No, comer carne ya no es solo una «decisión personal» y cada día hay más muestras de ello. Dinamarca, país a la vanguardia en políticas medioambientales y de sostenibilidad, está debatiendo establecer un impuesto ético a las carnes rojas.
El Comité de ética danés es el organismo que ha propuesto la medida al Gobierno del país. Para el Comité, los daneses tienen la obligación de minimizar su impacto climático y la manera más natural de conseguirlo es reduciendo su consumo de carne.
Este Comité es un organismo independiente que asesora al Gobierno, políticos y a otras autoridades públicas sobre asuntos éticos.
Durante seis meses el Comité ha estado debatiendo si sería conveniente solicitar al Gobierno que intervenga en los hábitos alimenticios de los ciudadanos. Finalmente decidieron que para reducir el consumo de carnes lo suficiente para causar un impacto positivo en el medioambiente era necesaria alguna medida gubernamental. Ahí entraría el impuesto a las carnes rojas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha manifestado que la ganadería industrial es la responsable del 18% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero (un porcentaje mayor que el de toda la industria de transporte mundial, coches, aviones y barcos incluidos). Producir un solo kilo de carne roja requiere 43.000 litros de agua.
Mientras el consumo de carne sigue emitiendo enormes cantidades de gases de efecto invernadero, un reciente estudio llegó a la conclusión de que si el mundo se alimentase con productos vegetales las emisiones se reducirían en un 63%.
Mickey Gjerris, portavoz del Comité, declaraba que , «es necesaria una medida regulatoria unificada que conciencie a la sociedad sobre el cambio climático y lance un claro mensaje sobre los alimentos que dañan el medioambiente».
El Comité asesor pretende que se establezcan impuestos para todos los alimentos cuya producción dañe el medioambiente pero por el momento ha empezado con las carnes rojas, «indiscutiblemente el alimento más destructivo para el planeta».
Desgraciadamente, un portavoz del Gobierno danés ha manifestado que existen pocas posibilidades de que la propuesta sea aceptada, apelando a la complejidad para su implementación.
Sin embargo, Dinamarca ha sentado un precedente cuya semilla podría germinar con la voluntad política adecuada. Una voluntad política que debería estar al servicio de la sostenibilidad y de la ética común y por encima de los intereses de las industrias responsables de algunos de los mayores problemas de nuestros tiempos.
Vía: Diario Ecología