Mientras la planta de celulosa Celco contamina todo, los científicos continúan la búsqueda de datos que definitivamente le pongan candado a la catástrofe ambiental valdiviana. El último informe es el realizado por el geólogo y director del Instituto de Geociencias de la UACh, doctor Sandor Mulsow. El estudio, financiado con aportes de Fondecyt y del Núcleo Milenio Forecos, se titula: «Incompatibilidad de compuestos de sulfato y sales de bicarbonatos solubles en aguas del río Cruces: una respuesta a la desaparición de Egeria densa (luchecillo)”.
Mulsow es doctor en Geología y Oceanografía Geológica y acaba de ser nombrado consultor de Naciones Unidas para África en temas ambientales. Dicho documento fue publicado en la revista científica estadounidense “Ética en Ciencias Ambientales y Políticas”. A diferencia de los anteriores, es el primer estudio que culpa directamente a la planta de Valdivia de la muerte y migración de los cisnes de cuello negro que habitaban el santuario del Río Cruces. El análisis comprueba que las 40 toneladas diarias de sulfato que la planta vierte al agua, causaron la disminución del bicarbonato de calcio. Este último es un elemento indispensable para la fotosíntesis del luchecillo o Egeria Densa, lo que provocó el exterminio de la planta acuática. Acto seguido, los cisnes deambulaban en busca de alimento, y poco a poco comenzaron a morir de hambre.
CAUSAS DE MUERTE DEL LUCHECILLO
El análisis de Mulsow busca despejar las incógnitas no resueltas en el último informe realizado por un equipo de científicos de la UACh -en el que también participó- entre cuyos objetivos estaba identificar al causante de la muerte del luchecillo. Lo que no le quedó claro a algunas personas en ese estudio fue de qué manera los Riles de Celco afectaron al alimento de los cisnes. El profesional, ante su inconformidad, comenzó a gestar una propuesta de análisis diferente, que dilucidara lo que muchos no querían ver, y lo logró: el nuevo estudio revela las causas directas de la muerte de esta planta acuática y conecta a Celco como el único responsable.
A diferencia de las totoras o los juncos, que se mantienen vivos en el santuario, el luchecillo es una planta submarina que, debido a la importante concentración de oxígeno que contiene el agua, necesita concentrar mayor cantidad de CO2 en sus células para hacer fotosíntesis, el que consigue gracias al bicarbonato de calcio.
Los resultados del trabajo de Mulsow muestran que existe una relación inversa entre la cantidad de sulfato y la concentración de bicarbonato de calcio. Donde existe más sulfato, hay un 36 por ciento menos de bicarbonato. Donde no está el bicarbonato, no existe luchecillo.
¿CONCLUSIÓN LAPIDARIA O CERO APORTE?
Luego de hacer público el documento, comienza la polémica entre los científicos. Algunos simplemente lo desechan, tanto por la revista en la que fue publicado o por supuestos errores en la metodología y en los datos (lo que nadie ha comprobado). Mientras, otros lo avalan fieramente por el aporte que significa en la lucha contra Celco.
Esta publicación ha causado gran controversia dentro de la comunidad científica, y según los dichos del doctor Roberto Nespolo, del Instituto de Ecología y Evolución de la UACh, el documento carece de rigurosidad.
“Sandor no emitió un informe, publicó un artículo. La diferencia parece trivial pero no lo es: un informe es un producto solicitado por un mandante, que generalmente no pasa por un proceso editorial de evaluación, ni tampoco es de uso público. Un artículo científico es una comunicación abierta, dirigida al público científico, que cumple con cierto ‘ritual’ que garantiza un mínimo de calidad en los métodos, coherencia y consistencia en la presentación de resultados y replicabilidad del experimento”, dispara Nespolo.
Y va más allá cuando asegura que: “las revistas científicas poseen a su vez un ranking de impacto ISI, que refleja su prestigio e influencia en cada disciplina, y que garantiza que el ‘ritual’ se cumplió adecuadamente. El artículo fue publicado en una revista que está fuera del circuito ISI, de manera que a pesar de haber cumplido con el ‘ritual’ científico, no posee el sello de ser una publicación científica validada por especialistas”.
Otro que tiene una opinión similar es el científico del instituto de Zoología de la Uach, Stefan Woelfl, quien no escatimó recursos cuando se refirió al Informe Mulsow en el sitio Internet www.raluya.org, donde sentenció que son muchos los errores en cuanto a la metodología y a los gráficos. Además invitó a Muslow a retirar la publicación, ya que según su apreciación: “no hace un aporte científico al problema del Santuario”.
El informe es criticado por estos profesionales. Pero nadie ha comprobado con hechos concretos los supuestos errores metodológicos.
Según Mulsow, su estudio es el único que contó con estaciones de muestreo ubicadas donde efectivamente existen altos índices de contaminación. Vale decir: río arriba, por donde Celco descarga sus Riles, río abajo, en el Santuario y en el Calle Calle. Los resultados son contundentes, nuevamente demuestran que existe un desastre ecológico y un culpable.
El economista y director de Oceana, Marcel Claude, conversó con El Ciudadano y fue categórico al referir que: “desde mucho antes de este estudio sabemos que la planta de Celco es la responsable del desastre del río Cruces, incluso lo advertimos antes de que el proyecto fuera construido, pero primero Frei y después Lagos se negaron a escuchar. Ahora el informe Mulsow confirma esas denuncias, demostrando que los desechos industriales que Celco arrojó al río destruyeron el luchecillo del que se alimentaban miles de aves en el Santuario”.
ESTUDIO FINANCIADO POR CELCO
“Primero fueron las plantas y las aves, ahora les toca a los carnívoros, luego serán las personas directamente afectadas”, plantea el doctor Roberto Schlatter quien es director del Instituto de Zoología de la Universidad Austral y actualmente participa en la gestión del Plan Integral de Gestión Ambiental (PIGA), estudio que está siendo cuestionado, ya que sería financiado directamente por Celco.
Esto ha desatado otra polémica entre los científicos que están a favor de este financiamiento y los que encuentran que esto perjudicará y condicionará la investigación, por supuestas presiones de dicha empresa. Los investigadores del PIGA se apoyan en la frase “el que contamina, paga”, como sentencia Roberto Schlatter: “Si no lo financia Celco, nadie lo va a financiar. El tremendo costo, que se aproxima a los 3 mil millones de pesos, nadie está dispuesto a cubrirlo, el Estado tampoco. Como no se ha demostrado judicialmente la culpabilidad de la planta y el tema está tan confuso y hay tanta corrupción de por medio, no queda otra que recibir dinero de los que están obteniendo enormes ganancias. La idea es que las platas que vengan de Celco se inviertan adecuadamente. En el fondo, ellos están pagando el daño que hicieron”.
Mientras tanto, la otra parte opina que: “lo ideal sería no recibir plata de Celco, eso sería un manejo. El Gobierno debería multar a la planta de celulosa, eso ir a un fondo, y desde ahí pagar los estudios ambientales, pero no recibir dinero directamente del contaminante”, propuso el veterinario Daniel Boroschek, quien además es vocero de Acción por los Cisnes.
Sandor Mulsow expresó definitivamente que si el dinero para financiar el Plan Integral de Gestión Ambiental proviene de Celco, él no participará. Estos dichos, emitidos públicamente en Internet, fueron justificados sobre la base de que no se debería recibir nada directamente del contaminante. El geólogo plantea como solución la anhelada colaboración del Estado. Así, el Gobierno sería el regulador del dinero que Celco pague, como multa al daño que han ocasionado.
Los científicos que trabajarán en el estudio subvencionado por la planta de celulosa creen que el dinero no corromperá la investigación, ya que según expresa Schlatter: “hay términos de referencias que a uno le permiten trabajar tranquilo y bajo ninguna presión. Tenemos que ser lo suficientemente sabios para manejar esos términos de referencia”.
EL MAL GOBIERNO AMBIENTAL
Según las responsabilidades que le competen, el Estado es el organismo que debiera desactivar esta bomba. Sin embargo, hasta el momento no existe una acción concreta por parte del Gobierno para que exista una regulación clara en aspectos ecológicos.
Respecto a la pobre función que ha ejercido el Estado en temas ambientales, Schlatter manifestó: “Yo no tengo idea cómo se va a involucrar el Estado al respecto, existe una nebulosa que es difícil de descifrar. Las instituciones deberían estar funcionando y son ellos quienes deben administrar todo el asunto. Nosotros nos dedicamos a aclarar las cosas. Pero las decisiones les corresponden a ellos. Salvo Conaf, que se preocupa por los monumentos naturales y los santuarios, no existe respuesta alguna de los organismos del Gobierno”.
Andrés Allamand, senador por la Circunscripción 16, Décima Región Norte y miembro de la Comisión de Medio Ambiente, señala: “no estoy enterado de la polémica que existe entre los científicos, pero lo que me interesa es ir dejando atrás el conflicto, buscar una forma de entendimiento y que todos puedan colaborar en algo que es muy importante: que el patrimonio de Valdivia se afirme”. Opinión típica de quienes debieran tomar cartas en el asunto y se desentienden. Por ello recurrimos a la famosa pregunta: ¿Y ahora quién podrá defendernos?
Claude también hace notar una opinión firme frente a la pasividad que el Estado tiene, y acentúa que “el Gobierno sigue sordo y ciego a la contundente evidencia científica que exige el cierre definitivo de la planta de celulosa. Y permite a la planta seguir adelante con su idea de construir un emisario submarino para trasladar la muerte del río hacia el mar. Frente a esta realidad, un tercer gobierno ha preferido hacer la vista gorda, usando una vez más el argumento del progreso que ha permitido la construcción de una nueva planta en el valle del Itata”.
La lucha en contra de irregularidades ambientales parece asustar a algunos empresarios, que ven como una amenaza al progreso la solución de estos problemas: “el sector empresarial, la Sofofa y su presidente, Bruno Philippi, dicen que los problemas ambientales van a impedir el desarrollo, ejerciendo con esto presión hacia un sector. Y tratan de tapar los problemas”, acusó Roberto Schlatter, quien además puntualizó: “desde el principio se dijo que la Planta Celco está mal instalada, sobre un Santuario de la Naturaleza y eso es culpa de la gente que lo permitió. Yo siempre he estado en contra de que esté ahí ubicada. Esta cuestión no tiene vuelta, está a la vista y no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de la contaminación”.
NUNCA FUE LA LUZ ULTRAVIOLETA
Dentro de la polémica se han instalado algunos voladores de luces y los miembros de la comunidad científica valdiviana se acusan mutuamente. A pesar de todos los datos obtenidos en las investigaciones, según revela Nespolo: “aún hay académicos en nuestra universidad, que sin presentar ningún tipo de pruebas mínimamente convincentes, han intentado filtrar por todos los medios posibles una hipótesis absurda referente a la posible causa de la muerte del luchecillo, por radiación ultravioleta. Lamentablemente, esa opinión ha sido escuchada por miembros del Senado y podría tener eco en las decisiones que se tomen respecto a la problemática del Santuario”.
El veterinario Boroschek ha sido un importante testigo de cómo los cisnes desaparecieron, por lo que fue enfático al expresar que: “este estudio comprueba una vez más que Celco debe dejar de existir. No necesitamos más estudios, lo que hay que hacer ahora es eliminar a la fuente contaminante que es Celco”.
En relación a la postura que debería asumir la UACh: “espero que la nueva rectoría establezca una nueva institucionalidad, un consejo donde se discutan los temas ambientales, justamente para resolver las múltiples voces. No hay que olvidar que somos humanos”, matiza Schlatter, quien también señala: “no creo que el santuario esté muerto, hay que estudiar hasta qué punto está saturado de tóxicos, y si se puede limpiar por sí sólo de manera auto ecológica o hay que intervenir, eso hay que estudiarlo todavía”.
Sin embargo, es claro que ni el océano ni los ríos son basureros, y es imposible que los tóxicos vayan a diluirse por sí solos. Por eso, urge una actitud consciente por parte del gobierno en contra de Celco, una industria que, tal como está funcionando en Chile, envía al ambiente dioxinas altamente cancerígenas que se acumulan en todos los seres vivos. Así, mientras nadie entregue una solución convincente y concreta, Celco seguirá contaminando todo.
Rodrigo Vega
Mauricio San Cristóbal