Seaquarium anunció la semana pasada que dejarían de montar espectáculos con ballenas asesinas, después de años de dedicarse al negocio de acrobacias y entretenimiento con animales maltratados. La presión política de la opinión pública lo consiguió. Pero Lolita no va a ninguna parte por el momento.
La orca de 49 años quedará en su «pecera» girando y girando hasta el fin de sus días, de acuerdo a lo comunicado por el parque de diversiones. Su gerente general, Andrew Hertz dijo: «Vamos a continuar nuestro compromiso con la educación, la conservación y la apreciación de todas las especies marinas, incluyendo a Lolita, nuestra residente».
La atraparon cuando solo tenía cuatro años y desde entonces ha vivido en el Seaquarium de Miami, toda una vida, limitada a deambular en círculos infinitos en el tanque más pequeño de Estados Unidos para mamíferos acuáticos (6 metros de profundidad), que solo es cuatro veces más largo que su cuerpo.
Casi medio siglo ha vivido dentro de ese tanque, años en los que estuvo acompañada por Hugo, otra orca que golpeó su cabeza contra el acuario y murió de un aneurisma cerebral en 1980, y también por un par de delfines. Hertz dijo sin embargo que «todos los residentes en el parque juegan un papel importante en la misión de Miami Seaquarium para educar al público acerca de la necesidad de conservar el medio ambiente marino y sus residentes».
Situación que ha indignado con justa razón a los activistas que están pidiendo la liberación de Lolita bajo la Ley de Especies en peligro de extinción, los cuales ya han establecido una petición a la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (NOAA).