Ciclovida: Pedaleando por el rescate de las semillas

En Barra do Leme, a 80 kilometros de la ciudad de Fortaleza, Estado de Ceara -en el nordeste de Brasil-, encontramos a Ivania Alencar e Ignacio Nascimiento, quienes son parte del movimiento Ciclovida, un grupo de agricultores que se dedican al rescate de semillas naturales

Ciclovida: Pedaleando por el rescate de las semillas

Autor: Wari

En Barra do Leme, a 80 kilometros de la ciudad de Fortaleza, Estado de Ceara -en el nordeste de Brasil-, encontramos a Ivania Alencar e Ignacio Nascimiento, quienes son parte del movimiento Ciclovida, un grupo de agricultores que se dedican al rescate de semillas naturales.

Todo comenzó el año 2006 cuando deciden viajar en bicicleta desde Fortaleza hacia el sur del continente recorriendo seis mil kilometros, bicicleteando parte de Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay. La idea que les impulsó a emprender el viaje fue intercambiar semillas criollas entre los pueblos de América del Sur. Lo hicieron desafiando aduanas y en bicicleta porque creen que es un medio de transporte que aporta una buena calidad de vida y un ritmo particular. Ivania explica: «viajar en bicicleta tiene que ver con una ideología que el grupo recoge ya que es parte de una reflexión sobre el tema del uso del tiempo; usar la bicicleta como medio de transporte significa reflexionar sobre una sociedad que está presa del motor; hoy todo el transporte es rápido, ni siquiera las plantas tienen un ciclo de vida normal».

PRESERVACIÓN, RESISTENCIA Y DISTRIBUCIÓN

En su travesía por Sudamérica pudieron constatar sobre la problemática de los monocultivos y biocombustibles y cómo estos dominan el campo, desplazando millones de pequeños agricultores y comunidades indígenas. «Nos oponemos a la industria del agronegocio, ya que nosotros somos campesinos que ocupamos tierras con la intención de defender una nueva relación … o sea, la tierra cambia de dueño pero no la relación con ella», comentan Ivania e Ignacio.

Los recuerdos más desgarradores tuvieron lugar en Paraguay, donde, cuenta Ignacio, la situación de los campesinos es desesperante; esta población denuncia la utilización de plaguicidas en los cultivos, y el monocultivo de la soya, lo que ha provocado que muchos de ellos se quedaran sin la posibilidad de continuar cultivando y se vieran obligados a migrar hacia los cinturones de las ciudades, quedándose sin trabajo ni vivienda. «Esta fue la realidad más chocante de nuestro viaje; además muchos indígenas de la región que utilizaban hierbas nativas como medicina ya no lo pueden hacer debido a la fumigación extensiva con plagicidas», explica.

Ciclovida, actualmente es un movimiento con presencia en Brasil y los Estados Unidos; pratican la autogestion, sin recibir dinero de ningún Estado ni ONG; no utilizan ni comparten el uso de semillas genéticamente modificadas, negándose a responder a los intereses de las grandes industrias que impulsan el agronegocio que van en detrimento de la cultura campesina y atraen a los trabajadores hacia una lógica de consumo propia del sistema capitalista. Ellos se dedican a ampliar la producción de semillas y a la utilización de nuevas e innovadoras tecnologías, como la bicipower, con la que generan energía eléctrica.

QUIEN CONTROLA LOS ALIMENTOS CONTROLA EL MUNDO

Lo que está aconteciendo hoy, algunos intelectuales, activistas y agricultores lo han denominado la segunda revolución industrial, la de los cultivos transgénicos patentados.

Entre las empresas que imponen la modificacion de las semillas figuran: Bayer, Sygenta, Limagraim y Monsanto (empresa estadounidense, la mayor productora de semillas transgénicas en el mundo), que ya controlan más de la mitad del mercado mundial de las semillas, imponiendo sus variedades registradas al resto del mundo.

Las semillas tienen un valor estratégico para las grandes empresas que es crear un monopolio que obligue a todos los años a comprar sus semillas. «La realidad es que es tarea de todos enfrentar estas empresas, sea en el campo o en la ciudad, sea individual o colectivamente con acciones de trueque y donaciones, nunca vendiendo ni comprando semillas, combatiendo la tecnología de modificación genética en la agricultura, el agronegocio acredita que los transgénicos serán la solución para acabar con el hambre del mundo, pero sabemos que los transgénicos no son alimentos, son armas biológicas», nos dice Ciclovida. «Si ellos controlan las semillas van a controlar los alimentos, y esto es estratégico, es mucho más poderoso que una bomba, más poderoso que cualquier arma, es el mejor método para controlar la población mundial», agregan.

Más información en «Semillas del suicidio» libro escrito por la física Vandana Shiva quien recibio el premio Nobel alternativo por su lucha en la conservación de las semillas convencionales.

Por Marcela Paz Carrasco

Desde Fortaleza

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