Las encuestas le otorgan un empate técnico a la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), y a la opositora Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño (PSB), en la segunda vuelta electoral del 26 de octubre, y una victoria a la mandataria en los comicios generales del día 5.
En el centro de la discusión y frente al inesperado avance meteórico de Marina Silva, exdirigente ambientalista y exministra de Medio Ambiente, se encuentran grandes pilares estratégicos de la séptima economía mundial y la primera de América Latina: la producción petrolera y los límites políticos que tendrá el Banco Central.
Rousseff, quien gobierna bajo recesión técnica luego de 2 trimestres seguidos con caída de la actividad económica, ha advertido que la mesa de los brasileños y el empleo récord acumulado desde que el PT gobierna (2002) pueden estar afectados por ajustes de una política neoliberal.
En una propaganda televisiva, el PT del expresidente Luiz Lula da Silva (2002-2010) advierte que “Marina quiere la autonomía del Banco Central, entregando el poder a los banqueros en lugar de al gobierno democráticamente electo”.
La campaña electoral del PT para erosionar el avance de Marina Silva, que ha concentrado el voto bronca contra la fuerza de izquierdas que gobierna desde 2002, será entonces un “banqueros versus democracia”, teniendo en cuenta que una de las asesoras principales y mantenedoras de la política de Silva es la heredera del Banco Itaú, Alice Marie ‘Neca’ Setúbal.
El gobierno, con el sistema financiero nacional e internacional directamente apoyando a Marina Silva, también ha dado señales que hace años reclamaban los llamados mercados y la revista The Economist: la futura caída del ministro de Economía Guido Mantega, un desarrollista con escaso peso en el gabinete.
La campaña de Marina Silva ha puesto en evidencia que los años dorados de los bancos en Brasil fueron los del PT, con ganancias al ritmo del crecimiento de la economía y la creación de más de 15 millones de empleos. “La independencia del Banco Central significa que el gobierno renunciará a hacer política económica y se convertirá en rehén del Banco Central y del mercado financiero y reducción de inversión pública en los servicios”, opinó el economista Renato Santos de Souza, de la Universidad Federal de Santa María, Rio Grande do Sul.
Silva fue ministra de Medio Ambiente de Lula hasta 2008, para pasarse a la oposición. Ahora, su campaña dice que romperá el bipartidismo entre el PT y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del tercero en las encuestas, Aécio Neves, y del expresidente Fernando Henrique Cardoso (2003-2010).
Para evitar un golpe económico contra su gobierno, en 2003, puso al frente del Banco Central a un referente de los mercados financieros como Henrique Meirelles, expresidente mundial del Bank Boston, echado por Dilma Rousseff en 2010, que puso al actual, Alexandre Tombini, un hombre resistido por la banca privada y funcionario de carrera en el banco emisor.
Rousseff emprendió una batalla contra las tasas de interés, que llegaron al piso histórico del 7% pero retornaron al 11% actual y redujo el costo de cuentas en los bancos públicos, que provocaron la migración de clientes de instituciones privadas a las del Estado, como Banco do Brasil y Caixa Económica Federal.
El sistema financiero desde el año pasado eligió la Bolsa de Valores de Sao Paulo para dar su veredicto: si Rousseff avanza en encuestas, el índice Bovespa cae y sube a medida que otro candidato se aproxima, primero fue Neves y ahora Marina Silva.
Silva explotó en las encuestas acaparando la atención opositora tras la muerte de Eduardo Campos, el 13 de agosto, que era candidato a presidente y la llevaba de vice. El alto perfil y la oratoria aguda de esta evangélica de la Asamblea de Dios han acaparado la atención mediática al punto que subió en las encuestas del 9% que tenía con Campos al 38% que obtendría en una segunda vuelta.
En primera vuelta, según Ibope del viernes, Rousseff vencería por el 39% de los votos contra 31% de Marina Silva y 15% de Neves. Pero el empate se da en el segundo turno, con 43% para Silva y 42% para la actual mandataria.
El caso Petrobras
En el marco de una campaña que levanta el tono a cada paso, apareció un escándalo involucrando a la mayor empresa del país, la estatal de capital abierto Petrobras: la revista opositora Veja publicó, sin fuentes, una lista de 62 políticos, entre ellos el fallecido Campos, y varios parlamentarios aliados al gobierno, de recibir sobornos de la empresa.
La supuesta denuncia correspondería a un exdirector de Petrobras preso por lavado de dinero, Paulo Roberto Costa, eje de un escándalo por desvío de dinero público en la principal empresa del país. La compra que es investigada por el Congreso de una refinería en Estados Unidos también ha sido blanco de las críticas contra la gestión de Rousseff.
Exministra de Energía y jefa del gabinete del gobierno de Lula, Rousseff defiende la explotación petrolera y el monopolio de Petrobras sobre el “pre-sal”, como se conocen a los megayacimientos submarinos descubiertos en 2007 que colocarán a Brasil en el top 10 de los exportadores mundiales en la próxima década.
Silva, ecologista, dijo que el petróleo era un “mal necesario” y su programa de gobierno desestimula la producción del crudo por otras fuentes alternativas. La presidenta Rousseff logró aprobar la ley para destinar los réditos de ese petróleo submarino a la educación. La propaganda del gobierno llegó a hablar de que el futuro de Brasil está comprometido si la industria petrolera, recuperada en años de Lula, pierde espacio en las batallas geopolíticas que el gigante sudamericano libra en varios frentes internacionales.
Marina Silva, según los analistas, tendrá en el PSDB de Cardoso a un aliado en caso de necesitar mayorías para gobernar. Así como hace actualmente el PT con el Partido del Movimiento de la Democracia Brasileña (PMDB), del expresidente José Sarney (1985-1990), que se convertiría en un poderoso silencioso en esta elección, con 9 gobernaciones.
Como varios analistas prevén, Marina Silva retrocederá en las encuestas de la mano de la “desconstrucción” de su imagen por parte de la máquina del PT y el ingreso de Lula en los mítines como garante de la gestión Rousseff, su ahijada política.
La columnista Eliane Cantanhede, identificada con la oposición, del diario Folha de Sao Paulo, considera que Neves y Marina Silva deben unirse para destronar al PT.
Fuente: El Telégrafo