Sr.
Valter Moro
Gerente General
Endesa
Sr.
Thomas Keller L.
Gerente General
Colbún
Escribo la presente carta a fin de poder invitar a la siguiente reflexión:
Voy a suponer que usted tiene una casa cualquiera. Una casa como la que imaginamos cuando niños, con habitaciones suficientes, puertas y ventanas, un patio y un antejardín. También una familia, algunas mascotas, uno que otro árbol con frutos y algunas flores…. eso la convierte en un hogar.
Imagine además que, fruto de su trabajo y al cabo de varios años, usted ha conseguido instalar en ella varias de las comodidades que siempre soñó…
Voy a suponer incluso que usted y su familia tiene la fortuna de gozar de algunos buenos vecinos en los que puede confiar y con los que ya ha trabado cierta amistad…
Resulta que a pocos kilómetros de este hogar imaginario se acaba de instalar una industria cualquiera. Por ejemplo, una planta de procesamiento de pescados.
Poco después usted comienza a sentir malos olores, pero sabe que algunos de sus buenos vecinos han encontrado trabajo allí, y lo acepta.
Un par de años después se instala un puerto, pero usted sabe que eso es señal de Progreso, que sus vecinos tal vez encuentren trabajos mejor remunerados y lo acepta.
Aprovechando las ventajas de tener un puerto cerca, se instalan ahora otras industrias tales como cementeras y canchas de acopio de chip, entonces, suponen ustedes, más gente tendrá trabajo.
Pero de las pesqueras vienen malos olores, de las canchas de chip llegan roedores y el polvillo de las cementeras parece provocar alergia a su madre y a otras vecinas y vecinos de más edad.
Luego sucede que una de las playas, en las que usted iba a trotar con su perro, ahora tiene una industria y ya no es tan bonito ir para allá.
No importa hay otros lugares…
Un campo cercano, en el que había un arroyo del que se podía beber agua hace menos de 15 años, ahora es un lugar de acopio de conteiners y ya nadie podría querer ir de paseo…
No importa… en este hogar imaginario, aún disfruta a su familia y sus comodidades…
Pero resulta que cerca de su casa se instalan ahora dos grandes industrias, dos grandes termoeléctricas, con sus enormes chimeneas, sus torres, sus insumos y sus residuos…
¿Qué siente?
Algunos vecinos dicen que esas industrias emiten gases que pueden dañar su salud. Otros dicen que en el mar ya no es bueno bañarse porque el agua tiene restos de pescado, grasa de motores, cloro de las termoeléctricas y residuos que llegan al mar desde una planta de celulosa y, por supuesto, desde los desagües de las casas de los propios habitantes…
Usted no es de los que cree en rumores, pero algo muy dentro suyo probablemente sienta inquietud, tristeza o temor por su salud y la de sus hijos…
Afortunadamente en su familia nadie enferma de asma, de cáncer o de cualquiera de esas enfermedades con las que suelen querer infundir temor los más alarmistas…
Pero usted recuerda la casa que siempre soñó cuando niño, la vida que siempre quiso darle a sus hijos y… ¿se parece esa vida a lo que ahora están viviendo?…
Entonces una industria, respetuosa de las leyes, le sugiere gentilmente, a cambio de algo de dinero, que se muden, porque los residuos de sus procesos productivos podrían, eventualmente, causar algún daño a su salud…
Usted mira alrededor… y se da cuenta que las industrias han ocupado ya casi todas las playas, ríos, humedales y campos cercanos y que, incluso en aquellos lugares en los que no están físicamente, están sus desechos, visibles o invisibles…
Como usted tiene un buen trabajo y varios bienes, acepta el dinero y decide tomar la simple decisión de mudarse. Y entonces sus hijos, en otra ciudad algo lejana del lugar en el que vivieron por más de 10 años, hacen nuevos amigos y vuelven a disfrutar de aire puro, de agua limpia y de paisajes hermosos, llenos de árboles, de animales, de vida…
No lo culpo, yo también quiero un buen hogar, un buen barrio y un hermoso lugar en el que poder vivir junto a mi hija, sanas y felices…
De hecho escribo estas palabras precisamente porque eso es lo que quiero.
Vivo en la ciudad de Coronel ¿tengo que irme?
Tal vez yo pueda dejar atrás las dos empresas termoeléctricas, sus tres instalaciones, el puerto y sus ruidos, las pesqueras y sus malos olores, las cementeras y sus polvos raros y el agua turquesa que ahora tiene el golfo de Arauco…
Tal vez yo pueda dejar atrás a mis padres y mis hermanos, mi casa, las playas en las que me he bañado toda la vida, los colegios en los que estudié, mis vecinos y mis amigos… pero, ¿se pueden marchar los más de 100 mil habitantes de esta ciudad?
¿Tenemos que irnos todos, dejar la tierra donde vivieron nuestros abuelos, las plazas y calles donde alguna vez jugamos, las iglesias y los vecinos, porque llegaron muchas industrias y ahora somos nosotros los que no cabemos aquí?
¿Es esto justo?
Diga usted si es justo.
A mí me parece que erradicar una ciudad es un tanto caro y difícil porque existe la remota posibilidad de que algunos amen el lugar en el que nacieron y han vivido toda su vida.
A pesar de todos sus subsidios, bonos y planes de mitigación, es posible que algunos seres quieran quedarse a ver como cada rincón de la ciudad se va cubriendo de cenizas y la mente de nostalgia y tristeza por una sencilla razón, es el lugar en el que han vivido toda su vida…
Pero ¿Es eso justo?