La maldición que nos faltaba. Desde su llegada, se dedicaron a medrar del Estado. Durante el neoliberalismo se lanzaron de cabeza a la repartija de las empresas estatales y a financiar el descuartizamiento del país. Junto a los Garáfulic, se convirtieron en accionistas mayoritarios del Lloyd Aéreo Boliviano, escondieron millones de dólares en Panamá. Se dejaron crecer la barba y el pelo, asumieron una identidad “hippie posmoderna”; pero son empresarios.
Mauricio Hochschild, llegó al país en 1921, en apenas una década juntó más plata que todo el Banco Central de Bolivia. Toneladas de dólares que se llevaba a lomo de mula hasta la frontera y de allí hasta Valparaíso, Chile.
Con el dinero que arrancaba de las espaldas de los mineros que morían a los 30 años, con los pulmones masticados de copajira, don Mauricio se convirtió en un buen samaritano, salvando a cientos de judíos de los hornos del fascismo. Conspiró contra el país, hasta lograr el asesinato de Germán Busch y de Gualberto Villarroel.
En los años 50 y 60, una saga de sus paisanos arribó a Bolivia, igual que los anteriores, siempre alineados a los poderosos de la tierra. Eduardo Rosza Flores, nació en Bolivia pero su padre György Obermayer-Rózsa, era de origen judío. Arribó al país junto a un grupo de mercenarios, con el objetivo de fundar un nuevo Estado: “Estamos preparados para declarar en pocos meses la independencia y crear un nuevo país”, sostuvo.
Jacob Ostreicher. Antes de llegar a Bolivia creó dos empresas fantasmas en Panamá. Una vez en el país, compró una finca en Santa Cruz que colindaba con las tierras de narcotraficantes colombianos. El avezado empresario judío entregó 25 millones de dólares a una socia colombiana que según sus propias palabras, consideraba “una desquiciada”.
Mientras los medios de comunicación construían un relato sobre su falsa enfermedad, la CIA y la embajada norteamericana lograron que se fugara por el Perú. Jacob Ostreicher, agente de la CIA, tenía instrucciones de penetrar el círculo político boliviano.
Eva Sara Landau. Nació en Santa Cruz pero sus padres son judíos. Estuvo ligada a los grupos de paramilitares racistas de la Unión Juvenil Cruceñista. En una operación inaudita, decidió solicitar asilo político en Estados Unidos, sin embargo, jamás militó en ningún partido ni tiene requerimiento de la justicia. Pero ella dice que es perseguida.
Para captar los millones de dólares de la administración de Donald Trump, creó una ONG, denominada: Dark Horse Political. Es la intermediaria de tres parlamentarios bolivianos y de tres parlamentarios norteamericanos.
Samy Schwartz. Junto a sus familiares más cercanos, creó la offshore (empresa fantasma) German Enterprises Corp. En los años 90, con la ayuda de los medios de comunicación, fue uno de los altos ejecutivos del LAB que luego de descuartizarla, le arrancó hasta el último centavo a la empresa aérea de propiedad estatal.
En nuestros días, para estar a tono con la nueva moda de los empresarios bolivianos, que piden limosna para hacer un programa de televisión o para publicar un periódico, Samy Schwartz, se dejó crecer el pelo y la barba, dicen que ama las plantas y los animales, pero por sus venas corre la sangre de un empresario trepador y sin escrúpulos.
Publicado en Primera Línea