David Foster Wallace: era neoyorquino. Había nacido en 1962 y antes de que cumpliera cuarenta años, ya se lo consideraba como uno de los más audaces y mejores escritores contemporáneos. Se lo comparaba con John Kennedy Toole, famoso por “La conjura de los necios”, una obra que fue publicada de manera póstuma y que se llevó un premio Pullitzer. Se creía que Wallace era el heredero natural de este tipo de literatura. Alcanzó el punto más álgido de su carrera con la novela “La broma infinita”, pero también se desempeñaba como cuentista y cronista periodístico. En 2008, su mujer fue a la lavandería. Wallace estaba deprimido, pero le había comentado que nadie se suicida la misma semana que va al quiropráctico. Él había visitado al médico hacía unos pocos días. No obstante, al joven escritor fue hallado sin vida, colgando del techo de su casa.
Ernest Hemingway: ganador del premio Nobel, el escritor norteamericano nació a finales del S.XIX y es considerado como uno de los escritores más influyentes del S.XX. Trabajó como corresponsal en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Civil Española, experiencia que luego se vería reflejada en su obra. Vivió en Francia y se relacionó con el mundo bohemio e intelectual de la época, lo cual quedó plasmado de manera casi autobiográfica en su novela “París era una fiesta”. Entre su entorno se destaca el escritor Scott Fitzgerald, con quien daba largas caminatas, y Gertrude Stein a quien confiaba sus textos para que se los corrigiera. En la década del ´60 dio el punto final a su vida con una escopeta.
Hunter Thompson: padre del periodismo “gonzo”, una corriente que proponía una ruptura radical con el modo tradicional de escribir de la época, en la cual, entre otras características, se posicionaba al cronista como parte primordial del relato. Ícono de la contracultura de la década del ´60, alcanzó la fama con su novela “Pánico y locura en Las Vegas”, en la que relata un viaje a pura pastilla y mezcalina por el desierto norteamericano. Thompson, asediado por un estado de salud paupérrima, se suicidó a los 67 años.
Edgar Allan Poe: la vida de este escritor norteamericano estuvo signada por la tragedia desde el principio: quedó huérfano a los dos años y padeció una infancia traumática. Su obra es considerada una de las más ricas de la literatura universal; si bien es conocido por el género de terror, también fue poeta, periodista y crítico literario. Su cuento “Los crímenes de la calle Morgue” es una de las referencias históricas de la narrativa policial. Terminó sus días harapiento, delirante y vagabundo. Aún no se conocen con exactitud los motivos de su muerte.
Virginia Woolfe: tenía 59 años, el 28 de marzo de 1941, cuando se adentró en un río del sur de Inglaterra, su país natal, de donde no volvió a emerger. La escritora supo protagonizar la escena literaria aún a pesar de su condición de género en una época en la que los cánones eran casi exclusivamente abarcados por el sexo masculino. En su ensayo “Un cuarto propio”, Woolfe se adentra en la relación entre ser mujer y ser artista. Esta obra es considerada como una piedra angular en la reivindicación de la identidad y de la voz femenina. Lo último que escribió Virginia fue la carta de suicidio dirigida a Leonard, su esposo.