En el marco de la visita del Papa Francisco a Perú, un grupo de sacerdotes andinos hicieron un pedido público para que se permita su acceso y el de los pueblos nativos al templo católico de Santo Domingo, ubicado en la ciudad surandina de Cusco, y construido sobre un importante templo inca.
Los sacerdotes, que mantienen la religiosidad inca, junto a los parlamentarios Tania Pariona y Edgar Ochoa, pidieron así la devolución del Coricancha, el más importante del imperio de los incas, cuya capital histórica es Cusco.
«Los sitios sagrados y ceremoniales de los pueblos originarios deben ser de acceso libre y administrado por quienes hemos heredado la identidad y la cultura ancestral para así poder desarrollar nuestra espiritualidad de acuerdo a nuestra cosmovisión», argumentaron en su solicitud, que fue entregada al Papa, en el tercer día de su visita a Perú.
La líder del progresista Movimiento Nuevo Perú (MNP), Verónika Mendoza, nacida en Cusco, respaldó la demanda y destacó que la solicitud la hicieron diversos ayllus (comunidades indígenas), «herederos y cultores de nuestra milenaria religiosidad andina, para que se les pueda restituir el acceso pleno al Qorikancha, lugar sagrado que cinco siglos atrás les fue profanado y usurpado a nuestros antepasados».
Mendoza añadió que los indígenas andinos plantean convertir el templo de Santo Domingo y los muros y otros vestigios del Coricancha sobre los que fue construido, en un «espacio de encuentro, del diálogo entre religiones».
Recordemos que en la época de la Conquista, que devastó a los pobladores nativos, los españoles saquearon en 1533 el oro que según los cronistas Garcilaso de la Vega y Cieza de León cubría las paredes y pisos del templo, y lo destruyeron parcialmente, usando sus muros como parte de la nueva edificación.
La idea era erradicar las creencias nativas, bajo el concepto de evangelización con mano de hierro, que, a diferencia del respeto por las culturas y la cosmovisión indígena manifestada ayer por el papa Francisco, las consideraba en ese entonces como «idolatrías demoníacas».
Finalmente, después de un terremoto que en 1950 destruyó el inmueble, la reconstrucción dejó expuestos los muros incas y algunos ventanales del Coricancha (casa o templo dorado, en quechua), hoy a la vista del visitante.