«Aldea Amigurumi» es el nombre del proyecto que desde marzo de 2017 agrupa a más de un centenar de mujeres, quienes comparten sus experiencias sobre tejido de muñecos en Argentina, Uruguay, Ecuador, Chile, Colombia, México, Estados Unidos, Perú, España, Italia y Venezuela.
Joanna Vera, venezolana creadora del espacio virtual que agrupó a las emprendedoras, declaró vía telefónica para El Ciudadano: “En 2017, buscando patrones para realizar piezas para mi proyecto emprendimiento ‘@Tejenave’, conocí a través de Facebook a Ingrid Zambrano y nos planteamos la apertura de un grupo que reuniera tejedoras alrededor del mundo, interesadas en compartir sus conocimientos sobre la técnica de tejido (crochet). Posteriormente llegó Soledad Faundes ‘Solé’ a sumarse a la iniciativa, luego Mirian Prieto, quien aportó sus experiencias en ventas y ferias artesanales. El equipo central se completó con Romina Mollevi, quien se especializa en pompones (una bola decorativa confeccionada con material fibroso como la lana)”.
Acotó, además, que para la mujer en Venezuela, Latinoamérica y el mundo el proyecto representa la búsqueda de un espacio para compartir experiencias profesionales que la empoderen, pero también un espacio personal que le permita expresarse sobre cualquier tema sin que medien juicios de por medio.
Ingrid Zambrano, de Colombia, una de las impulsoras de la comunidad internacional de emprendedoras, destacó que la iniciativa de la Aldea Amigurumi (como se le conoce al muñeco tejido), le permite llevar adelante su pasión y se ha transformado en una gran experiencia de retos y aprendizajes. La misma le ha permitido obtener conocimientos sobre la comercialización de sus piezas que lleva adelante desde hace dos años a través de su cuenta en Instagram: “Lo que comenzó como una iniciativa pequeña se ha convertido en un reto para convertirnos en mujeres productivas a través de nuestro oficio”, indicó Zambrano para El Ciudadano.
“La Aldea Amigurumi es un espacio libre y armonioso, en el que abordamos asuntos que tienen que ver con el tejido pero también tenemos la libertad de expresarnos libremente sobre temas relacionados a nuestra sociedades y momento histórico. Eso nos acerca más, a pesar de encontrarnos en distintos países”, expresó María Soledad Faundes (Solé), de origen argentino, quien además de ser impulsora de la aldea se desempeña como niñera en su país.
Mirian Prieto, argentina y profesora de artes plásticas, indicó que en su experiencia “el tejido me fue envolviendo tanto que dejé de dar clases para dedicarme a tejer. Hace 6 años que me dedico exclusivamente a esto y la aldea me ha permitido conocer a mujeres en todo el mundo que comparten mi pasión y viven de ella. Es un don el poder obtener ingresos a partir de lo que creamos y vivir de eso”.
Romina Mollevi, una abogada de la localidad de Corrientes, Argentina, empezó a comercializar sus piezas hace un año, y destacó que la aldea es un espacio tanto de distensión como de empoderamiento, a través del cual se nutre profesionalmente. “Es increíble que muchas madres, como es el caso de la mayoría de quienes conformamos la aldea, podamos compartir conocimientos que nos permitan tener una mejor comercialización de nuestras piezas”.
Las creadoras y madres de esta iniciativa no descartan la posibilidad de realizar el año entrante el primer encuentro internacional que las agrupe en un mismo espacio físico, en aras del intercambio de la técnica de “crochet” o tejido a gancho, empleada para la realización de “amigurumis” o muñecos tejidos, que provienen de la memoria de nuestros pueblos ancestrales.