11 de agosto de 2017: “Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo, posiblemente, una opción militar si es necesario», fueron las palabras del presidente de los Estados Unidos (EE. UU.), Donald Trump, sobre los planes de la Casa Blanca para actuar contra el país suramericano.
Estas declaraciones causaron revuelo a nivel global, por primera vez -en la historia reciente- un Presidente de EE. UU. reconocía abiertamente las posibilidades de atacar militarmente a Venezuela, un país que fue decretado en 2015 por la administración de Barack Obama, como una “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad estadounidense, una denominación que abrió las puertas a la ejecución de un ataque armado de las tropas norteamericanas contra el pueblo venezolano.
Desde que Obama firmó ese decreto contra Venezuela, que ha originado la imposición de un férreo bloqueo financiero contra la población, que ha ocasionado un fuerte deterioro en la calidad de vida, el poder adquisitivo, el abastecimiento de productos de primera necesidad como medicinas y alimentos, boicot que ha sido calificado por el gobierno venezolano como una “guerra económica multiforme”, una gran cantidad de ciudadanos han decidido emigrar hacia otros países de la región en busca de una salida que les permita respirar ante el asedio económico y social al que actualmente es sometida la nación suramericana.
Y es precisamente esa migración, que con el recrudecimiento de la crisis económica inducida se ha incrementado, la que actualmente sirve como excusa perfecta para la campaña de descrédito que encabeza Washington y sus aliados en el continente -principalmente Colombia y la cúpula de la Organización de Estados Americanos (OEA) con la voz de su secretario, Luis Almagro- para calificar al gobierno constitucional venezolano que dirige el Presidente, Nicolás Maduro, como una “dictadura” o un “régimen dictatorial” que ha llevado al país a una “crisis humanitaria”, el pretexto ideal para intervenir directamente en el país.
Ya ha pasado más de un año de aquella declaración de Trump que abrió el camino a una serie de ataques desproporcionados contra Venezuela y que al pasar de los meses se han venido intensificando de forma más abierta y radical.
Prueba de ello han sido las visitas y giras por Suramérica que han efectuado durante este 2018 el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, y más recientemente el Secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, quienes llegaron a la región con una agenda abierta y clara: “aumentar la presión contra Venezuela” para lograr “una transición” y un cambió de “régimen”.
Dos funcionarios que sí le sirven a Trump
Pero durante este último año, no todas las voces que integraron el gobierno de Trump estuvieron de acuerdo con la intervención militar contra Venezuela.
El pasado 4 de julio de 2018, la agencia estadounidense de noticias Associated Press (AP) reveló en una nota información importante sobre los conflictos internos que generaron las declaraciones de Trump sobre Venezuela e incluso la negativa de varios de sus funcionarios de gobierno a un escenario bélico contra el país suramericano.
El periodista de AP Joshua Goodman, expresa en ese texto que ejecutar una invasión militar contra Venezuela es una idea “muy seria” que tiene el Presidente Trump y que a pesar de los consejos de su equipo de gobierno se mantiene tercamente en “su cabeza”.
Es tan radical el pensamiento de Trump y su obsesión de enviar tropas a Venezuela, que incluso llegó a justificar su idea -según explica AP- con las invasiones que EEUU ejecutó en Panamá en 1989 y contra Granada en 1983, ambas calificadas de “exitosas” para los intereses de Washington, acciones militares que dejaron graves violaciones a los derechos humanos de esos pueblos, y que con gran prepotencia siempre terminan reducidas al eufemismo de “daño colateral”.
Pero esta posición no fue compartida por los que eran entonces dos altos funcionarios de Trump: el secretario de Estado, Rex Tillerson; y el asesor de Seguridad Nacional, general H. R. McMaster.
“En un intercambio que duró unos cinco minutos, McMaster y otros se turnaron para explicarle a Trump cómo la acción militar podría ser contraproducente y arriesgaría a perder el apoyo difícilmente ganado entre los Gobiernos latinoamericanos”, cita la nota de AP.
Y justamente estos dos funcionarios Tillerson y McMaster, ya no forman parte del gobierno de Trump. Ambos fueron destituidos y sustituidos por John Bolton, como asesor de Seguridad Nacional; y Mike Pompeo, en la secretaría de Estado.
Un despacho de Panam Post explica que Tillerson dejó el puesto por discrepancias con Trump, quizás las mismas originadas por su posición sobre Venezuela.
Dice el texto: “Se habla de desacuerdo en torno a Venezuela. ‘Las diferencias entre Trump y Tillerson pueden resumirse en que al presidente le gustan soluciones más expeditas, aunque generen turbulencias’, se lee en una nota en la Revista Zeta. Y cuando el presidente anunció que Mike Pompeo sería el sustituto en Foggy Bottom, respaldó su decisión asegurando que con el exdirector de la CIA coincidía más”.
“Siempre estamos en la misma página. Nuestra relación ha sido muy buena y eso es lo que necesito de un secretario de Estado (…) Con Mike Pompeo tenemos una línea de pensamiento parecida”, explicó Trump sobre el exjefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).
En ese sentido, recuerda el diario en su portal web, que fue precisamente Pompeo el funcionario encargado de emitir una matriz de opinión a través de la mediática hegemónica internacional, para decir que supuestamente el gobierno de Maduro tiene “vínculos” con el narcotráfico y el terrorismo internacional. Eso, claro está, sin mostrar hasta la fecha prueba alguna que revele tal acusación.
En el caso del general McMaster, AP explica que el exasesor de seguridad fue sustituido también por “diferencias”.
Cita Panam Post: “En un reportaje del diario El País, se lee que el exasesor estuvo en contra de la decisión de denominar “terrorismo radical islámico” a los grupos terroristas islámicos. También, justamente unos días después de que Donald Trump dijera que no dejaba a un lado “la opción militar” ante la crisis en Venezuela, McMaster sostuvo, en una rueda de prensa, que Estados Unidos no ejecutaría ninguna operación bélica en el país latinoamericano”.
“McMaster le llevó la contraria a Donald Trump, públicamente, sobre Venezuela, y en marzo de este año terminó despedido. Lo sustituyó el war hawk, o “halcón de la guerra”, John Bolton”, agrega el medio.
El diario -que tiene como sede Miami, Florida, EEUU- explica sobre la designación de Bolton: “es mucho menos moderado que el general. Tiene fama de conservador y belicista. Es pragmático y se inclina a resolver los conflictos de esa forma. Apoya la idea de un cambio de régimen en Irán, Corea del Norte, Siria y Libia. Esto con el férreo puño militar de Estados Unidos. Respalda las acciones belicistas en escenarios donde la diplomacia ya no tiene cabida. Es paradójico, pero lo de Bolton no es la cortesía ni el apaciguamiento”.
Esta visión de Bolton y de Pompeo -leales a la idea belicista de Trump- causan más alamar debido a que ahora el titular de la Casa Blanca cuenta con funcionarios que sí admiten la salida militar e incluso harán todo por propiciarla.
“Su designación debió haber generado nerviosismo: es un halcón de la era Bush y llegó con mano pesada contra las tiranías de Latinoamérica y Oriente. No siente ninguna simpatía por los Castro y mucho menos por Maduro. En una nota publicada en El Nuevo Herald en marzo de este año, se lee: “Para América Latina, siempre ha hecho énfasis en cómo Cuba, Venezuela y Nicaragua han socavado los intereses de Estados Unidos en toda la región”, refiere Panam Post.
En síntesis –agrega el medio mayamero- “Donald Trump cambió a dos moderados, que en su momento se opusieron a su idea de intervenir militarmente en Venezuela, por dos hombres implacables y severos”.
Impregnar el belicismo en los gobiernos latinoamericanos
En la segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), los países miembros con excepción de EEUU y Canadá que no integran el bloque, declararon a toda la región como Zona de Paz, donde jamás sería permitida una intervención militar extranjera y mucho menos la promoción de la misma.
Esta posición también fue reivindicada por bloques como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), ambos grupos de integración multinacional que resultan ásperos a los intereses de EEUU y que de a poco han sido atacados desde su interior con políticas de desintegración y división que promociona la Casa Blanca con el apoyo de gobiernos neoliberales que han recobrado fuerza en la región, una especie de nuevo macartismo y Plan Cóndor renovado.
Para lograr la disolución de la ola independentista en la región que lograron los gobiernos progresistas en años anteriores bajo el liderazgo de Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Rafael Correa, entre otros, Trump y su gobierno se han propuesto erradicar las fuerzas de izquierda del continente para así poder controlar la geopolítica latinoamericana y la inmensa cantidad de riquezas en recursos energéticos, minerales y naturales que tiene la región.
Por ejemplo, la misma nota de AP, sostiene que el propio Trump habló directamente con varios presidentes latinoamericanos sobre la idea de intervenir militarmente contra Venezuela, esto con mayor peso con el extitular de Colombia, Juan Manuel Santos.
Las reuniones entre Trump y Santos, según AP, se habrían efectuado entre agosto y septiembre de 2017. Y precisamente resulta preocupante dos puntos: la solicitud que hizo la Casa de Nariño a EEUU para que el Comando Sur llevara un “buque humanitario” a sus costas -tropas que llegarán a finales de septiembre al país vecino de Venezuela- y la reciente incorporación de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza militar intergubernamental entre Norteamérica y países Europeos que sostiene guerras en Siria, Libia, Afganistán, Irak, entre otros, y que además genera inmensos dividendos a la industria armamentista, principalmente al capital estadounidense.
Explica Panam Post que en 2017, previo a una cena realizada dentro de las actividades relacionadas con la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aprovechó el escenario para hablar sobre la acción militar contra Venezuela con varios jefes de Estado latinoamericanos.
“En el evento estaba Santos también. Pese a las advertencias de sus asesores, el presidente norteamericano planteó la idea a sus homólogos. Empezó diciendo: ‘Mi equipo me dijo que no dijera esto”, y luego Trump preguntó a cada Presidente si estaban seguros de que no querían una solución militar, agrega el texto de PanamPost.
La “sorpresa de octubre”
Este mismo medio, que muestra una línea editorial marcada contra el gobierno de Maduro y alineada a los intereses de EEUU, explica en otra nota publicada este 20 de septiembre, que el exjefe de Gabinete de la Casa Blanca del expresidente Barack Obama y actual alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, alerta que Trump sí intervendrá militarmente en Venezuela.
“En una entrevista al medio CNBC, Emanuel advirtió que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, podría intervenir en Venezuela para desviar la atención de importantes problemas de su administración y obtener beneficios políticos que le garanticen la victoria en las elecciones del Congreso que se celebrarán el 6 de noviembre de este año”, explica la nota.
“Nosotros tenemos una frase en este país: la sorpresa de octubre (…) creo que en estos momentos él está buscando hacer cualquier cosa y hará cualquier cosa”, dijo al periodista John Harwood de CNBC.
“Como asesor principal de la Casa Blanca de Clinton, Emanuel ha estado recibiendo el mismo tipo de sospechas que ahora tiene sobre Trump. En 1998, los republicanos se preguntaron en voz alta si Clinton ordenó ataques aéreos contra Afganistán, Sudán e Irak para desviar la atención de su affaire con Monica Lewinsky y la posterior acusación”, se lee en CNBC citada por Panam Post.
Emanuel fue entrevistado luego de que el New York Times revelara que el Gobierno de Estados Unidos había sostenido reuniones con altos miembros de la Fuerza Armada Venezolana, que estaban dispuestos a ejecutar un golpe de Estado, hecho que se sumaría al intento frustrado de magnicidio que se perpetró el pasado 4 de agosto de 2018 y que fue planificado en Miami con colaboración del gobierno de Santos en Colombia, según informó el gobierno venezolano.
“An October surprise o la “sorpresa de octubre”. Es un término utilizado por los estadounidenses en referencia a un posible evento que pueda influir en las elecciones de Estados Unidos, celebradas el primer martes de noviembre. El término surgió en 1972, en la víspera de las elecciones presidenciales entre Richard Nixon y George McGovern. Pese a que la Guerra de Vietnam no estaba en sus últimos días, Henry Kissinger aseguró el 26 de octubre de ese año que la paz era inminente. Esa afirmación pudo haber garantizado la victoria de Nixon”, explica Panam Post.
Según el exjefe de Gabinete de Obama, Trump “ha ignorado los consejos de los principales asesores en numerosos asuntos de seguridad nacional”.
Intervenir pero en coalición
La intención de intervenir militarmente a Venezuela es real y una amenaza cada vez más latente. Lo que retrasa las intenciones de Washington es que la Casa Blanca no quiere asumir el riesgo en solitario y sin el apoyo de gobiernos latinoamericanos.
En ese sentido, el diplomático, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores del expresidente George W. Bush y exdirector de Policy Planning del Departamento de Estado, Richard Haass, dijo a la CNBC lo siguiente: “Entiendo todos los problemas de la intervención, pero también entiendo los peligros de permitir que esta situación se desarrolle (…) Estados Unidos debería participar en una coalición que esté dispuesta a deponer al régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, no debería liderar esta intervención”.
Esta misma posición la tiene el embajador de EEUU en Colombia, Kevin Whitaker, quien sostiene que para lograr un “cambio de gobierno en Venezuela” se necesita una coalición regional fuerte que presione más al país suramericano y pueda acabar con “el régimen de Maduro”.
“Es difícil pero necesaria. Bueno, en un país normal, y Venezuela ya no lo es, se puede hablar de poner a funcionar las instituciones democráticas, pero las instituciones han sido cooptadas por la dictadura de Maduro”, declaró Whitaker al diario El Tiempo de Bogotá, donde ratificó que Colombia cuenta con su país en caso de un escenario bélico.
“Lo que se está buscando, y en alianza con otros países de la región, incluyendo a Colombia, es insistir una y otra vez en eso. Y vemos en el gobierno del presidente Duque un gran aliado. Su posición ha sido muy clara”, agregó.
En ese sentido, el embajador de EEUU en Colombia duda que los militares venezolanos sean una amenaza: “Francamente, dudo de la capacidad de los militares venezolanos de montar algún tipo de amenaza contra Colombia”, en cambio, según el “diplomático”, Colombia “tiene unas Fuerzas Armadas muy capaces, muy experimentadas y muy listas”.
Whitaker recordó en esa entrevista la visita del secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, a Colombia y su reunión con el presidente Iván Duque –sucesor de Santos y ficha de Álvaro Uribe Vélez, quien tras salir de la presidencia en 2010, dijo que estuvo a punto de iniciar una intervención militar a Venezuela para derrocar a Chávez.
“Ellos discutieron el tema. Lo que voy a decir como producto de esa reunión es que Colombia puede contar con nosotros”, dijo el representante de Washington en Bogotá desde abril de 2014.
La posición de Whitaker es semejante a la de su homólogo colombiano en EEUU, Francisco Santos, quien recientemente dijo que su país no descarta la opción de intervenir militarmente en Venezuela.
“Se escuchan voces que hablan de operaciones militares unilaterales (en Venezuela). Creemos que debe darse una respuesta colectiva a esta crisis. Pero creemos, y déjeme ser bastante claro, que todas las opciones deben ser consideradas (…) Ya es muy tarde y muy inocente pensar que esto se solucionará sin un cambio de régimen y en eso hay que ser claros. Debe haber una reacción internacional inmediata que permita presionar al Gobierno de Venezuela“, dijo el embajador colombiano en su primer acto en EEUU.
Vientos que resoplan en la OEA y la ONU para llegar a la OTAN
A esta posición belicista se une la postura del secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien en vez de condenar la posibilidad de generar una guerra en la región -el pasado 14 de septiembre- no descartó que se realice una intervención militar en Venezuela “para solucionar su crisis humanitaria”.
En esa campaña de “crisis humanitaria” en Venezuela también se ha montado la nueva secretaria general de Derechos Humanos de la ONU, Michel Bachelet, quien ha sido proclive a la línea mediática internacional y estadounidense.
Es así como el pretexto de «crisis» para crear el escenario que apruebe una «ayuda humanitaria», más que auxiliar a los venezolanos y velar por la solución de los problemas que se han inducido en el país, agravan la coyuntura actual, pues son estos los argumentos catalogados como válidos para que los organismos multilaterales como la ONU validen una “intervención humanitaria” donde seguramente tomarán sus armas las tropas de la OTAN.
El escenario ideal -en la actualidad- para que EEUU y su presidente, Donald Trump, realicen el lobby necesario para generar las condiciones y excusas que blinden su teoría de intervenir en Venezuela, es la Asamblea General de la ONU.
El viernes pasado -21 de septiembre de 2018- por ejemplo, el vicepresidente estadounidense Mike Pence, informó que tras sostener un a llamada telefónica con el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, abordaron el tema Venezuela, y en ese sentido, Pence «elogió al presidente Moreno” por los recientes pasos que ha dado Ecuador “para aislar aún más el régimen de Maduro”, cita la agencia EFE.
En ese mismo despacho de EFE se conoció que el presidente de Colombia, Iván Duque, encabezará esta semana en Nueva York una reunión internacional sobre Venezuela. A dicha reunión acudirá Pence, y tendrá lugar en los márgenes de la Asamblea General de la ONU.
“La presencia de Pence la anticipó la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, al dar a conocer la agenda que tendrán en Naciones Unidas el presidente, Donald Trump, y otros miembros del Gobierno”, cita EFE.
Voces neoliberales alientan en la ONU la intervención «humanitaria» contra Venezuela
La mediática corporativa internacional previo al 73° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, ya anunciaba que el organismo tendría como principales protagonistas a Venezuela y Nicaragua, país que también se encuentra en la lista de haberes por solventar de la Casa Blanca y en el que ya enfilan sus acciones de guerra.
Así ha sido. Las intervenciones de este martes -25 de septiembre de 2018- recogen más ataques contra la soberanía venezolana por parte de Presidentes abiertamente aliados a Washington como Lenín Moreno (Ecuador), Michel Temer (Brasil), Martín Vizcarra (Perú), Maurici Macri (Argentina), Mario Abdo Benítez (Paraguay) y Jimmy Morales (Guatemala).
Todos hablaron de «restaurar» la democracia en Venezuela, obviando que el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, resultó ganador de unas elecciones blindadas con los mecanismos de certificación de resultados más confiables del mundo.
También coincidieron en continuar con la matriz de opinión de «crisis humanitaria» en Venezuela y en apoyar a la salida del «régimen dictatorial» que lidera Maduro.
En el caso de Perú, Vizcarra -quien asumió el poder en medio de escándalos de corrupción y mafias judiciales en los que también podría estar implicado-, dijo que su país denunciará a Maduro ante la Corte Penal Internacional por supuestamente violar los derechos humanos de los venezolanos y por ende ser culpable de crímenes de lesa humanidad.
Por su parte, Lenín Moreno, dijo -según su visión- que diariamente entran miles de migrantes venezolanos a su país, y que los niños llegan con enfermedades graves que pueden ser prevenidas con vacunas.
Esta aseveración la hace el titular ecuatoriano sin mencionar que el bloqueo impuesto por la Casa Blanca contra Venezuela, limita y boicotea el suministro de medicinas necesario para que el sistema de salud venezolano pueda suministrar las dosis necesarias a la población.
En ese periplo, Donald Trump también dio sus declaraciones. En el seno de la ONU, como era previsible, el presidente estadounidense insistió en mantener el asedio contra Venezuela y el socialismo.
«Todas las naciones del mundo deben resistir al socialismo», por ende solicitó el respaldo de los demás Gobiernos «en el llamamiento por el restablecimiento de la democracia en Venezuela».
Trump también anunció la imposición unilateral de nuevas sanciones contra Venezuela, según sus declaraciones orientadas al «círculo interno» y los «asesores cercanos» del presidente Maduro.
Luego, en declaraciones a periodistas, Trump ratificó su propósito militar contra Venezuela, sea a través de un golpe militar desde adentro o una intervención extranjera
“Un golpe militar contra Maduro podría funcionar rápidamente si los militares deciden hacerlo (…) Mantengo la opción militar sobre la mesa”. acotó el jefe de la Casa Blanca.
Estas acciones, relacionadas al obsesivo interés del empresario Donald Trump y del gobierno de EEUU, de intervenir militarmente sobre Venezuela, es -sin duda alguna- un hecho que beneficiaría las arcas de las corporaciones que impulsan la industria de la guerra dentro de la OTAN y además le darían un aire al negocio de la guerra que ya se ha extendido por muchos años en Asia, Afríca y Oriente Medio.
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