Una investigación arroja las primeras evidencias científicas del efecto del entorno natural sobre la respuesta inmune. Un estudio realizado en la Universidad de Bristol da cuenta del beneficio de pasar la infancia en una granja.
Las enfermedades inmunológicas, como la alergia o el asma, tienen su origen en una incapacidad del sistema inmune para realizar sus funciones correctamente. Ahora, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, ha revelado que una posible solución para ellas es pasar la infancia en una granja. La razón: según los resultados obtenidos, crecer en el campo incrementa la presencia en el organismo de un tipo de células que son las responsables de apaciguar las respuestas inmune e inflamatoria. Por Yaiza Martínez.
Estas enfermedades han ido aumentando en las sociedades occidentales, y hoy día representan uno de los mayores desafíos de la medicina.
Ahora, un estudio realizado por investigadores de la Escuela de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, ha revelado una posible solución para ellas: pasar la infancia en una granja.
PRIMERA EVIDENCIA DIRECTA
Según explica la Universidad de Bristol en un comunicado, crecer en el complejo medio de una granja incrementa la presencia en la sangre de un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos T, que son las células responsables de coordinar la respuesta inmune celular.
Los investigadores señalan que el aumento de linfocitos T afectaría directamente a la regulación del sistema inmune, provocando una reducción de la respuesta inmunológica a las proteínas de los alimentos.
La doctora Marie Lewis, especializada en infecciones e inmunidad y directora de la investigación, afirma: “Muchos estudios epidemiológicos a gran escala han sugerido que crecer en una granja está relacionado con una propensión reducida a desarrollar enfermedades alérgicas. Sin embargo, hasta ahora, no había sido posible demostrar una causa y un efecto directos.”
Para la realización del estudio fueron utilizadas crías de cerdo. Algunas de éstas fueron criadas por sus madres en una granja, mientras sus hermanos eran criados (desde el día de su nacimiento en adelante) en una unidad aislada, bajo condiciones higiénicas elevadas. Estas crías fueron asimismo alimentadas con una leche de fórmula.
La intención de los científicos era reproducir los extremos ambientales en los que los bebés humanos suelen criarse actualmente. La investigación fue llevada a cabo con cerditos porque muchos aspectos de la fisiología, el metabolismo, la composición genética y la inmunología de estos animales están presentes también en los humanos.
Los resultados obtenidos en análisis realizados posteriormente a todas las crías sometidas al estudio demostraron que, comparados con sus hermanos y hermanas criados en aislamiento, las crías de cerdo criadas en granja presentaban una reducción general del número de linfocitos T en el tejido intestinal.
Por otro lado, estos cerdos también presentaban un número significativamente más alto que los criados en aislamiento de una subpoblación de linfocitos T conocidos como linfocitos T reguladores, que son las células responsables de reducir las respuestas inmunológicas y de limitar las inflamaciones.
Según los investigadores, estas diferencias en la ratio de células estimuladoras y reguladoras tienen efectos funcionales, ya que los cerdos criados en granja mostraron una respuesta de anticuerpos reducida ante nuevas proteínas alimenticias, que les fueron suministradas una vez destetados.
MÁS INVESTIGACIONES
Los linfocitos T reguladores han sido identificados en muchas especies de mamíferos, incluidos los humanos, y parecen ser reguladores universales del sistema inmune. Una reducción de éstos ha sido a menudo relacionada con el desarrollo de alergias y enfermedades autoinmunes e inflamatorias.
Lewis explica que aún “no está claro que es lo que causó una capacidad incrementada para la regulación inmunológica en los cerdos criados en granja, pero nuestros estudios anteriores han sugerido que las bacterias intestinales jugarían un papel importante en el desarrollo de un sistema inmune competente, y estas bacterias se van obteniendo del entorno, en la primera infancia”.
La presente investigación sugiere además que serán precisas nuevas investigaciones para determinar hasta qué punto otros factores relacionados con las granjas, como las interacciones sociales y maternales, los contaminantes aéreos o los antígenos derivados de la nutrición, contribuyen al impacto del medio en una regulación inmune incrementada.
La clarificación de los mecanismos subyacentes a todas estas interacciones podría ayudar a desarrollar métodos de intervención durante la infancia, destinados a prevenir el desarrollo de enfermedades inmunes más tarde.
Los resultados del presente estudio, que han aparecido publicados en la revista especializada Pediatric Allergy and Immunology, podrían explicar en parte constataciones realizadas anteriormente sobre el efecto de los entornos naturales en la salud.
En 2010, la revista Observer publicaba un artículo en el que se revisaban los estudios realizados en los últimos años a este respecto. Estas investigaciones han demostrado que los entornos verdes favorecen el bienestar físico, por ejemplo, potenciando la pronta recuperación de pacientes que han padecido operaciones quirúrgicas o de personas que han estado enfermas. Estas recuperaciones más veloces podrían tener relación con un fortalecimiento del sistema inmune.
Yaiza Martínez