Las plantas tienen una gran variedad de propiedades, la principal es su capacidad medicinal, esencial para los tratamientos que diariamente miles de personas siguen en todo el mundo. Sin embargo, también algunas tienen componentes tóxicos que pueden resultar muy nocivos para la salud de animales y personas.
A continuación, te dejamos con cinco plantitas de las cuales es mejor mantenerse lejos:
Filodendro
Raíces, tallo y hojas contienen oxalato de calcio, un cristal de carbono cuya estructura microscópica tiene la forma de pequeños cristales.
Un poco de oxalato de calcio produce ardor en la boca después de una ingesta, pero una dosis más alta va generando progresivamente dolor estomacal, afonía y en cantidades mayores, convulsiones, pérdida de conciencia y muerte.
Laurel en flor
Las hojas, flores, tallos y semillas del laurel en flor son tremendamente tóxicas. Tiene oleandrina, un glucósido cardiogénico que genera taquicardia en bajas dosis y en mayores dosis arritmia, paro cardiaco y eventualmente la muerte.
La intoxicación se presenta varias horas después de la ingesta e incluye fuerte dolor abdominal, diarrea sanguinolenta, vómitos, ataxia motriz y disnea.
Cicuta
La planta de cicuta suele estar presente en sitios eriazos porque crece como maleza. Contiene cicutoxina, un estimulante del sistema nervioso central que en altas dosis provoca convulsiones y muerte por paro cardiorespiratorio.
Belladona
Todas las partes de la planta contienen alcaloides tropano, altamente tóxico para personas. Los síntomas de una intoxicación de belladona son enrojecimiento de la cara, sequedad de boca y mucosas, sed intensa, debilidad muscular, aumento en la frecuencia cardiaca. Puede provocar además delirios acompañados de agitación, descoordinación motora, convulsiones e incluso un coma.
Ricino
La semilla del ricino es muy venenosa, ya que contiene una proteína tóxica que provoca diarrea, vómitos e hipotensión. Su efecto más dañino es que se une a los ribosomas de las células impidiendo la síntesis de proteínas, generando muerte celular.
Por Francisca Arriagada.
El Ciudadano