El día que Josefina Ferrer conoció a Felipe Pirela estaba parada al frente de su casa del barrio El Saladillo de Maracaibo, ciudad portuaria de Venezuela, situada en el Occidente del país caribeño.
Josefina recuerda que aquel día era de noche y su cuñado Modesto Marchena llegó en su carro con unos amigos. «¡Cuñada, venga que le voy a presentar a un personaje!», la llamó Marchena apenas se bajó del vehículo: era Felipe Pirela. Para aquella época -calcula Josefina que fue 1966 o antes- el cantante de «Pobre del pobre», «El Malquerido» e «Injusto Despecho», tenía ya una ascendente carrera como vocalista.
Recordó que esa noche todos los vecinos de la casa 95-81 de la calle Londres del barrio marabino se acercaron para conocer al cantante revelación del momento, quien nació en Maracaibo el 4 de septiembre de 1941, y que se crio en El Empedrao, uno de los barrios originarios de la capital del estado Zulia.
Josefina recuerda a Pirela como un joven muy alegre, cariñoso y amable. “Era muy jocoso”, dijo. Aquella noche, el cantante bailó en la casa de ella con una sobrina y otra muchacha que vivía en su casa materna.
Para Josefina Victoria Ferrer Castro de Castellano, una marabina de 80 años de edad, aquella noche fue memorable. Compartió una velada inolvidable con Felipe Antonio Pirela Morón, bautizado años más tarde, en México, como el Bolerista de América.
El pasado lunes 2 de julio se cumplieron 46 años del asesinato del bolerista, uno de los más grandes intérpretes de este género del Caribe, en una calle de San Juan de Puerto Rico, lugar donde el cantante vivió la última etapa de su vida. Murió a los 31 años de edad.
Desde el 2003 se celebra en Venezuela, cada 2 de julio, el Día Nacional del Bolero, en homenaje al extraordinario cantante; y a partir del 2004, el Ministerio de la Cultura realiza el Festival Internacional del Bolero, para rendir honores a esta expresión musical latinoamericana.
Fotografías inéditas salvadas del fuego
Modesto Marchena, el cuñado de Josefina Ferrer a través del cual la venezolana conoció a Pirela, murió en 1996 y uno de sus hijos, de nombre Melvin, quedó con una caja en la que su padre guardaba objetos de gran valor sentimental, entre los que se encontraban varias fotografías.
La familia Marchena vive en San Antonio del Táchira, ciudad fronteriza de Venezuela con Colombia, al igual que Maracaibo.
En agosto de 2013, Josefina los visitó. Una tarde, su sobrino Melvin la llamó a un cuarto, sacó una caja y le dijo:
«Tía ¿te interesará saber que hay en esta cajita? Lo digo porque hay fotos tuyas, de la familia y de artistas que patrocinaba papá».
Empezó a revisar y se encontró con fotografías de Felipe Pirela firmando autógrafos entre jóvenes de la época, otras en el patio de su casa de El Empedrao, de Maracaibo, sentado en una banqueta con una hermana al lado. También fotografías de niño y otra serie de imágenes de Felipe Pirela en distintas facetas de su vida.
“Muchacho ¿y esto qué es?”, preguntó Josefina asombrada, emocionada, visiblemente fascinada por el hallazgo. “Son fotos que guardaba papá”, respondió el sobrino.
Melvin le dijo: “Si quiere, tía, se lleva todas las fotos que quiera. Total, pensaba desechar casi todas”, agregó el sobrino ante la mirada atónita de la mujer.
Josefina agregó: “Mi sobrino había pensado, incluso, en quemar las fotos”. La mujer lo persuadió de que no hiciera eso. Le dijo: “Hijo, esta caja es un tesoro”.
Josefina agarró un sobre y metió todas las fotos en las que aparecía Felipe Pirela. Eran más de 20, muchas de ellas no las había visto nunca, consideró que algunas eran inéditas.
Ella pensaba en el Panteón Regional del Zulia, donde reposan los restos mortales de Felipe Pirela desde el 17 de septiembre de 2012, cuando fueron trasladados luego de una emotiva ceremonia, en la que estuvo presente la única hija del bolerista, Lennys Beatriz Pirela Montiel y su nieta, Verónica Pirela.
El 12 de diciembre de 2013, antes de salir de su casa, Josefina tomó las fotografías de Felipe Pirela y las metió en un sobre.
Su esposo, Antonio Castellano, que sabía de la historia, se quedó con una de las fotos, como recuerdo de familia. La foto había sido tomada en un estudio fotográfico en México por el retratista Ysunza Nieto. La imagen, al parecer inédita, pertenecía a un juego de fotos que habían sido publicadas en su época para la promoción del artista.
Ese día esperó que abrieran las puertas del Panteón, situado en el centro de Maracaibo, donde se encuentran los restos mortales de otros grandes personajes de esa región venezolana, como es el caso de Ricardo Aguirre, el Monumental de la Gaita.
La directora del mausoleo la atendió. Josefina le explicó a lo que venía. Sacó las fotos y se las dio. La mujer se quedó atónita. Sabía lo que tenía en sus manos: Un patrimonio visual de la música del Caribe.
Josefina pasó las fotos con un mensaje que indicaba: «Estas fotos han sido cedidas al Panteón Regional del Zulia por la familia Marchena».
Ese día Josefina salió con una gran satisfacción en su alma, en su corazón. Sintió que había cumplido con Marchena, con Pirela, con el Zulia, con su país, con el Caribe musical y con uno de sus patrimonios: El bolero, del cual Felipe Pirela fue uno de sus grandes intérpretes.