En la década de 1980 se registró una terrible sequía en Sahel, la zona ecoclimática y biogeográfica de transición entre el norte del desierto del Sáhara y el sur de la sabana sudanesa. Fue entonces cuando las precipitaciones disminuyeron un 80%, los cultivos desaparecieron, y las grandes extensiones de sabana se convirtieron en desierto.
La gente comenzó a abandonar esas tierras en busca de comida, pero Yacouba Sawadogo se quedó.
El hombre, sin utilizar ningún logro de la civilización moderna, comenzó a plantar semillas usando la antigua técnica ‘Zai’, que poco a poco mejoró expandiendo pozos para que se mantenga la humedad, añadiendo estiércol y paja para retenerla por un tiempo más prolongado.
Los experimentos del agricultor tuvieron éxito: la fertilidad comenzó a aumentar. Junto con las semillas de mijo y sorgo comenzaron a crecer árboles. Además, la mejora de los hoyos de plantación desarrollada por Sawadogo, permitió que penetre más agua en el suelo.
De ese modo, los acuíferos de agua subterránea en la región, que habían caído a causa de la sequía en la década de los 80, comenzaron a subir.