La brutal cacería se lleva a cabo entre las estaciones de primavera y verano para aprovechar la migración de estas especies hacia el norte .
Las Islas Feroe parecen a primera vista un verdadero paraíso terrenal. Este pequeño enclave del Atlántico Norte, perteneciente al Reino de Dinamarca, es conocido por sus bellos paisajes y un clima agradable.
Sin embargo, oculta un secreto, ya que una vez al año, sus costas se tiñen de sangre por causa de la tradición conocida como ‘Grindadráp’, en la que los feroeses desatan una feroz cacería de delfines y ballenas que este año ha cobrado cerca de 250 víctimas en tan sólo un día.
Sin embargo, esta cifra representa solo una parte de los 900 animales (ballenas piloto o calderones y delfines del atlántico, que anualmente son asesinados de esta manera en las islas.
La brutal cacería se lleva a cabo entre las estaciones de primavera y verano para aprovechar la migración de estas especies hacia el norte.
La matanza sigue un patrón común: los pescadores acorralan a los cetáceos hasta la costa utilizando sus embarcaciones y una vez allí son arponeadas en el cuello, buscando romperles la espina dorsal.
Bajo este método mueren centenas de animales al mismo tiempo lo que deja las aguas con un color rojo intenso.
¿Tradición justificada?
Los feroeses argumentan que esta criticada actividad, que se practica el archipiélago desde hace al menos unos 500 años, tiene como principal objetivo la obtención de recursos en un lugar en el que estos escasean, reseña el portal 20 minutos.
Además, señalan que es «actividad comunitaria», por la elevada participación de personas voluntarias y porque que la grasa y la carne obtenidas no se destinan a la venta, sino que se reparten gratuitamente entre los habitantes de las islas, como parte de la tradición.
Este argumento no convence a los activistas en favor de los derechos animales, organizaciones ecologistas ni a la propia Comisión Ballenera Internacional (a la que pertenece Dinamarca), cuyos dictámenes entran en contradicción con las leyes locales que regulan esta práctica.
Las organizaciones consideran que esta cacería es cada vez es más innecesaria ante la posibilidad de importar alimentos.
Adicionalmente, los científicos no recomiendan el consumo de cetáceos, ya que los estudios practicados en algunas de estas especies revelan altos niveles de metales pesados como mercurio, cadmio y plomo en su carne , lo que la hace peligrosa para los humanos.
Otro hecho que ha desatado la indignación, es la denuncia realizada por la organización Sea Shepherd , que informó que la carne obtenida en el Grindadráp se descarta y se arroja de vuelta al mar, por lo que la supuesta «tradición»ni los supuestos beneficios obtenidos para los ciudadanos de Feroe justificarían el impacto de esta cacería.
Legalidad de la caza de ballenas
La caza de ballenas con fines comerciales fue prohibida en 1986 por decisión de la Comisión Ballenera Internacional, con el objetivo de proteger las poblaciones de cetáceos de un riesgo cada vez mayor de extinción.
Sin embargo, sí se permite la caza de subsistencia a algunas comunidades aborígenes y la «caza científica«.
Precisamente, varias organizaciones han denunciado que bajo esta clasificación algunos países como Japón, Islandia y Noruega, esconden en realidad operaciones encubiertas de caza comercial, dado que se permite que la carne de los animales capturados con fines científicos pueda ser vendida posteriormente como alimento.
Los científicos plantean además que en la actualidad existen métodos que permiten obtener la misma información sobre estos animales sin necesidad de causarles la muerte.
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