La belleza del nevado boliviano Illimani, cuyo mayor pico está a 6.462 metros sobre el nivel del mar, ha inspirado al fotógrafo y andinista franco-boliviano Alain Mesili a revelar en una exposición las caras ocultas de la montaña.
«Yo quiero que la gente ame al Illimani, pero esta vez de otra manera, no solo en los atardeceres o desde el lado oeste que se ve desde La Paz, sino de todos los lados», afirma Mesili a Efe, sobre esa montaña, situada a unos 80 kilómetros de esta ciudad.
Con la exposición, el fotógrafo cuestiona a los paceños si realmente conocen el macizo, pues él ha escalado más de 100 veces la montaña y ha descubierto más de 150 rutas de ascenso y descenso. Se trata de la segunda montaña con mayor altitud de Bolivia, tiene ocho kilómetros de longitud y es valorada como parte de la identidad y el «ajayu» (alma en aimara) de los paceños.
La exposición en la Plaza del Bicentenario consiste en 36 fotografías de la cara norte, el pico sur y la cara este del Illimani, además tomas desde los otros picos e imágenes a distancia desde los teleféricos del transporte urbano de la ciudad. Mesili también hizo imágenes de día y de noche para mostrar a los paceños la diferencia que existe en el paisaje.
«Las otras caras son más bellas incluso, porque son totalmente diferentes a la que vemos y conocemos usualmente», señala Mesili. En las fotografías se pueden observar que las tonalidades de la montaña cambian en cada lado y van de las más oscuras a otras más rojizas, con más o menos nieve, pero todas igual de impresionantes.
Mesili sostiene que los lados considerados ocultos son poco visitados por los bolivianos y que se descubren y disfrutan cuando se está cerca del imponente nevado, por lo que ve necesario que se muestre estas facetas ocultas a través de sus fotografías. El montañista cuestiona que los bolivianos «no son muy apegados a sus montañas» y cree que no tienen mucho interés en conocerlas, pero enfatiza que es necesario potenciar el turismo interno y externo para potenciar las rutas hacia los lugares menos conocidos.
Antes de llegar a Bolivia, Mesili escaló montañas de Argentina, Chile, Ecuador y Perú. La primera vez que llegó a La Paz fue en tren por la década de los sesenta del siglo pasado y entonces tuvo su primer encuentro con el Illimani y desde lejos admiró el macizo en una ciudad que, según recuerda, aún parecía «de la edad media». Y es que La Paz tenía pocos caminos y edificios, rememora. Fue desde ese momento que decidió descubrir esa belleza poco explorada del Illimani como de todas las montañas que rodean La Paz.
Con la técnica adecuada, el instinto y su relación íntima con el andinismo fue descubriendo rutas en el Illimani que ahora son utilizadas por otros andinistas que se atreven a coronar la cima.
A Mesili no se le ha escapado ninguna montaña, escaló todas las que pudo en Bolivia y recuerda que la primera fue el Sajama, cuya cima está a 6.542 metros sobre el mar y la que más disfruto por su complejidad fue el Illampu, con el pico a 6.460 metros de altitud. Además, considera que La Paz es excepcional por su orografía accidentada, lo cual la hace única en el mundo.
«La Paz tiene tanto potencial, es la única capital del mundo que está rodeada de tantas montañas es algo excepcional», agrega Mesili, enamorado de la ciudad donde vive desde hace 50 años.
El artista ya publicó más de 20 libros sobre esta pasión, entre fotográficos y recopilaciones de sus experiencias en las montañas. Ahora tiene 70 años y la última vez que subió al Illimani fue hace tres años, sus hijos le pidieron que ya no escale, pero su pasión está en el mundo de los hielos y las montañas.