El panorama parecía particularmente sombrío porque más de dos tercios de los senadores se mostraron a favor de su caída en mayo, y esa mayoría también bastaría para destituirla definitivamente al final del juicio, previsto para agosto.
Pero ahora la misma Rousseff comienza a mostrarse más optimista.
Durante un acto celebrado el martes con un grupo de historiadores en el palacio de la Alvorada, la residencia presidencial de Brasilia donde aguarda el juicio, la mandataria sostuvo que el pueblo brasileño está “invirtiendo el juego” de suimpeachment.
Y, aunque no se conocen encuestas que muestren una recuperación de la popularidad hundida de Rousseff, algunos senadores ya se han dicho dispuestos a reconsiderar su voto contra la primera presidenta mujer de Brasil.
Esto es crucial, ya que si tan solo dos de los 55 senadores que decidieron suspenderla cambiasen su voto, la Cámara Alta de 81 escaños no reuniría los dos tercios necesarios para deponerla definitivamente.
«La situación para ella es un poco más confortable de lo que era», dice Felipe Borba, profesor de ciencia política en la universidad Unirio de Río de Janeiro, en diálogo con BBC Mundo.
Pero, ¿qué está pasando en Brasil para alentar esa sorpresiva esperanza de Rousseff?
«Sangría»
El gobierno interino que encabeza Michel Temer, quien era vicepresidente de Rousseff hasta que la reemplazó el mes pasado, se ha visto sacudido por varios escándalos y polémicas.
Dos de sus ministros renunciaron en los primeros 19 días de la nueva administración, al conocerse grabaciones que indican que buscaron parar la devastadora investigación de sobornos en la petrolera estatal Petrobras.
Uno de ellos es Romero Jucá, un allegado a Temer que dijo en una charla grabada en secreto antes de la suspensión de Rousseff que había que «cambiar el gobierno para poder estancar la sangría» del caso Petrobras.
Esto ha dado algunas municiones a quienes sostienen que la suspensión de Rousseff nada tuvo que ver con los cargos de violación de normas presupuestales que enfrenta en el Senado.
El otro flamante ministro que renunció, Fabiano Silveira, acababa de asumir la cartera de Transparencia, en nombre del combate a la corrupción.
Además, medios de información brasileños revelaron esta semana que el procurador general de la República pidió la prisión de integrantes de la cúpula delPartido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el grupo político al que pertenece Temer.
Algunos de ellos fueron clave en la aprobación del juicio político a Rousseff, como el presidente del Senado y el líder suspendido de Diputados.
También figuran en la lista del procurador el expresidente José Sarney y el exministro Jucá.
Están acusados de intentar obstaculizar las investigaciones de corrupción en Petrobras, algo que ellos niegan.
¿Igual que antes?
El pedido del procurador, elevado a un ministro del Supremo Tribunal Federal, la máxima corte de justicia del país, es desde ya un motivo de inquietud para Temer.
Y, si fuera aceptado, supondría otro duro revés para la credibilidad su gobierno, que funcionará mientras transcurra el juicio político, por un máximo de 180 días, pero podría seguir hasta fin de 2018 en caso de que Rousseff resulte condenada.
La presidenta suspendida no será juzgada por corrupción en el Senado, sino por presunto uso ilegal de fondos de bancos públicos para maquillar el creciente déficit del gobierno, agravando la crisis económica del país.
La mandataria rechaza las acusaciones y delinea con asesores su defensa para un juicio que, según se anunció, esta semana podría concluir en agosto, el mes en que Río recibirá los Juegos Olímpicos.
Miembros del partido de Temer intentaron sin éxito acortar el proceso, en medio de reportes de que senadores que aprobaron el juicio político ahora están indecisos sobre su voto final.
Entre ellos figuran el exfutbolista Romário y Cristovam Buarque, quienes han criticado la forma en que Temer formó su gabinete, con ministros investigados por sospechas de corrupción.
El equipo de ministros del presidente interino ha causado polémica desde el primer día, por estar formado exclusivamente por hombres blancos en un país donde son mayoría las mujeres o negros y mulatos.