Por: Gianluca Nicolini Leiva. Ecologista y activista ambiental.
Desertificación avanzando, contaminación de las aguas, de la tierra y el aire, calentamiento global, ordenamiento territorial descontrolado, sequía, obsolescencia programada, son problemas vigentes que tienen algo en común: causas humanas. El modelo está hecho para crecer sin fin hasta colapsar. Porque el extractivismo se basa en la explotación infinita de los recursos, cuando nuestro planeta es finito. Aunque plantear un cambio de modelo de desarrollo suena casi como cliché, no deja de ser cierto que necesitamos uno nuevo, una nueva forma de relacionarnos y una nueva forma de sociedad en general. Porque nuestra sociedad está siendo insostenible.
Nicanor Parra decía que “el error consistió en creer que la Tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la Tierra.” Estamos principalmente compuestos de agua, comemos nutrientes provenientes de otros seres que habitan la tierra y el mar, respiramos el aire que se purifica en los bosques y en el océano, y un larga lista de evidencia tangible e intangible que permite sostener que somos seres dependientes de la naturaleza. Sin embargo, vivimos como agentes externos, desde lo individual, no desde lo colectivo; naturalizamos la competencia entre los humanos y en relación a la naturaleza; y, desnaturalizamos la solidaridad y el apoyo mutuo.
Pero, ante tal escenario de crisis climática, ¿qué podemos hacer, dónde podemos aferrar las esperanzas? Si la problemática viene aparejada al extractivismo, no podemos esperar que exista un «eco-extractivismo» que solucione las cosas. Porque hay intereses que el modelo va a cuidarse de no cambiar; necesitamos alternativas coherentes con nuevos modos de vivir y ahí viene el gran desafío. El modelo socio-económico no cambiará por sí mismo.
Es insuficiente una ley de bolsas plásticas, si casi todo lo demás que hay en el supermercado viene envuelto en plástico; es insuficiente reciclar, si es que se sigue aumentando la producción de desechos y se sigue tolerando la obsolescencia programada; es insuficiente reforestar, si es que se fomentará el crecimiento inmobiliario descontrolado, el monocultivo forestal o la agroindustria exportadora, arrasando constantemente el bosque nativo y generando sequía; es insuficiente tener un parlamentario comprometido con las causas ambientales, si es que es minoría en el parlamento y en la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico, el derecho de propiedad sigue estando por sobre la vida digna, la naturaleza y no se contempla el derecho humano al agua.
Sin embargo, no porque sean insuficientes -e incluso insignificantes numéricamente- vamos a dejar de lado los aportes al ecosistema. Estamos en tiempos en los que se hace necesario sumar, no restar. Necesitamos fomentar la producción y el consumo local, el cuidado del agua, el cuidado de los bosques nativos, disminuir la huella de carbono no solo de nuestras casas o nuestros barrios, sino de nuestra sociedad. Para ello también necesitamos autoridades comprometidas de manera honesta y auténtica. No podemos seguir votando por quienes han profundizado el extractivismo, por quienes favorecen a los grandes empresarios en cada oportunidad que tienen, por quienes ponen sus intereses por sobre las necesidades de la sociedad y la naturaleza. A su vez, necesitamos potenciar los liderazgos sociales y políticos de quienes confiamos están en la misma vereda de esta permanente lucha por la defensa del medioambiente.
La solución no viene solo desde arriba ni solo desde abajo, debe venir por todos los flancos posibles; para encontrarnos en el punto de presión suficiente donde no se permita la continuidad de la sobrexplotación de la naturaleza como forma de vida. Las y los activistas ambientales hoy en día adquieren un rol clave. Necesitamos más ecologistas, en la tierra, en las calles y en las instituciones. Los resultados no serán prontos, ni será cuestión de una sola batalla: se trata de integrar el respeto por la naturaleza a nuestros hábitos y nuestra forma de pensar el mundo. Aún estamos a tiempo.
Por: Gianluca Nicolini Leiva. Ecologista y activista ambiental.
El Ciudadano