Férreo opositor al Gobierno Bolivariano en Venezuela, hoy se mantiene alejado de la estrategia belicista, antidemocrática y pro-Trump de una oposición liderada por Juan Guaidó
Recordemos tres fechas de la historia reciente de Venezuela. El 21 de noviembre de 1957 inició una huelga estudiantil que marcó el inicio del fin de la dictadura de Marco Pérez Jiménez. El 4 de diciembre de 1988 se eligió a un presidente cuyo gobierno sufrió la intentona golpista que puso en el mapa político a Hugo Chávez. Y el 20 de mayo de 2018 se celebraron las elecciones presidenciales que han provocado un conflicto político internacional.
Esas tres fechas tienen a un personaje en común: Eduardo Fernández. En 1957 fue uno de los estudiantes que protagonizó la huelga. En 1988 fue quien perdió con Carlos Andrés Pérez las elecciones. Y en 2018 respaldó al candidato opositor Henri Falcón, quien además lo quería como canciller si ganaba. «Le agradezco el gesto, aunque yo no sé si habría aceptado», expresa un sonriente Fernández mientras concedía la entrevista a El Ciudadano.
Con más de 60 años de trayectoria política, estudios en La Haya y en Georgetown, este abogado de 78 años -que dirige hoy el Centro Internacional de Formación y Políticas Públicas (Ifedec) en Caracas- se considera el primer detractor de Hugo Chávez.
«Fui el primer venezolano que lo criticó, en la madrugada del 4 de febrero de 1992, cuando se estaba dando el golpe frustrado. Salí en televisión para condenar el golpe y defender la Constitución (…) Pensé que el presidente Pérez no estaba en Venezuela y como yo era el líder de la oposición sentí que debía denunciar la amenaza que significaba un golpe militar», relata.
Opositor desde siempre al Gobierno Bolivariano, hoy, casi 30 años después, se mantiene alejado y crítico de la estrategia belicista, antidemocrática y pro-Trump de una oposición liderada por Juan Guaidó que, a su juicio, solo trae sufrimiento al pueblo venezolano y le da fuerzas a Nicolás Maduro para seguir gobernando.
A continuación, la entrevista completa:
Hoy, ¿quién es el Presidente de Venezuela?
De acuerdo con el derecho formal, el presidente es Nicolás Maduro. Pero su presidencia está muy deslegitimada, por dos razones principalmente: el ejercicio de la presidencia ha conducido al país a una situación económica y social sumamente grave. Además, convocaron algo que solo puedo considerar un adefesio, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), que le restó mucha legitimidad.
Pero la figura de la ANC está contemplada en la Constitución
Sí, pero desgraciadamente la ANC se convocó violando todos y cada uno de los artículos que dicen cómo es que debe convocarse y para qué. La ANC está contemplada que existe para redactar una Constitución, no para sustituir al órgano legislativo. Pero estamos en una crisis institucional tan grave que se habla que Venezuela tiene dos presidentes, dos asambleas, dos máximos tribunales. Esta crisis es la que debe resolverse a la brevedad y con la mayor inteligencia posible.
Entonces, ¿qué necesita una persona para ser elegida Presidente en Venezuela?
Hubo una elección el 20 de mayo de 2018, en la cual toda la oposición debió haber participado, porque existían las circunstancias favorables para cambiar al Gobierno de la manera más democrática: por la vía electoral. Muy poca gente concurrió.
Resulta que un porcentaje importante de la población no tiene confianza ni en el Consejo Nacional Electoral (CNE) ni en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). ¿Qué hay que hacer entonces? Bueno, producir un hecho político democrático que clarifique estas situaciones, que establezca con transparencia quiénes son los jefes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y que todo se resuelva electoralmente.
¿Por qué hubo sectores de la oposición que decidieron no participar en esas presidenciales, más allá de la desconfianza que usted alude?
En primer lugar, hubo una gran campaña (desde la oposición) para desalentar a la gente a votar. Es curioso, porque veníamos de un gran triunfo electoral de la oposición, que había ganado la Asamblea Nacional abrumadoramente, con Maduro en Miraflores y con el mismo CNE.
De allí en adelante había era que ganar las elecciones de gobernadores (en 2017), pero se sembró una desconfianza total en la ruta electoral y se puso en marcha una estrategia, que no sé de dónde salió, y que consistía en: “cese de la usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”.
Pero el “cese de la usurpación” no puede producirse sino logrando que la gente creyera que el Presidente era un usurpador. Para eso convenía que la gente no votara. Entonces, en función de esa estrategia, se les animó a no participar.
El Gobierno tampoco quería que la gente fuera a votar, porque no tenía las encuestas, así que contribuyó a crear desconfianza. Su maniobra fue pedirle a la ANC que convocara las elecciones, porque aunque no hacía falta, si la ANC lo hacía le daba un argumento adicional a los abstencionistas para no votar.
Luego, el CNE informó que Maduro saco alrededor de seis millones de votos, de casi 20 millones de electores. De manera que 14 millones no quisieron votar por él. Si hubieran ido a votar el resultado habría sido diferente.
Sí, hubo partidos políticos ilegalizados y candidatos inhabilitados, pero también en 1952, en la dictadura de Marco Pérez Jiménez, existían esas circunstancias y, sin embargo, los líderes democráticos de aquella época llamaron a votar y se le ganó a la dictadura.
¿Pero sectores opositores acusaron a Henri Falcón, el principal candidato de oposición, de ser un supuesto infiltrado del Gobierno?
Sí, hubo una campaña feroz (desde la oposición) contra Henri Falcón. Fue terrible y absurda, porque decían que todo el que votara legitimaba al Gobierno, y yo creo que es exactamente lo contrario: todo el que no votó facilitó que el Gobierno se quedara. Un año después del triunfo electoral de la abstención, ¿qué ha pasado? Bueno, allí está Maduro en Miraflores, con una votación muy menguada, pero de acuerdo con la legislación venezolana el que saca la mayor votación es el Presidente.
Usted plantea la estrategia “ganar-cobrar-gobernar”. ¿En qué consiste?
Yo le doy prioridad absoluta al camino electoral. Muchos dicen que soy ingenuo, pero la única alternativa distinta es la violencia, y a mí la violencia no me gusta, me parece que no resuelve nada. Por supuesto, exijo que haya condiciones que hagan transparente la elección, y entonces hay que ganar, porque aunque las encuestas digan que hay una proporción de 80-20, si ese 80 está fracturado y dividido, entonces el 20 puede ganar. Y acaba de pasar.
En Venezuela ha habido presidentes que ganaron elecciones con 30 % de la votación, aun cuando 70 % no votó por ellos. Por ello, ese 80 tiene que estar unido para, primero, “ganar”, con un buen programa, una estrategia comprometida con la ruta electoral y un buen candidato, pero uno, no diecisiete.
Después hay que “cobrar”. Esto quiere decir que los señores que están en el Gobierno entreguen el poder. Pero eso hay que trabajarlo con mucha inteligencia. En Chile, por ejemplo, se negoció con la dictadura, y el señor (Augusto) Pinochet se quedó un tiempo largo después, aquel señor que había dirigido una dictadura tan cruel y terrible. Bueno, negociaron para que entregara el poder y empezó a desmontarse el aparato de la dictadura.
Nosotros, los opositores, si la única alternativa que le ofrecemos a Maduro y su Gobierno es ponerles una braga anaranjada y mandarlos a una cárcel en Estados Unidos; pues no habrá manera de sacarlos de allí sino es a tiros, y los revólveres, cañones y tanques los tienen ellos.
Además, resulta que las únicas victorias que ha obtenido la oposición en estos 20 años han sido electorales. El señor Guaidó tiene la tribuna que tiene porque fue candidato a diputado en las elecciones de 2015, cuando felizmente la oposición sí fue a votar. Por eso, ahora es miembro de la Asamblea Nacional. Es la ruta electoral la que nos ha dado victorias, mientras que la violencia no, porque no hemos podido pasar de la plaza Altamira.
Entonces no les queda otro remedio, como algunos voceros de la oposición sugieren, insinúan o solicitan, que la intervención de una potencia militar extranjera, algo que sería una tragedia, aunque una tragedia poco probable, porque no creo que Estados Unidos lo haga en medio de la enorme cantidad de problemas que tiene.
El chavismo tiene un espacio político en Venezuela y tenemos que respetarlo. No podemos decir: en lo que Maduro salga: fusilados, muertos, exiliados todos y que no aparezca ninguno, Pues no, tienen derechos. Los que hayan cometidos hechos irregulares, pues allí están los tribunales para aplicar las sanciones que correspondan, siguiendo el debido proceso.
Luego viene “gobernar”. No será fácil para el Gobierno que venga después de Maduro, porque los problemas económicos son gigantescos, la situación de los servicios públicos, todo. Se necesita un ambiente de armonía y si nosotros, los opositores, llegamos a ganar y cobrar, y encontramos al país enguerrillado, nos costará mucho trabajo gobernar.
Entonces son tres verbos para reflexionar, porque hay que crear las condiciones para alcanzar cada uno de ellos.
Si no ve posible una intervención militar, ¿a dónde cree que nos llevará el discurso violento de la oposición?
El discurso violento tiene su origen en el chavismo (…) Un lenguaje de fractura, de confrontación. Ese lenguaje lo ha mantenido el señor Maduro.
Pero muchos actores de la oposición han contestado igual, creando una polarización. Se han agotado los adjetivos calificativos porque todos son insultos y agresiones, cuando lo que interesa es explorar la posibilidad de ponernos de acuerdo para salvar al país, porque el sufrimiento de los venezolanos es demasiado grande, mucha gente se ha tenido que ir de Venezuela. Los que se han ido sufren, los que se quedan también.
El sufrimiento de los venezolanos tiene que obligar a los dirigentes del Gobierno y de la oposición a facilitar una solución inteligente a la crisis actual.
Se conoció de una nueva iniciativa de diálogo en Noruega ¿Cómo asume usted esta nueva negociación?
Todo lo que implique diálogo es bueno. Mucha gente me dice ¿acaso tú no te das cuenta que en 20 años siempre ha fracasado el diálogo? Yo les respondo: tenemos 20 años sin diálogo. Se han montado espectáculos para público de galería, pero nunca se ha hecho un diálogo con una agenda seria y con el propósito de encontrar solución a los problemas. Si se está produciendo un diálogo: ¡Magnífico! ¡Albricias! ¡Aleluya! Qué bueno sería que Gobierno y oposición se pusieran de acuerdo.
La Presidencia de la República es un factor de unidad nacional. Qué bueno sería que el señor Maduro dijera: comprendo que mucha gente no me quiere, pero yo soy el Presidente y tengo que ver cómo unir al país para conversar y resolver el problema.
Pero Maduro ya lo ha dicho muchas veces
Bueno, pero no con suficiente sinceridad, pues a veces uno siente que a sus interlocutores no les interesa el diálogo. Y del lado opositor igual. Yo no quiero que a Maduro lo metan preso en una cárcel de Estados Unidos. Yo quiero es que el problema de los venezolanos se resuelva, que quienes se fueron puedan regresar, que el país prospere, que haya una economía floreciente y empleo para todos.
Yo creo que Maduro tiene un ingrediente de patriotismo: bueno, en nombre de eso trabaje para un diálogo. Y tengo que suponer que los líderes de la oposición lo tienen también: bueno, ayuden a resolver el problema. Por la vía de la confrontación tenemos 20 años perdidos, confrontándonos, peleándonos, insultándonos. Urge es diálogo. Vamos a ver si por la vía del diálogo se resuelve.
¿Propone usted un diálogo entre Maduro y Guaidó? ¿O quizás entre Maduro y Trump, quien ha tomado la batuta de la oposición?
Yo prefiero un diálogo entre Maduro y Guaidó, sin la presencia de Estados Unidos, ni de Cuba, ni de Rusia, ni de China. Somos venezolanos los que estamos sufriendo. ¡Pónganse de acuerdo! De Maduro nadie puede negar que es quien atiende el teléfono en Miraflores, con él es quien hay que hablar.
Algunos me dicen: ¿cómo vamos a hablar con él si es muy mala gente? Imagínense que a usted le secuestran a un familiar y le dicen: usted no puede hablar con el secuestrador porque es muy mala gente. Pero si él es quien tiene a mi familiar, es con él con quien debo hablar y negociar.
Entonces, Maduro es un factor demasiado importante y Guaidó también, porque para mucha gente se ha convertido en una esperanza, una ilusión, un líder. Entre ellos dos, sin teatro, de forma discreta, junto a sus asesores, podrían encontrarle a Venezuela una solución pacífica, democrática, constitucional, electoral y consensuada (…) La única alternativa diferente son los cañones, y no tenemos cañones, quien tiene los cañones es el señor Trump y él está demasiado enredado con Irán, donde después de décadas de bloqueo los ayatola siguen gobernando; con Afganistán, Siria, Libia, todo Medio Oriente y hasta una guerra económica con China.
¿A pesar de ello conversa con Putin y acá los venezolanos ni siquiera pueden hacerlo?
Y no solo con Putin, también con Kim Jong-un en Corea del Norte, después de que se dijeron horrores se han reunido varias veces. Entonces, si Nixon pudo hablar con Mao Tse Tung, si Trump puede hablar con Putin y el presidente de China… ¿cómo es que aquí en Venezuela no se puede conversar?
¿Por qué dice que Venezuela ha vivido una “tragedia de equivocaciones”?
Shakespeare escribió una comedia llamada “Comedy of errors” o “Comedia de equivocaciones”. Bueno, en Venezuela no es una comedia, es una tragedia. Creo que al final de la democracia representativa (1998) se cometieron todos los errores que uno se pueda imaginar. ¿Quiénes eran los candidatos presidenciales de los principales partidos de oposición? Acción Democrática postuló a Luis Alfaro Ucero, muy estimable pero sin condiciones para ser presidente. Copei postuló a una reina de belleza (Irene Sáez), muy estimable pero con una propuesta poco seria. Entonces, para Chávez fue muy fácil ganar.
Después de esa tragedia de equivocaciones que liquidó la experiencia de la república civil y el bipartidismo, vino el señor Chávez con una cantidad de dinero enorme. En el mercado petrolero aumentó el precio del crudo a más de 100 dólares. ¡Qué envidia! ¡Qué cosa más grande tener esa cantidad de dinero! Y el dinero se despilfarró, se lo regaló a no sé cuántos países, y comenzó la corrupción.
Entonces, se muere Chávez y viene Maduro, a quien le toca dirigir el país en circunstancias extremadamente difíciles, pero no se hace ningún esfuerzo de reconstruir la unidad nacional. Aunque Maduro podrá decirme que eso no es así, porque él fue y se presentó a la sesión de instalación de la Asamblea Nacional de mayoría opositora (2016) para dar un testimonio de respeto a la institución. Pero no le fue bien, porque desgraciadamente del otro lado le dijeron de una vez: “¡A usted le quedan seis meses en la presidencia!”, “¡Dentro de seis meses los sacamos!”.
Entonces, no hubo diálogo. ¿Qué podía hacer? Bueno, decir: Yo tengo el control del Poder Ejecutivo, ustedes el del Poder Legislativo, el pueblo está pasando hambre, vamos a trabajar juntos para resolver el problema. Eso es lo más importante, resolver el sufrimiento de la población.
Pero no fue así y entonces viene el Gobierno estadounidense y dicta medidas para sancionar a Venezuela, algunas dirigidas a funcionarios venezolanos –que están muy bien venidas– pero otras castigan al pueblo y le hacen la vida mucho más difícil.
¿Usted cree que esas sanciones tienen incidencia en la crisis, en la escasez de medicina, en el alto costo de la vida y que la responsabilidad no ha sido única y exclusivamente del Gobierno?
El origen del problema está en las políticas equivocadas de los Gobiernos de Chávez y de Maduro. Incluso, diría que el origen está en (las políticas de) los gobiernos anteriores, cuando se cometieron muchos errores. Pero las sanciones, por supuesto, agravan exponencialmente la situación.
Mucha gente en Venezuela pasa hambre, pero seguro que no Maduro y su entorno. Entonces, a quien le afectarán las sanciones más tarde es a Maduro, mientras pagamos la cosa quienes no conseguimos comida y remedios para nuestros enfermos. Hay que acabar con eso, y para hacerlo no hay ningún camino que sustituya al diálogo inteligente, patriótico, sincero, franco y que ayude a superar la situación.
¿Cree usted necesario buscar financiamiento en el FMI, el Banco Mundial, el BID y otros entes financieros, después de vivos ejemplos como Argentina?
Primero debemos resolver el problema político, que sea sustituido o legitimado este Gobierno, porque si vamos a unas elecciones y ganan –aunque yo no quiera ni crea que ganen– se legitiman. Pero ojalá venga un nuevo gobierno serio, responsable, de amplitud y unidad nacional, con una oposición leal a los intereses nacionales.
Una vez que se produzca eso, se deben tomar muchas ideas que se han presentado sobre cómo reconstruir la economía. El FMI es una institución a la cual aún pertenece Venezuela. Bueno, hay que negociar los términos de un auxilio, porque necesitamos muchísimos dólares, y esos recursos solo lo tienen dos o tres instituciones. Ojalá estudiemos el caso (Mauricio) Macri para no cometer los mismos errores. Ojalá estudiemos el caso Carlos Andrés Pérez (1992) para no cometer los mismos errores.
Pero, el FMI no tiene el propósito de hacerle daño a Venezuela. Por ello, ese Gobierno venezolano, y yo incluiría también a la oposición, se tendrá que sentar y negociar términos que no vayan a castigar a los ciudadanos por encima de lo justo.
¿Ve alguna pronta solución al conflicto diplomático? ¿Tiene alguna propuesta?
Creo en primer lugar que se debe resolver el problema del aislamiento, porque Venezuela tiene relaciones con muy pocos países del mundo, algunos de los cuales no son recomendables. Pero tiene rotas las relaciones con países demasiado importantes. Se debe restablecer relaciones con esos países, como por ejemplo Estados Unidos. Debemos tener buenas relaciones con ellos, con Colombia, con todos los países de la comunidad europea.
Pero Estados Unidos tiene desde 2002 tratando de derrocar al Gobierno Bolivariano ¿Pareciera que ellos no creen en el mutuo respeto?
Tienen que ser relaciones de mutuo respeto, porque de lo contrario no es posible. Estados Unidos tiene que respetar la soberanía venezolana, y nosotros la de ellos. Ni Venezuela es subalterno de Estados Unidos, ni ellos de nosotros. Tienen que ser relaciones dignas. Pero ellos históricamente han sido el principal comprador del petróleo venezolano y el principal suplidor, porque la mayoría de las importaciones venían desde allá.
Claro, eso no significa que tengamos malas relaciones con Rusia y China, porque son dos países muy importantes. Todo depende de la habilidad que tengamos nosotros para negociar y que las medidas que se adopten no vayan a significar que se cancelen programas sociales indispensables y urgentes. Debemos explicarles que si hacemos “esto”, podemos condenar a muerte a millones de venezolanos.
¿Permite la Constitución venezolana invocar una intervención militar extranjera, cómo dicen ciertos sectores respecto al numeral 11 del artículo 187?
He sido modestamente profesor de derecho constitucional y no encuentro fundamento alguno para que se invoque ese artículo y se pida una intervención militar. Sería un absurdo que en la Constitución de un país exista un artículo que permita a una potencia extranjera invadirnos. Pero repito, yo creo que una intervención militar es muy poco probable, muy poco deseable y no resolvería nada, porque quedaría el país metido en un estado de conflictividad que impediría el tercer verbo: gobernar.
Además, aborrezco la guerra, porque la humanidad se ha pasado toda la historia de guerra en guerra y me parece abominable. Soy un apasionado partidario de la paz, de la inteligencia, de la política, de la negociación. La fuerza interviene cuando fracasa la política, y yo no puedo permitir que fracase la política, la inteligencia, el patriotismo.
¿Qué significado tiene el concepto de misión militar extranjera a la que se refiere ese artículo?
Asesoramiento. Durante la democracia representativa hubo misiones militares que fueron muy atacadas por la izquierda y todo el mundo. Pero era una presencia discreta de algunos oficiales que asesoraban y explicaban el funcionamiento de ciertos aparatos que se adquirían de terceros países.
¿Cómo la misión militar rusa que arribó hace unos meses?
Como una misión militar que puede haber venido con esa intención. Pero yo creo que la intención de Rusia es dar una noticia clara al mundo de que no son indiferentes a lo que sucede en Venezuela. Pero sí, generalmente las misiones son de carácter técnico y no comprometen la soberanía.
¿Qué significa cada uno de estos términos para usted?
Venezuela
Gran potencialidad y futuro.
Democracia
Indispensable y necesaria.
Constitución
Respeto y supremacía.
Abstención
Un error.
CNE
Necesita rectores honorables.
Copei
Gran partido, gran historia y gran futuro.
Intervención militar
Desaconsejable.
Donald Trump
Conflictivo.
Vladimir Putin
Inteligente, arbitrario y autoritario.
China
País con un fascinante futuro.
Juan Guaidó
Responsabilidad, porque esperamos mucho de él.
¿Qué aspiraciones políticas tiene Eduardo Fernández?
Ayudar a que Venezuela, antes de que yo me vaya, sea un país democrático, donde haya progreso económico, justicia social y educación de primer mundo.
¿Qué mensaje le daría al pueblo venezolano, tanto a quienes creen en Maduro como aquellos que creen en Guaidó?
Que piensen primero en Venezuela y después en los intereses de bando. Que los intereses de Venezuela tienen que estar por encima de los intereses de los partidos y de los líderes.