La pandemia por COVID-19, que hasta el momento ha matado a más de 390.000 personas en las Américas, amenaza los planes regionales para eliminar y controlar enfermedades infecciosas como la tuberculosis, el VIH y la hepatitis, advirtió este martes 11 de agosto la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa F. Etienne.
Con más de 10,5 millones de casos de COVID-19 en la región y 100.000 nuevos contagios que se reportan cada día, «los países no pueden retrasar la lucha contra la COVID-19, pero no debemos dejar que nos demore en completar nuestra agenda inconclusa de eliminar y controlar enfermedades infecciosas», dijo Etienne en una rueda de prensa.
El 80 % de los países de América Latina y el Caribe notificaron que tienen desafíos en la administración de tratamientos contra la tuberculosis, que podrían convertir los casos manejables de esa enfermedad en infecciones activas. Del mismo modo, el 30 % de las personas que viven con el VIH están evitando buscar atención, y existe un suministro limitado de medicamentos antirretrovirales. Un tercio de los países también notificó problemas para llevar a cabo pruebas de detección de hepatitis.
El reto para 2030
La directora de la OPS recordó que la prevención y el tratamiento de las enfermedades infecciosas fue lo que impulsó la creación de la OPS hace casi 120 años y la región se mantiene «a la vanguardia de la eliminación de las enfermedades infecciosas». De hecho, en octubre de 2019, los Estados Miembros se comprometieron a eliminar más de 30 enfermedades transmisibles y condiciones relacionadas en las Américas para 2030.
«El progreso para alcanzar este hito está ahora amenazado, debido a la carga de COVID-19 para los sistemas de salud, y a la interrupción de los servicios esenciales, incluidos los programas prioritarios de control de enfermedades, las iniciativas de eliminación y la inmunización sistemática», señaló.
La pandemia también interrumpió las campañas de administración masiva de drogas que son vitales para los esfuerzos de eliminación «en momentos en que estábamos haciendo progresos significativos contra las enfermedades tropicales desatendidas, como la filariasis linfática, la esquistosomiasis y los helmintos transmitidas por el suelo», indicó.
El dengue y la malaria
Asimismo, advirtió que el dengue y la malaria siguen siendo una carga enorme para los servicios de salud y, al igual que la COVID-19, tienen un impacto desproporcionado en las poblaciones en situación de pobreza y vulnerabilidad, incluidas las comunidades indígenas.
«En los dos primeros meses de 2020, las Américas reportaron un aumento del 139 % en los casos de dengue en comparación con el mismo período de 2019. Sin embargo, desde que la COVID-19 azotó nuestra región en marzo, los casos notificados de dengue han disminuido», agregó.
Las notificaciones de enfermedades transmitidas por mosquitos, como la malaria, «han bajado más del 40 %, y se ha observado una reducción en el número de personas que se someten a pruebas. Así que sabemos que estos datos no cuentan la historia completa».
«Si bien es cierto que debido a que muchos de nosotros estamos en casa y somos menos propensos a ser picados por mosquitos, la realidad es que los mosquitos y los patógenos que transmiten enfermedades siguen circulando. Y sin pruebas ni tratamientos, los casos graves de enfermedades transmitidas por mosquitos podrían pasar de unas afecciones fácilmente tratables a la muerte», advirtió la doctora Etienne.
Por esta razón, reiteró que los sistemas de salud deben facilitar que los pacientes reciban atención, «aprovechando la telemedicina y ofreciendo atención fuera de los entornos hospitalarios, como a través de programas de medicina comunitaria y visitas casa a casa».
También, agregó, se debe proteger a los trabajadores de salud y el personal esencial en la primera línea de batalla de la pandemia.
Fuentes: Telesur, OPS.