

El 10 de diciembre dejaba el poder tras 8 años de ejercer la presidencia. Desde ese día, su participación en la política argentina había sido casi nula. Tras ser convocada a declarar en una causa judicial en la que se investiga supuestas irregularidades en el Banco Central durante su mandato, Cristina Kirchner volvió a Buenos Aires y miles de militantes se juntaron a recibirla. A continuación, una crónica de un momento histórico.

Crónica de un regreso: la vuelta de Cristina Kirchner a Buenos Aires

Autor: El Ciudadano Argentina

La política siempre genera acontecimientos extraños. Miles de personas agrupadas para esperar a una sola. Miles de trabajadores pertenecientes a las clases humildes y trabajadores esperando a una millonaria. Miles de ciudadanos esperando a una ex presidenta. Eso ocurrió durante la noche de ayer en Buenos Aires con el regreso de Cristina Kirchner.

Desde las últimas horas de la tarde, la gente llenaba los colectivos de línea que los dejaban en Aeroparque, lugar donde aterrizaría la ex mandataria. Muchos, que nunca salieron del país,  iban por primera vez y no sabían cuándo era que llegaban. El colectivo 37 que recorre la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires y donde se encuentran las zonas más pudientes permitía un espectáculo único: militantes coreando consignas kirchneristas y peronistas, mezclados a su vez con gente de clase media y alta que no compartían esos cánticos y lo hacían saber. Discusiones e intercambio de ideas políticas se multiplicaron durante el largo viaje sin pasar a mayores.


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Una vez en las inmediaciones del Aeroparque, columnas de organizaciones políticas e independientes se acercaban con banderas, carteles y remeras en apoyo a Cristina Kirchner. El clima frío de la noche porteña no cambiaba el humor de nadie: todos se mostraban alegres esperando a «su líder». «Esto Macri no lo va a lograr nunca», se decían orgullosos y agregaban: «Cariño popular es lo que les falta y no van a poder conseguir. Solo lo logra Cristina».

Algunos ansiosos iban relatando todo lo que pasaba como si fuera un partido de fútbol: «Faltan 32 minutos para que llegue escuché en la radio». «Sí, viajó por Aerolíneas Argentinas, obvio», repetían golpeándose el pecho. Todos los que presentes compartían un mismo dato concreto: estar viviendo un momento histórico y algo que Macri nunca logró ni cercanamente en sus meses de gestión.


 

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Con las horas pasando, muchas familias sacaban sánguches que traían de sus mochilas. «Ofrecele a las chicas de Lomas que tenían un chiquito» le sugería el marido a la mujer. Otros, en cambio, hacían cola en los puestos de chorizos y hamburguesas que se instalaron inteligentemente cerca de donde aparecería Cristina Kirchner para tratar de palear el hambre y el frío.

También a lo largo y ancho de la marea humana se repetía una escena: chicos que e abrazaban a sus padres y preguntaban qué pasaba. Otros, un poco más grandes, pero aún en edad de escuela primaria, cantaban a la par de la multitud. Entre los jóvenes y adultos las charlas surgían entre conocidos y desconocidos. Lo importante, decían, era compartir y «resistir» juntos.


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Ese era el caso de Ernesto, un jubilado ultra peronista que contaba orgulloso que el día de la asunción de Macri era el único infiltrado cantando contra el presidente electo. También se mostraba orgulloso de charlar con un trabajador que gracias a Cristina había podido construir su primera casa.

«Macri no es hijo de puta, es un hijo de puto. Porque todo esto es culpa de su papá millonario» se acercaba a decirle divertida una mujer a un grupo que cantaba insultos hacia el líder de Cambiemos. El humor disimulaba la espera: hacía dos horas que la gente se seguía amontonando a la espera de Cristina Kirchchner. Hasta que el momento tan esperado llegó.


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Cristina por fín había llegado. Rompiendo todos los protocolos, la mandataria se acercó hacia la multitud que estaba separada por un cordón de policías y militantes de La Cámpora que formaban otro cordon humano para evitar incidentes. Ni bien la presidenta hizo ese gesto, los cantos, lágrimas y corridas no se hicieron esperar. El mar de gente se veía atravesado por un gran gusano formado por la seguridad y los militantes que rodeaban al auto de la viuda de Néstor Kirchner.

Muchos habían logrado tocarla y saludarla. Otros se conformaron con verla. Muchos corrían en direcciones contrarias tratando de adivinar hacia donde se dirigiría el auto que transportaba a la ex presidenta. Ya pasada la noche, todavía se podía ver dispersos algunos grupos repartidos por la calle con banderas esperando un saludo de Cristina desde el vehículo o al menos los pudiera ver.

Así, se dio la vuelta a la escena política de quien durante ocho años gobernara el país. La presidenta que miró a Latinoamérica. La presidenta acusada de corrupción. La presidenta que luchó contra (algunos) grandes medios de comunicación. La presidenta que abandonó a sus militantes durante cuatro meses durante el ajuste económico de Macri. La presidenta que, a pesar de todo, le dio algo a los más humildes. Y ellos solo quieren agradecérselo.


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