Esta décima pre-emergencia , además de prohibir la circulación de algunos vehículos con sello verde y de otros, sin convertidor catalítico, e impedir el funcionamiento de 1350 industrias, nos plantea una interrogante a nivel personal. Estamos aquí hoy, respirando un aire del que no podemos escapar, a no ser que nos replanteemos seriamente nuestras vidas y dejemos todo para empezar de cero.
La contaminación imparable que se ha registrado las últimas semanas en la Región Metropolitana, ha acumulado trece días seguidos de mala calidad del aire por altos índices de material particulado fino (MP 2,5). Así lo estableció un análisis realizado por el departamento de Física de la U. de Santiago, que recopiló los registros de la estación de monitoreo de calidad del aire de Cerro Navia, una de las comunas que ha mostrado los mayores índices de polución este invierno.
En el estudio se evidencia que desde el jueves 18 de junio pasado hasta ayer, se han presentado episodios críticos continuos, entre los que se cuentan una emergencia, siete preemergencias, tres alertas y dos días de aire del tipo “regular”.
Las autoridades crean planes de descontaminación, los académicos se apresuran en llevar a cabo estudios que permitan medir y predecir; los activistas de ONG plantean una educación desde la base, con el fin de re-educar a los adultos y preparar a los niños y niñas que habitarán el Santiago del mañana.
Sin embargo, el ciudadano de a pie, quienes se mueven en transporte público o en bicicleta, o el que práctica deporte, ante la pregunta sobre ¿qué medidas tomas en días de pre emergencia? Responden resignados, como si en el presente ya no hubiera nada qué hacer y todo quedara para el futuro, entonces condicionan sus vidas a lo que las autoridades consideren, o los estudiosos decidan, pero no cambian las propias.
Entre las personas consultadas,
Una madre responde con culpa. Ha llevado a su hijo de 18 meses al hospital dos veces por emergencia respiratoria. Declara que se arrepiente de haber elegido Santiago para vivir.
Un ciclista veinteañero, dice que ya se ha acostumbrado, que el no cambiaría la bicileta por el transporte público y que si esperara que las cosas funcionaran para los ciclistas para ir en bicileta, entonces lo más probable es que su bicicleta se quedaría estacionada por años.
Una corredora por afición, confiesa que tristemente ha limitado su entrenamiento sólo a los fines de semana. Antes corría de 4 a 5 días , ahora intenta salir de Santiago para correr o subir a algún cerro, además de salir muy temprano para evitar sentir náuseas.
Un trabajador de oficina de treinta y cinco años, acusa dolores de cabeza constantes, diferentes a los que ha sufrido alguna vez por gripe. Aclara que son como pinchazos que no lo dejan pensar.
Una mujer mayor dice que todo lo que parecía un avance es una maldición, que ir en auto es más cómodo pero que al final no se puede avanzar, están todas las calles repletas y no se puede respirar. Que ahora sufre mareos. Antes la vida era más simple y el aire era mejor.