La maquina del orgasmo infinito

se vale leer dos veces

La maquina del orgasmo infinito

Autor: Mauricio Becerra

El lector tiene entre sus manos una colección de novelas cortas de Julio Meza Díaz. Para los que no lo conozcan ni sepan qué esperar de su pluma, y sin ánimo de spoilear — aunque ése ánimo está siempre presente cuando se quiere compartir un descubrimiento semejante, y que a veces coquetea sin delicadeza en el borde del teclado —, nos atendremos a mencionar ciertas generalidades sobre su obra.

El mundo de la escritura de Julio Meza Díaz está unido, en general, de arriba abajo por un cierto ánimo vintage, ochentero, de subvertir la falsa moralidad, al ritmo del Eurodance o de Los Prisioneros, sirviéndose, para ello, desde el estilo de narración más clásica hasta, como el presente caso, del género fantástico. Meza ha desarrollado su propio lenguaje, en el que puede interpelar tanto al lector literatoso como al hombre de calle, que busca un momento de escandalosa diversión. En particular, el panorama general de ésta colección se asemeja, hasta cierto punto, con esos juegos mecánicos extremos que todos hemos visitado o deseado visitar de niños o adolescentes. Una plataforma vibratoria en la que todos los entes autoconscientes se arrastran, quiéranlo o no, al ritmo del bamboleo del pum-pum-pum del Deseo, el clavo ardiente al que todos se agarran con fervor antes de salir volando por encima de la baranda y terminar atravesados sobre el carro de Hot Dogs. Julio sube a la plataforma a sus personajes, aprieta el botón, y lleva el ritmo con las palmas. Conoce el poder centrífugo del ridículo y pretende desnudar las miserias, las contradicciones y la hipocresía, pero con un buen cumbión. Caen túnicas, uniformes e imposturas, y sólo queda lo esencial, y a veces, nada.

En efecto, muchos de sus personajes, buscando placer, están a punto de resbalar y deshacerse o sufrir. Una de sus víctimas más conocidas es Vargas Yosa. Si, el mismo. El que era un escarabajo antes de despertar. Este Vargas Yosa, un mestizo del auténtico © y de Nicholas James Vujicic, el famoso orador motivacional sin brazos ni piernas, siempre ha ido de lo que no es, y de repente se ve desnudo siendo el Rey. Tambalea y cae. También carecen de barandas morales sus personajes oficinescos, administrativos corporativistas y funcionarios de todo tipo, ambiciosos, tacaños, y lúbricos. Gente que no dudaría en violar a su abuela por un porcentaje de los derechos de retransmisión, y disfrutarían tanto una cosa como la otra. Ni Dios se salva.

Toda la Feria de juegos mecánicos de Julio se enchufa a una toma corriente poderosa: el Placer. Si, el Deseo y la lubricidad: el ritmo de las novelas, el andar de los personajes, hasta su propio razonar, ésta teñido de deseo y la búsqueda irredenta de satisfacción. El Deseo es una constante en la obra de Julio, pero no se trata de un deseo por la persona del Otro, sino de la satisfacción pulsional, onanista, para la que el Otro no es más que un instrumento o una ocasión. Era así en la juvenil “El Amor sabe a Sábila” (Editorial Ínfima, Lima, 2009) en la que Alex se enamora de uno de aquellos vegetales — planta también conocida como Aloe Vera — por sus particulares virtudes como lubricante; también hay de ese furor autocomplaciente en “Solo un punto” (Editorial Calcomanía, Lima, 2010), aunque temperado por las permanentes preocupaciones que los protagonistas sufren por su edad adolescente, la época que les toca vivir y las penurias que les impone su colegio, el San Agusto.

Si hemos de buscar un Universo para los personajes de ésta colección, propongo uno paralelo al de nuestros años 90, pero en el que el cristianismo, o al menos, su forma culposa, aborrecedora del sexo, no hubiese triunfado. Tendríamos así una Primera Revolución industrial con un James Watt inventando el consolador a vapor; un Descubrimiento de América – llamado por algunos eufemísticamente “Encuentro de dos mundos”, aunque uno de los mundos no hizo nada para encontrar al otro – como una orgía continental en toda regla; y unos años sesenta de destape hasta el despellejamiento, en el que los pocos sobrevivientes hubiesen tenido hijos, nuestros esmerados protagonistas, arrojados a un mundo de alta tecnología y sin frenos ni cortapisas para la búsqueda del placer sensual. Un mundo así, en el que cantidades ingentes de drogas sintéticas hubiesen entrado en la cadena trófica o en el ciclo del agua, como en la actualidad ocurre con los ríos de ciertos países desarrollados, donde los peces abandonan sus hábitos para quedarse a la espera de la metanfetamina que vierten las cloacas, como drogadicto esperando a su dealer, y en el que hasta las moscas y las ardillas están puestas a tope y buscan placer. Si, un mundo tal hubiese sido fértil prado en que vivir éstas historias y ver pulular a sus protagonistas.

Y si, la provocación del spoiler se vuelve irresistible. De acuerdo, digamos cuatro líneas.

Como un mono: El, El protagonista, un oscuro empleado de una empresa que desarrolla revolucionarios supositorios alimenticios, sufre la rebelión de su pene, que crece a un tamaño colosal, y que lo arrastra a una serie de aventuras gracias a sus habilidades e inteligencia del todo inusuales. Entretanto, hay graves desencuentros entre sus compañeros de trabajo.

Fredo: La narración sigue al protagonista, un activista religioso, cobarde e hipócrita, que cree estar destinado a protagonizar los grandes cambios del mundo, y a quien la natación y su rostro particularmente redondo le hacen especial merecedor del gran amor divino. Cameo del propio Dios.

La máquina del orgasmo infinito: El Director de una empresa tecnológica a un paso de la quiebra, se juega el futuro de la organización en dos ambiciosos empleados a quienes se confía el desarrollo de la Máquina del Orgasmo infinito, lo que hace inevitable los encuentros — vaya encuentros —y desencuentros entre ambos.

Vargas Yosa: Un arrogante y onanista orador motivacional, nacido en cuna de oro, pero sin brazos ni piernas, condición de la que se servía para su trabajo, entra en crisis una mañana al despertar y verse súbitamente dotado de extremidades. Su nueva condición provoca la reacción violenta de sus auspiciadores, y de su propia familia, que ven el peligro su sustento y su tren de vida lujoso.

Un lector desprevenido podría pensar que el autor de textos semejantes es un apologeta del vicio, un hedonista irredento. No es el caso. Julio — con quien comparto la profesión legal — es una persona de profundas convicciones éticas y está comprometido con el aquí y el ahora. El texto resulta, para un lector agudo, una conquista estilística, unas formas narrativas y un ritmo particular, único y, a su vez, una profunda crítica social a la hipocresía sistémica de nuestras sociedades. Si el lector desea profundizar en ésta línea, recomendamos la conversación con el autor en nuestro programa de Youtube, @CocaineBearChile, del 19 de Octubre de 2023.

En fin, los dejo con la obra, y parafraseando al holograma de labios rojos de “la Máquina…”, enciendan sus holo-pantallas porque “ahora se viene el goce, se viene el goce, se viene…”

Joel R. Rojas

Escritor, miembro de ALCIFF

Antofagasta, Chile, Enero de 2024


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