Comparando los primeros nueve meses de este año con las cifras de 2019, México aumentó 46% la tasa de fallecimientos de mujeres embarazadas, o que mueren durante y después del parto.
Una de cada cinco mujeres en estado de gestación ha muerto por COVID-19, mientras que el resto han sido por las llamadas causas tradicionales de muerte materna, como son la enfermedad hipertensiva o la hemorragia obstétrica, que en la nación azteca solo se dan entre las mujeres más pobres y sin atención médica oportuna.
Las muertes registradas por esas últimas dos causas al cierre de 2019 tenían una reducción de 20 y 10%, respectivamente, pero ahora registran aumentos del 29% y el 25%.
Hay una primera explicación: las consultas para seguimiento prenatal disminuyeron casi la mitad en el sector salud durante el primer semestre de 2020.
Los datos de la Secretaría de Salud indican que, a principios de octubre, 149 mujeres embarazadas murieron por el virus SARS-CoV-2, pero hay otras 528 que lo hicieron por otras causas e, incluso, se reconocen 27 muertes maternas que, aunque se clasificaron como “probable COVID-19”, no resultaron positivas al virus en las pruebas clínicas, por lo que siguen siendo fallecimientos sin causa específica.
Para David Meléndez, secretario técnico del Comité por una Maternidad Segura, el aumento en las causas tradicionales de muerte materna se explica por las dificultades que las mujeres embarazadas han tenido para acceder a atención médica, tanto para cuidados prenatales como para el parto, ahora que los servicios públicos de salud se han concentrado en atender COVID-19.
“Los servicios de salud se redujeron en muchos lugares y las mujeres ya no van. Las mujeres embarazadas son las más olvidadas de los olvidados”, considera.
Datos del Sistema de Información de la Secretaría de Salud señalan que el número de consultas prenatales en el sector público se redujo 44% en el primer semestre del año, en comparación con 2019.
Mientras que en el primer semestre de ese año se dieron 4.7 millones de consultas a mujeres embarazadas, para el mismo periodo de 2020 fueron solo 2.6 millones.
En enero de 2020, cuando aún la COVID-19 no había llegado a la nación, los servicios de salud daban 566 mil consultas al mes, pero en abril, cuando ya se había declarado la contingencia sanitaria, solo se notificaron 341 mil.
En todo el país, unos 900 centros de salud fueron reconvertidos para atender solamente casos de COVID-19, y a la falta de opciones de servicios médicos se suma el miedo que provoca ir a un hospital para seguimiento prenatal.
Los médicos escasean porque muchos prefieren no tratar pacientes por miedo al contagio, los que se quedaron atienden pocas horas a la semana, además se interrumpieron los estudios diagnósticos.
Hilda Argüello, secretaria técnica del Observatorio de Mortalidad Materna, indica que hasta el 35% del personal de salud de Chiapas se dio de baja tras la declaración de la pandemia argumentando ser población de riesgo por edad o por tener padecimientos como obesidad y diabetes.
“Hubo hospitales, por ejemplo, el Hospital de la Mujer, que redujeron su personal en 40% y la federación tuvo que afrontar la contratación de personal para poder cubrirlos, pero obviamente no se pudo cubrir a todos. No es un factor menor que el sistema de salud esté operando con menos personal, es un reto para un sistema de salud bastante deteriorado y con muchas carencias, se han agudizado los contextos desfavorables”, afirma.
En total, la Secretaría de Salud reporta 6 mil 56 mujeres que han tenido COVID-19 en el embarazo, parto o puerperio, siendo las más afectadas las que cursan el tercer trimestre de gestación, cuando son más vulnerables a enfermedades respiratorias.
Con información de Animal Político
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