Los nicaraguenses se encuentran entre la elección de continuar una caminata por la paz y la convivencia o por una vía que conduzca a la violencia y conmoción nacional, tras las manifestaciones de grupos contrarios al Gobierno de Daniel Ortega que toman las calles con objetos contundentes para expresar su rechazo a la reforma del seguro social revocada el 22 de abril, cinco días después de su anuncio.
Luego de las protestas, sandinistas y opositores buscaron este miércoles su lugar en las calles de Managua donde no hubo hechos que lamentar. Los adeptos a Ortega se concentraron en la rotonda El Periodista hacia la emblemática Avenida de «Bolívar a Chávez» para participar en lo que se denominó «Caminata por la Paz», una movilización convocada por el Gobierno.
Más temprano, los grupos contrarios al sandinismo formaron una cadena humana en Managua, para pedir al presidente su renuncia y reclamar justicia para las más de 300 personas muertas desde que comenzaron las protestas, el pasado 18 de abril.
Mientras los simpatizantes al Gobierno entonaban numerosas canciones por la paz y con ritmos y melodías sandinistas, así como ondeando las banderas rojas y negras del Frente con los emblemas nicaragüenses, se desplazaron a pie, en motocicletas y vehículos, para demandar el restablecimiento de la paz y apoyar al mandatario en Nicaragua.
En cambio, la cadena humana se extendió a lo largo de más de tres kilómetros en los que los manifestantes exhibieron sus reivindicaciones, por primera vez sin saldos negativos ni violencia y dijeron que «la acción de policías y paramilitares no los detendrá para salir a las calles».
«Yo me siento arrepentida porque voté por él (Ortega), pero no para tener una Nicaragua como la que tenemos ahorita, donde se irrespeta la democracia, no tenemos nosotros democracia, han matado a nuestros jóvenes a nuestros universitarios», declaró una mujer a una agencia de noticias al pedir resguardar su identidad.
La mujer también señaló que ella «como todos los nicaragüenses, estamos muy molestos por este Gobierno esbirro, genocida por todo lo que nos ha hecho» e insistió que piden la salida de Ortega y todos los miembros del gabinete porque «ya no los queremos en el país», expresó.
El Ministerio Público acusó a 23 manifestantes antigubernamentales de las ciudades de Sébaco y Tipitapa (norte) por ejecutar crimen organizado y terrorismo, entre otros delitos en el marco de la «crisis política» del país centroamericano.
Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa (norte), cuestionó que fueran acusadas las 23 personas «en su mayoría son jóvenes pareciera que estuviéramos en una sociedad terrorista».
Leopoldo Brenes, cardenal nicaragüense exhortó al Gobierno y a la Policía Nacional parar la violencia, «porque eso es bien doloroso».
Algunas organizaciones sociales, políticas y sindicalistas han elegido mantener la paz y la convivencia en la nación centroamericana, dando continuidad al programa de Gobierno de Ortega. Otros, prefieren que el mandatario nacional abandone su cargo junto al gabinete que lo acompaña. En definitiva, los nicaraguenses viven dos caras y dos realidades, la propuesta a favor de la paz y el asalto al poder por la violencia que derivarían en una conmoción nacional.
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