A pesar que existen cientos de historias sobre delfines y ballenas que salvan vidas humanas, hace unos meses en la antártica dos investigadores norteamericanos, Robert L. Pitman y John W. Durban observaron un evento que cautivó su atención.
Mientras se encontraban buscando una potencial nueva especies de orca conocida por cazar en grupo diversas especies de focas, incluida la foca de Weddell. La técnica que utilizan para hacerlo es asombrosa. En ocasiones, hasta siete de estos delfines nadan sincronizadamente lado a lado con el fin de generar olas y desestabilizar las masas de hielo flotantes donde las focas se refugian para que caigan al agua.
Esto fue lo que sucedió ese día hasta que los investigadores observaron a un par de ballenas jorobada que se agitaba en el agua, golpeándola fuertemente con la cola y las enormes aletas pectorales que caracteriza a esta especie. En principio los científicos pensaron que las ballenas estaban siendo atacadas por el grupo de orcas, pero no observaron ningún signo de agresión por parte estas últimas. Las orcas suelen cazar en grupos diversos mamíferos marinos, incluidas las ballenas.
A diferencias de la orca que pertenecen a la familia de los odontocetos o cetáceos con dientes, las ballenas son misticetos que filtran su alimento y por lo tanto no tienen dientes sino largas placas formadas de queratina que salen de sus maxilares y son conocidas como barbas.
Posteriormente, los investigadores, junto a un equipo de la Unidad de Historia Natural de la BBC, observaron cómo una de las focas que caía al agua por efecto de las olas creadas por las orcas nadó rápidamente hacia una de las ballena jorobada.
A medida que se acercaba, el enorme mamífero se dio vuelta sobre su espalda permitiendo a la foca subir al rugoso pecho de la ballena, entre sus aletas dorsales. Mientras las orcas se aproximaban, la ballena arqueó el pecho, levantando a la foca fuera del agua. Sin embargo el agua que se deslizaba entre los pliegues del pecho de la ballena amenazaron con devolver la aterrorizada foca al agua pero un suave movimiento de la enorme aleta pectoral de la ballena retornó a la foca a la seguridad de su masivo cuerpo. Cuando las orcas se alejaron del lugar la foca regresó al agua y rápidamente se subió a un bloque de hielo.
De acuerdo a los investigadores, el ataque de las orcas podría haber activado el mecanismo de defensa maternal de las ballenas. Esta conducta, conocida como alomaternal, se caracteriza por el cuidado que entrega un animal a otro que no es su cría y puede observarse entre especies distintas. Los seres humanos somos un ejemplo de esta conducta cuando crían y cuidan mascotas.
De acuerdo a Pitman y Durban “cuando un ser humano protege a otra especie amenazada de peligro, lo llamamos compasión pero cuando lo hace una ballena una ballena lo llamamos instinto. Sin embargo a veces esta distinción no es clara del todo”.
Cualquiera haya sido el motivo, esta es una historia sorprendente que demuestra que a diferencia de la denominada “caza científica” de ballenas que realiza Japón en aguas antárticas, la investigación de ballenas vivas nos permite conocer aspectos inimaginables de estas especies y nos recuerda que tenemos mucho que aprender antes de adoptar medidas que afectarán para siempre la conservación de las ballenas a largo plazo.
Natural History Magazine
Centro de Conservación Cetácea
El Ciudadano