Por Gerardo Sifuentes
Los desechos plásticos se encuentran prácticamente en todos los océanos y grandes lagos del mundo, hasta en los polos. Aunque se presentan en una gran variedad de tamaños, aquellos que miden menos de cinco milímetros de largo se les llaman microplásticos. Producto de un largo proceso de fragmentación que puede llevar décadas a partir de piezas originales más grandes (bolsas, telas, granulados), estos son prácticamente invisibles, circulan por la atmósfera y penetran en el subsuelo, por lo que se ha demostrado que afectan el crecimiento de las plantas e incluso son tan pequeños que han logrado entrar en el torrente sanguíneo de los mamíferos, peces y hasta en las entrañas de los insectos. Debido a su ligereza son fácilmente transportados por los vientos y alcanzan las partes altas de la atmósfera terrestre.
Una investigación publicada el año pasado en la revista Science, encabezada por la doctora Janice Brahney, del departamento de hidrología de cuencas de la Universidad de Utah, EU, reveló que por esta causa cada año las lluvias depositan en promedio alrededor de mil toneladas de microplásticos tan solo en áreas naturales protegidas de la zona oeste de aquel país, el equivalente a unas 123 millones de botellas de agua plastificadas. Las muestras de partículas atmosféricas recuperadas para su análisis, revelaron que al menos cuatro por ciento de las mismas eran polímeros plásticos. Pero la gran duda que quedó pendiente por entonces era saber el verdadero origen de dichos contaminantes que constituían la fuente principal de estas “lluvias de plástico”.
En esta ocasión la doctora Brahney ha dado continuidad al estudio y descubrió las dos vías principales de microplásticos: las carreteras y los océanos. Los resultados, publicados en Proceedings of the National Academies of Sciences, estiman que los residuos atmosféricos encontrados en el oeste de EU provienen 84 por ciento de los caminos, 11 por ciento de los mares y cinco por ciento del polvo de suelo agrícola. El desgaste de los neumáticos de los automóviles, explica, da pie a que una gran cantidad de partículas salgan disparadas y se dispersen a través de las fuertes turbulencias creadas por los vehículos en movimiento. Por otro lado, las grandes cantidades de bolsas de plástico, botellas de refresco y envolturas de alimentos en los océanos al desintegrarse con el paso de las décadas se mueven hacia la superficie del agua, se dispersan por las olas y son arrastradas por el viento. En cuanto al polvo del suelo agrícola, los microplásticos entran al suelo debido a que los fertilizantes se obtienen de productos orgánicos de las aguas residuales que los contienen; pero los residuos microscópicos permanecen a pesar del proceso de tratamiento al que son sometidas. Una vez en la atmósfera, los microplásticos pueden permanecer suspendidos en el aire en promedio 6.5 días, tiempo suficiente que les permite atravesar un continente.
Pero si bien estos datos hablan de lo que se pudo encontrar en una determinada zona geográfica en particular, la investigación señala que, al igual que en cualquier ciclo global, los microplásticos circulan de manera similar por todo el planeta a nivel terrestre, atmosférico, oceánico y en los polos, por lo que cada continente tiene su propia aportación para que este fenómeno persista. Queda aún por resolver cómo es que funciona este «ciclo del plástico» en los sistemas globales, precisar sus medios de transporte, forma de deposición y origen.