»Chile nunca ha tenido ni tiene un gran potencial para los cultivos transgénicos. Porque la superficie que tendría para éstos es bastante limitada. Sin embargo, los biocombustibles podrían ser una muy buena punta de entrada para el desarrollo masivo de transgénicos», advierte Juan Carlos Cuchacovich.
Miembro de Greenpeace-Chile hasta octubre pasado, Cuchacovich fue entre 2004 y 2006 el coordinador del área de alimentación y transgénicos de la ONG internacional. Un programa de acciones del que tuvo que despedirse el experto, debido a que la entidad dio un viraje más decidido hacia la protección de los ecosistemas marinos.
Sin embargo, Cuchacovich resalta que reconocimientos como el realizado el miércoles por Rodrigo Vega, director de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), en entrevista con El Mostrador.cl -«si vamos a entrar a esta producción de biocombustibles, es muy probable que en algún momento vamos a necesitar Organismos Genéticamente Modificados (OGM)», afirmó-, comprueban que existe un peligro real en que el país no cuente con organizaciones que vigilen constantemente este tema.
Expertos estiman que sería necesario usar cultivos de mayor resistencia ante plagas e imponderables, en caso de que se opte por desarrollar el mercado de los biocombustibles en Chile. Un camino que ya despierta detractores al interior del Comité público-privado que analiza la opción del oro verde.
La idea es que los cultivos transgénicos aseguren una ingente producción para el desarrollo de los biocombustibles en Chile. Una meta que calza con la diversificación verde que se ha propuesto Michelle Bachelet, al aspirar a que el 15% de la generación eléctrica, entre 2006 al 2010, se logre mediante el empleo de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC), para la cual se estima que se requerirá de la instalación de 423 MW en ERNC, equivalentes al 15% de los 2.824 MW pensados para el Plan de Obras 2006-2010.
Otros reparos que han surgido son la contaminación de suelos y aguas que acarrea su producción; la disputa por el alimento, que generará el desvío de toneladas de maíz a la producción de biocombustibles, en detrimento de la producción animal; la sustitución del bosque nativo o la concentración de grandes extensiones de terreno en pocas manos.
MALAS MANOS
«Me parece que ligar necesariamente los cultivos transgénicos a los biocombustibles, es dar más posibilidades a la propuesta de ley que tienen algunos senadores, entre los que se cuentan a Alberto Espina y Andrés Allamand. ¿Están pensando realmente que es relevante para el país el desarrollo de los biocombustibles?», pregunta con ironía Cuchacovich.
El ex perito de Greenpeace agrega que «hubo una gran duda interna en el gobierno de Lagos por la Ley de Bioseguridad. Por eso no salió al final. Algunos saben que eso va a incidir negativamente en la imagen de un país que es un pequeño productor. Por eso, estos palos de ciego crean mucha confusión con el diseño-país que queremos seguir».
«En el Ministerio de Economía reconocieron esos desencuentros por la Ley de Bioseguridad, los que siguen hasta hoy en el Gobierno. Y tienen razón los que creen que no tenemos ventajas si nos metemos en la agricultura transgénica, que es industrial, intensiva, de grandes extensiones. ¿Vamos a competir con Argentina, Brasil o Paraguay en ese tema?… Nosotros tenemos que destacarnos por producir alimentos sanos para el mundo, con un sello de isla ecológica… Pero estamos en malas manos», se lamenta el ingeniero civil ambiental de la U. de Chile.
Cuchacovich proyecta que ese desencuentro al interior del Gobierno -una mirada desde Agricultura, versus otra en Economía- no necesariamente abortará la incorporación de los biocombustibles en la matriz energética, ya que una opción es «importar desde Argentina o Brasil el grano. Sin embargo, eso podría, al menos, abortar la entrada de actores nacionales, como Iansa», finalizó.
Fuente: El Mostrador