Aymaras acusan deterioro del glaciar del Illimani

La pequeña población aymara de Khapi, a los pies del nevado boliviano del Illimani, ha querido dejar de ser una víctima silenciosa del cambio climático para alzar su voz contra los países ricos por el deterioro del glaciar que amenaza su vida


Autor: Mauricio Becerra



La pequeña población aymara de Khapi, a los pies del nevado boliviano del Illimani, ha querido dejar de ser una víctima silenciosa del cambio climático para alzar su voz contra los países ricos por el deterioro del glaciar que amenaza su vida.

Hasta hace pocos meses, la disminución de las nieves del Illimani era una incógnita indescifrable para las humildes familias campesinas de Khapi: consideraban que el fenómeno era pasajero o lo atribuían al «enfado» de las deidades andinas a las que rinden tributos.

Sin embargo, desde finales del año pasado las cerca de doscientas personas que viven en Khapi, situada a unos 63 kilómetros de La Paz, comenzaron a entender que la razón del deshielo y la reducción de los glaciares era el calentamiento global y el cambio climático.

El Illimani, en la cordillera de los Andes y cerca de la ciudad de La Paz, es una impresionante montaña de tres picos que ha perdido un gran porcentaje de nieve en las últimas décadas por el aumento de las temperaturas.

Marcos Choque, un campesino de 67 años de Khapi, da testimonio del cambio: «El Illimani se va secando. En 1952 la nieve estaba hasta abajo, pero el calor lo está arruinado porque ha aumentado en más del 50 por ciento», dice al señalar el nuevo nivel de la nieve.

Choque refleja la preocupación de los campesinos que viven cerca de Illimani porque advierte que muchas de las comunidades allí ubicadas ya no cuentan con agua para riego todos los días, lo cual ha llegado a provocar la migración de los más jóvenes a las ciudades.

«Están sufriendo de agua, los jóvenes ya no viven ahí, se van a otras ciudades y naciones, estamos viviendo 40 familias», asegura, al comentar que la mayor incertidumbre está en las comunidades que viven más lejos del glaciar.

Según investigaciones preliminares impulsadas por la organización no gubernamental Agua Sustentable, que asesora a Khapi en sus reclamos, y expertos de la paceña Universidad Mayor de San Andrés, desde 1980 la nieve del Illimani ha bajado entre un 20 y 30 por ciento.

Alivio Aruquipa, de 44 años, uno de los líderes de Khapi, recuerda, en declaraciones a Efe, que la explicación común entre ellos era que la desaparición de la masa de hielo se debía a la «rabia» de la montaña, a la que consideran una deidad.

«Creíamos que el achachila (espíritu) del Illimani estaba con rabia contra nosotros y por eso se derretía. Otros creían que la nevada volvería, pero no es así porque la temperatura ha aumentado», dijo Aruquipa.

Sin embargo, esa visión tradicional ha cambiado mayoritariamente en la comunidad con el asesoramiento de Agua Sustentable que, apoyada por Oxfam Internacional, llama la atención sobre la injusticia que supone para los campesinos sufrir las consecuencias del cambio climático.

Al visitar Khapi, tras dos horas de viaje desde La Paz, se pueden constatar algunos de esos efectos, como el hecho de que las comunidades se turnan por días para usar el agua para el riego o la aparición de plagas que suponen enormes gastos para sus pobres economías.

La notoria alta temperatura que se siente en Khapi, situada a unos 3.600 metros sobre el nivel del mar, dura hasta el final de la tarde que es cuando efectivamente se puede sentir que uno está al borde de un nevado. Entonces el frío es insoportable.

En un insólito beneficio del aumento de temperaturas en la región, los campesinos comenzaron a sembrar durazno y manzanas en zonas cada vez más cercanas al glaciar, en paralelo a cultivos clásicos de tubérculos o maíz tradicionalmente propios de la zona.
Sin embargo, según Aruquipa, esa aparente beneficio pronto se convirtió en un problema porque a medida que aumenta el calor aparecen plagas antes desconocidas difíciles de erradicar.

El dirigente se ha convertido prácticamente en un experto sobre la complejidad científica que supone el cambio climático, la responsabilidad de los países ricos y sus industrias y la necesidad de reclamar en los foros internacionales una ayuda para pueblos como el suyo.

De hecho, el mes pasado él y otros miembros de su comunidad como Seferino Cortes, se presentaron en la ciudad de Cochabamba ante un tribunal internacional que analizó denuncias de contaminación.

Aruquipa viajará en los próximos días a Suecia para presentar el caso de Khapi, mientras que Cortes se encuentra en Barcelona en el congreso sobre el cambio climático que precede a la Cumbre que se celebrará en Copenhague en diciembre.

«Si el Illimani deja de existir con qué viviremos nosotros o nuestros hijos, que es en quienes estamos pensando», se preguntó Cortes hace pocos días al despedirse de su comunidad que ha cerrado filas para exigir la ayuda económica que compense el perjuicio que padecen.

Javier Aliaga

EFE

El Ciudadano


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