La política boliviana se encuentra en un punto de tensión nuevamente, esta vez en torno a la figura de Evo Morales, expresidente del país. Morales ha denunciado que tanto el gobierno de Luis Arce como la oposición están llevando a cabo un intento para anular el partido político Frente para la Victoria (FPV), el cual respalda su candidatura presidencial para las elecciones de este año. Según Morales, este movimiento tiene un claro objetivo: evitar su regreso a la presidencia.
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El Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Bolivia recientemente admitió un recurso presentado por un ciudadano que solicita la cancelación de la personería jurídica del FPV y de otro partido pequeño, el Partido de Acción Nacional Boliviano (Pan-Bol). La razón de esta solicitud es que ambos partidos no alcanzaron el umbral mínimo del 3% de votos en las elecciones de 2020, un requisito establecido por la Ley de Organizaciones Políticas. Sin embargo, el TSE había implementado en ese mismo año una ley excepcional que no consideraba este umbral para esa elección en particular, lo que ha generado controversia.
A pesar de esta situación, Morales ve en este recurso una maniobra política para frenar su candidatura. En su visión, el gobierno de Luis Arce, al que considera cada vez más cercano a la derecha, y sectores neoliberales estarían buscando bloquear su regreso a la presidencia, un regreso que Morales considera inevitable para aquellos que se oponen a su liderazgo, especialmente por su origen indígena, un factor que él ha señalado como un punto de rechazo para muchos de sus opositores.
Pero la anulación del FPV no es el único obstáculo que enfrenta el exmandatario. Morales tiene que lidiar con una serie de dificultades legales que complican su postulación. Una de ellas es una sentencia constitucional que limita la reelección presidencial a un solo período, lo que podría impedirle participar en las elecciones de este año, ya que él ya gobernó el país durante tres mandatos consecutivos. Además, enfrenta una orden de aprehensión por una investigación relacionada con un supuesto caso de trata de personas, lo que lo ha mantenido resguardado en el Trópico de Cochabamba, donde cuenta con el apoyo de sus seguidores más leales.
En este contexto, la relación de Morales con el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que lo llevó al poder, ha sufrido una ruptura significativa. En 2023, Morales dejó de ser el líder del MAS tras una disputa interna que culminó con la elección de Grover García, un aliado cercano al gobierno de Luis Arce, como nuevo presidente del partido. Esta fractura dentro del MAS ha provocado que miles de militantes, muchos de ellos en apoyo a Morales, abandonaran la organización, lo que ha fortalecido aún más la posición del exmandatario al frente del FPV, partido que lo ha proclamado como su candidato presidencial para los comicios de este año.
La crisis interna del MAS comenzó a gestarse después de la controversia electoral de 2019, cuando Morales denunció lo que llamó un “golpe de Estado” tras los comicios que lo proclamaron ganador, pero que fueron seguidos por acusaciones de fraude. Esta situación llevó a Morales al exilio, primero en México y luego en Argentina, y dejó una marca profunda en la política boliviana, desencadenando divisiones que todavía perduran.
Hoy, con el FPV como su plataforma para regresar a la política nacional, Morales se enfrenta a una batalla legal y política que podría definir su futuro. El escenario está lleno de incertidumbre, pero el expresidente parece decidido a seguir luchando por recuperar lo que considera su lugar legítimo en la historia de Bolivia, mientras sus opositores siguen buscando formas de evitar que regrese a la presidencia. En medio de todo esto, la disputa por el control del MAS y el futuro del FPV seguirán siendo temas clave en el proceso electoral del país.
Foto: El Ciudadano
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