La crisis económica en Venezuela ha llevado a sus ciudadanos a emigrar a distintos países en busca de «mejorar su calidad de vida». Vender sus cosas personales para comprar el pasaje en avión o bus es el primer sacrificio.
Entre miles de ciudadanos que han decidido residenciarse en el extranjero ha sido una familia maracucha que partió desde la ciudad de Maracaibo, en el estado Zulia, hasta Buenos Aires, Argentina, de una manera asombrosa o quizás descabellada, viajando en su su propio vehículo, un Chevrolet Spark.
La familia venezolana integrada por Maryuly, Javier, Francisco y Ariana cumplió una travesía que comenzó el 24 de febrero de este año y culminó el 23 de marzo. Una aventura arriesgada de siete mil kilómetros que se puede hacer en 17 días, pero ellos decidieron alargarlo para hacerlo con calma y disfrutar de las ciudades por las que atravesaban en su “sparktaco”, como le denominaron a su pequeño auto de cuatro puertas.
“Irnos por avión era imposible, porque nuestros ingresos no eran lo suficientes para comprar cuatro boletos en dólares. Nuestros pasaportes se vencían en el 2019 y no queríamos que se nos vencieran. Estaba descartado el vuelo, entonces comenzamos a investigar por páginas web y por Youtube las formas de irnos por carretera”, contó Javier en exclusiva al diario Panorama.
Pero, y ¿cómo establecieron la ruta de su largo viaje?
“Establecimos una ruta de Maracaibo hasta Argentina por Google maps y nos salían varias opciones. La primera era irnos por Colombia por toda la línea del Pacífico y con esta ruta nos íbamos a ahorrar unos 2.800 kilómetros de carretera, pero la descartamos porque la frontera colombo-venezolana estaba cerrada, entonces tomamos la vía que atraviesa Brasil”, relató el conductor y hombre mayor del grupo familiar.
Maracaibo – El Venado – Barquisimeto – Charallave – Santa Elena de Uairén- Boa Vista – Manaos – Porto Velho – Posadas. Así fue la trayecto en carretera y solo un tramo de seis días a bordo de un ferry que surca el río Amazonas.
“En lo personal yo me inquietaba con la idea, porque somos tan distintos cada uno de nosotros y estar encerrados en ese carro durante un mes era un desafío para la convivencia. Me preocupaba pensar que cuando nos cansáramos nos agotáramos, nadie iba a querer hablarse, pero gratamente para mí, todo resultó armonioso dentro del carro. Antes de partir de Maracaibo, todos en familia tuvimos una conversación bastante difícil en la que acordábamos no enfadarnos para evitar que el ambiente de armonía no se esfumara”, relató Maryuly Pinto, esposa de Javier y madre de los dos niños.
También comentó qué llevaron en su equipaje.
“Solo lo estrictamente necesario trajimos. Ropa y muy contada. Todos nuestros equipos tecnológicos, cuatro almohadas y cuatro sábanas, una maleta pequeña con medicinas, una olla y un colador de café, un budare, juego de cubiertos y tazas para cuatro, comida y repuestos para el carro; entre ellos un radiador de repuesto, una batería, un alternador y varios litros de aceite”.
Lo más difícil después de decirle adiós a sus famiiares, fue seleccionar lo que se llevaría cada uno en el carro. “Solo lo estrictamente necesario trajimos. Ropa y muy contada, cada quien se trajo un peluche; en el caso de Francisco —de 7 años — pudo traer tres peluches y se trajo un balde pequeño lleno de legos y unos carritos. Todos nuestros equipos tecnológicos, cuatro almohadas y cuatro sábanas, una maleta pequeña con medicinas, una olla y un colador de café, un budare, juego de cubiertos y tazas para cuatro, comida y repuestos para el carro; entre ellos un radiador de repuesto, una batería, un alternador y varios litros de aceite”.
“El primer trayecto que hicimos de Maracaibo a El Venado que, generalmente, se hace en dos horas y medias, nosotros nos llevamos poco más de cuatro horas, porque con un carro tan pesado no podíamos ir rápido, el carro pegaba en las ruedas de atrás”, contó Maryuli al tiempo que relató que tuvieron que dejar algunos objetos en casa de su madre para que el carro fuera más liviano.
“Nos llevamos muchos enlatados para complementar con las comidas y compramos las frutas por el camino; comimos mucho cambur. Las meriendas eran frutos secos o trocitos de papelón como si fuesen caramelos”, cuenta la pareja de locutores. Las 30 noches de travesía trascurrieron durmiendo en el carro, hamacas, posadas, hoteles, casas de amigos ‘rotarios’ del Rotary Club y hogares de gente que iban conociendo.
“Dormimos solo una vez en el carro en El Callao. No teníamos para gastar en una habitación, cobraban demasiado y en efectivo. Estacionamos al lado de la alcabala de la GNB y allí pernoctamos. Nos quedamos en casa de tres personas que conocimos por el camino, muy amables que nos invitaron a sus hogares y compartimos con ellos, uno de ellos fue un pastor evangélico en Brasil. Fueron noches increíbles, siempre tratando de ahorrar en base a la economía que teníamos para el viaje, invirtiendo un total de 1.900 dólares”.
La travesía se cumplió con éxito y sin incidentes. “El Spark se portó bien, yo confío mucho en él”, comenta Javier. De los 30 días que duró el viaje, seis lo vivieron a bordo de un ferry que los llevó desde la ciudad de Manaos hasta Porto Velho. Durante ese tiempo aprovecharon para hacerle un “cariñito” al carro y descansar de los cuatro cojines.