Para Georgina Araceli Torres, académica del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI) de la UNAM, en la época actual, en la que la irrupción de las tecnologías tiene eco, sobre todo en las nuevas generaciones, se debe fortalecer y fomentar la lectura y el amor por los libros, lo cual no es tarea exclusiva del sistema educativo, sino del ámbito familiar.
Si no se enseña a reflexionar sobre lo que se lee, entonces esa acción no es interesante, dijo. No obstante, “sí se puede decir que se tiene el hábito de la lectura cuando ésta se reconvierte y se hace propia”.
Para la experta, el acercamiento a los libros debe darse desde que somos pequeños, incluso bebés, pues a partir de entonces es posible descubrir imágenes, colores y texturas, para luego continuar con lecturas más avanzadas; sin embargo, eso no ocurre en la mayoría de las familias mexicanas.
En el marco del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, que se festeja hoy, 23 de abril –fecha en que se conmemora la muerte de William Shakespeare, sólo un día después de la de Miguel de Cervantes Saavedra, hace 400 años–, Torres Vargas comentó que ante esa situación un paliativo puede ser que los docentes, mediante formas pedagógicas atractivas como lecturas libres en torno a un tema, acerquen a los alumnos a las obras.
Al respecto, la propia Encuesta Nacional de Lectura señala que en la educación básica es evidente el papel del magisterio para el desarrollo de las prácticas culturales. Más de 60 por ciento de la población declaró que sus maestros los animaban a leer publicaciones distintas a las escolares, como cuentos o poesías.
“Los estudiantes deben estar conscientes de que no sólo lo electrónico es valioso y quitar de sus mentes la pereza de ir al encuentro de los libros impresos, y no esperar que éstos les lleguen siempre a través de la red”, subrayó la académica.
Los libros, finalizó Georgina Torres, están siempre ahí, los tenemos a la vista y nos esperan para retomarlos, disfrutarlos e incluso, sufrirlos. A ellos les espera una larga vida.
Vía: Dirección de Comunicación Social de la UNAM
El Ciudadano