En los zapatos de los migrantes

Provenientes de Centroamérica, en su mayoría, cientos de migrantes transitan por México diariamente. Mucho se ha hablado sobre la tragedia y el holocausto por el cual tienen que pasar en este país para poder lograr su objetivo: llegar a la Unión Americana.

En los zapatos de los migrantes

Autor: El Ciudadano México
Foto: Rubén Figueroa

Foto: Rubén Figueroa

Provenientes de Centroamérica, en su mayoría, cientos de migrantes transitan por México diariamente. Mucho se ha hablado sobre la tragedia y el holocausto por el cual tienen que pasar en este país para poder lograr su objetivo: llegar a la Unión Americana.

Jóvenes, mujeres y niños transitando en los trenes del sur al norte son el paisaje cotidiano, pasan por campos, pueblos y ciudades ante la mirada indiferente de una sociedad que trata de negar la realidad. La tragedia humanitaria que sufren estos seres humanos pasa desapercibida.

El miedo reflejado en sus rostros, el cansancio visible después de caminar horas y horas por los campos de la frontera sur, pies con llagas y cuerpos que se desvanecen por falta de comida y agua. Son tantas las tragedias que tienen que pasar: violaciones sexuales, discriminación, persecución, extorsiones, asesinatos, secuestros, torturas. Nadie quisiera estar “en los zapatos de los migrantes”.

Marlene Arias, proveniente de Jutiapa, Olancho; comunidad que sobrevive de lo que la madre tierra les regala después de cultivarla, casada y madre de tres hijos, todos ellos menores de edad, decidió salir de su patria, Honduras, porque ya no aguanta más la pobreza: “ en nuestros pueblos muchos niños muren por desnutrición y yo no quiero que pase eso con mis angelitos”. Marlene cuenta con 31 años de edad. Decidió ser ella la que emigrara porque su esposo, de 53 años, está enfermo y agotado. Él fue quien se quedó al cuidado de sus hijos.

Fue un sábado a las 3 de la mañana cuando salió de su casa, “deje dormidos a mis hijos, les di un beso en sus frentes y les juré luchar hasta la muerte por ellos”.

Dallas, Texas, es su destino. “Por mis hijos todo vale la pena y es por ellos que tomé la decisión de andar en estos caminos”. La valentía de Marlene es visible. Ella es una de muchas personas que salen de sus países, obligadas por la pobreza, y llevan consigo la esperanza de sus hijos y de su pueblo.

En estas últimas semanas hemos visto que el flujo de migrantes ha aumentado. Son cientos y cientos de jóvenes que deciden emigrar porque en su países ya no existe oportunidad alguna de, por lo menos, tener un techo: “sobrevivimos todos los días, todos los días salimos a la calle esperando encontrar algo para comer y llevarle a nuestra familia y así pasar el día”, son las palabras de Marlon Pineda, oriundo de Santa Bárbara, Honduras. Tiene 18 años y desde que tiene memoria recuerda que él y su familia, siempre que comen, quedan con hambre porque el alimento no es suficiente.

Los migrantes son concientes de que en el camino pueden morir, ya sea a manos del crimen organizado, de la policía mexicana o de las ruedas del tren. Sin embargo, dicen que se tienen que arriesgar: “no hay opción, o morir en el camino o morir de hambre”. Son un pueblo que camina, que tiene ideas, ilusiones, esperanza, que paso a paso construye su futuro, su esfuerzo y dolor tiene un propósito: el bienestar de su familia y el pueblo que dejan atrás. Durante el camino van dejando huella, siempre hay algo que aprender de ellos.

“Ahí se pueden bañar, ahí está el agua”, le dice David, un niño migrante que se encuentra en el albergue La 72 de Tenosique, Tabasco, a Marlon, un padre migrante que acababa de llegar al lugar. “Escucho a ese niño y recuerdo a mis hijitos”, exclama Marlon y sus lágrimas rodan por sus mejillas. Sacó su cartera y acarició las fotos de sus pequeños.

En nuestras manos está cambiar el camino lleno de espinas que tienen que pasar estos seres humanos. La indiferencia es la causante de cientos de muertes y violaciones cometidas contra ellos, salgamos y miremos a ese pueblo que camina. Como decía el Che Guevara: “sobre todo sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario.»

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Muchos de los jóvenes comentan a la entrada del refugio ‘La 72’ que temen más de las pandillas locales -Maras- que de un cártel, por lo que en esta semana arribaron 15 familias centroamericanas. Foto: Rubén Figueroa

Muchos de los jóvenes comentan a la entrada del refugio 'La 72' que temen más de las pandillas locales -Maras- que de un cártel, por lo que en esta semana arribaron 15 familias centroamericanas. Foto: Rubén Figueroa

Ethen es un niño migrante que platica con sus compañeros de viaje afuera del albergue «La 72» en Tenosique, Tabasco; él viaja junto con su padre rumbo a los Estados Unidos. La violencia en Centroamérica obliga a cientos de personas diariamente a emprender una travesía plagada de peligros, sobre todo al transitar por México donde son victimas del crimen organizado y autoridades corruptas. Foto: Rubén Figueroa

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Cientos de niños centroamericanos caminan diariamente por las rutas migrantes más peligrosas del mundo. Foto: Rubén Figueroa

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Desde El Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), nos unimos al día internacional contra la homofobia acompañando siempre a la comunidad LGBT MIGRANTE en su caminar, quienes hoy día no sólo luchan por el derecho a la diversidad sexual, si no también por el derecho a la #LibertadDeTransito. Foto: Rubén Figueroa


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