“¡La luz!”, grita el operario que llega anunciando la lectura del medidor. Nadie parece entender los números que anota pero lo cierto es que a fin de mes llega una cuenta que aunque detalla los “watts” utilizados, la mayoría de los usuarios parece no comprender ni menos saber cómo controlar. Y es ahí justamente donde el programa de Eco-Alfabetización del Instituto de Ecología Política marca la diferencia.
Porque ya no se trata simplemente de andar gritando por la casa “apaguen la luz”, o de alterar el medidor “para pagar menos”, sino de comprender que la crisis que amenaza al planeta, es un hecho que está a la vuelta de la esquina y que todos, en colaboración, podemos convertirnos en protagonistas no sólo para ajustar los propios recursos en nuestros hogares sino para aportar colectivamente a la disminución de las emisiones de Co2 que aceleran el cambio climático.
“Es necesario que la ciudadanía asuma también un nuevo rol en su forma de relacionarse con la energía. Actualmente el ciudadano en Chile en general no sólo desconoce los problemas que existen, sino que también desconoce su propio potencial para constituirse en un agente de cambio, eso es lo que buscamos y estamos teniendo mucha acogida”, dice Daniela Zamorano de la Fundación del Instituto de Ecología Política y creadora del innovador programa.
Se trata de un cambio de actitud que el Comité Consultivo de Energía del Ministerio del rubro definió en su Hoja de Ruta 2050 con el perfil de “un consumidor más activo que no sólo gestiona y controla su consumo energético, sino que le importan los impactos socioambientales de la energía que consume, busca minimizarlos, y al mismo tiempo participa en la generación de su propio abastecimiento energético”. Una cuestión que en el Instituto de Ecología Política se tomaron muy en serio, convencidos de que sólo es posible lograrlo con la educación a través de lo que han llamado la Eco Alfabetización Energética.
“Nos dimos cuenta que realmente la gente no tiene conocimientos concretos sobre cómo administrar su energía. No hay una alfabetización en el uso de la electricidad, del agua, sólo las usamos pero no comprendemos que el cambio climático hoy nos está haciendo un llamado urgente a cambiar nuestros hábitos”, dice la joven profesora que se ha especializado en energías renovables y eficiencia energética.
EL CONTRA ATAQUE DE LOS ECOLOGISTAS
Y es que la imagen quedó en la retina de los chilenos atemorizando a la opinión pública. Estábamos frente a la amenaza de un país a oscuras que tendría que asumir “los riesgos” de que un repartidor de pizzas al tocar el timbre en una casa colapsara el sistema energético, dejando sin electricidad a los médicos que, en otro lado de la ciudad, estaban en plena cirugía.
Corría el año 2010 y Chile a medias era lema publicitario de la propaganda que en ese entonces se pasaba en la televisión abierta intentando explicar la urgente “necesidad” de construir el polémico proyecto de HidroAysen. “Si Chile no duplica su energía desde hoy, en 10 años más, funcionará a medias”, concluía el spot.
Los ambientalistas se organizaron, salieron a las calles, hicieron presión con la autoridades pero también llegaron con fuerza a los medios de comunicación y a las redes sociales, hasta lograr hacer un trabajo clave que no sólo buscaba proteger a la Patagonia chilena del intervencionismo que significaba un proyecto de esa envergadura, sino que también, intentaba instalar definitivamente la discusión para que Chile re-pensara su matriz de generación eléctrica hacia las energías renovables no convencionales.
Las proyecciones estadísticas en ese entonces –año 2010- advertían un país sin capacidad suficiente para abastecer la demanda del gasto energético que se suponía iba a crecer exponencialmente.
Pero han pasado ya seis años desde aquellas batallas mediáticas entre ambientalistas y empresas generadoras de electricidad y con HidroAysen suspendido, lo cierto es que no sólo no aumentó la demanda energética sino que hoy “nos está sobrando”.
Durante el año 2015, el excedente de energía marcó un récord histórico con un diferencial del 10% negativo entre los contratos eléctricos sostenidos y la energía efectivamente retirada. Una suerte de superávit en la que la desaceleración económica ha influido drásticamente pero que, sin duda, también parece indicar con evidencias concretas que Chile no necesita generar más energía sino aprender a utilizarla.
Y en eso han estado los llamados ambientalistas. Lejos de sentarse en el triunfo que representó para el movimiento ciudadano la paralización de los grandes proyectos de generación eléctrica, diversas organizaciones han estado de cabeza en el diseño y producción de energía fotovoltaica y en lo que han llamado la Eco Alfabetización Energética Comunitaria que busca enseñar cómo medir y administrar el consumo eléctrico de forma eficiente, independientemente de la fuente desde donde la obtengan.
ALFABETIZACIÓN ECOLÓGICA
Así surgió el programa de Eco-Alfabetización diseñado por Daniela y Manuel Baquedano. Una propuesta educativa que impacta directamente en las familias y las comunidades, promoviendo la toma de consciencia sobre la conservación, el uso y la gestión eficiente de la energía para contribuir activamente a la reducción de los consumos energéticos y las emisiones de gases del efecto invernadero en el sector residencial que, hasta ahora, había permanecido al margen de cualquier iniciativa de este tipo.
Daniela explica que la experiencia es la base del programa, porque las familias realizan una medición diaria de sus consumos eléctricos a través de un contador instantáneo de electricidad que se instala en los domicilios sin alterar el flujo eléctrico y que les permite conocer sus conductas de consumo para entonces modificarlas después.
Las familias deben registrar en una bitácora el consumo detectado por el contador cuatro veces al día. Una rutina que podría ser vista como algo tediosa, pero que sin embargo, fue realizada con entusiasmo por el 75% de las 200 familias participantes que culminaron la iniciativa exitosamente en las cuatro regiones del país donde se impulsó el piloto financiado por el Ministerio de Energía. Y es que como explica Javier Vergara, vecino de Providencia, “el aparatito es como un juguete que te motiva a usarlo en la casa”.
Javier es integrante de una de las primeras familias que se inscribió en el programa y que además, compartió su experiencia en las redes sociales con gran acogida de amigos y conocidos que le preguntaban, cómo participar. “Cuando supimos, quisimos estar altiro”, dice y agrega que “nos sirvió como familia para darnos cuenta de forma concreta el impacto que estábamos teniendo con nuestros hábitos. Sabíamos que ciertas cosas producen más gastos, pero nunca lo habíamos visto así, directamente, como que si esto lo usas así, genera este “pic” o este conjunto de cosas funcionando gastan más que si lo usas de otra forma. Fue muy útil para entender nuestro comportamiento”, explica.
Pero eso no es todo, porque justamente la propuesta metodológica inspirada en el modelo educativo de Paulo Freire, busca que la experiencia concreta se traduzca en una reflexión y aprendizaje colectivo que además, hace parte a las personas de las acciones de otros que se suman comunitariamente a un cambio de paradigma, en este caso, sobre el uso de energías.
Tanto el proceso de reflexión como en el de acción, la familia es guiada por un monitor de Eco-Alfabetización capacitado especialmente para facilitar el aprendizaje de hábitos eficientes a través del desarrollo de sesiones educativas.
Pamela Cárdenas fue una de las monitoras capacitadas para Aysén y su evaluación es muy positiva. Integrante de la Cooperativa Enercoop, tuvo la tarea de visitar y guiar a las familias de la agrupación que participaron del proyecto en la Región y fue testigo privilegiado además, de los beneficios que ha traído el cambio de conducta en el uso de la energía. “Aprendes además a ver las fugas que tienes en tu casa y esto se refleja en la boleta a fin de mes”, dice Pamela y explica que hubo familias que bajaron hasta en un 36% su consumo mensual de energía “solamente cambiando hábitos tan simples como es desconectar aparatos que no se usan o no dejar conectado el cargador del teléfono, por ejemplo”.
Cuestiones que suponemos tienen cierto consumo, pero que al comprobarlo con la evidencia del medidor instantáneo, impacta radicalmente en la conducta de las familias, como fue en el caso de los Gálvez-Navarrete de Providencia quienes confiesan, aun con sorpresa, que aunque sabían que tener desajustada la puerta del refrigerador podía generarles un mayor consumo de electricidad, no lo habían tomado tan en serio hasta que la arreglaron y vieron los cambios en la boleta a fin de mes.
Daniela explica que al momento de instalar el equipo, se realiza una visita técnica a la vivienda, y posteriormente se efectúan visitas educativas en las que se reflexiona en torno a la temática energética, se miden los consumos de los diversos electrodomésticos que existen en el hogar y se van diseñando estrategias de consumo.
En estas visitas, Pamela Cárdenas comprobó además que fue muy importante para quienes participaron, saber a ciencia cierta que a ese beneficio directo al presupuesto familiar, estaba el hecho de contribuir colectivamente a disminuir las emisiones de Co2. Para Daniela, aquí está el sentido final del programa, porque hay una “toma de consciencia”.
Durante la implementación del programa, que dura varias semanas, se mide concretamente la reducción de los consumos en términos de energía eléctrica (kWh) y los costos monetarios ($) asociados, pero también en las emisiones (kg de CO2/kWh). Luego, los resultados se contrastan con las boletas y los gastos habituales de las familias en igual período antes de la EcoAlfabetización y las evidencias son sólidas.
Las familias que participaron tanto en Santiago como en el resto de las regiones, disminuyeron en un 16% en promedio su consumo mensual. El programa convocó a familias en cuatro comunidades del norte, sur y centro de nuestro país: una cooperativa de energías renovables en Coyhaique; un grupo de familias beneficiarias del Subsidio para Reparación y Mejoramiento de Vivienda (en el área de innovación en eficiencia energética) del Ministerio de Vivienda y Urbanismo en Pucón y Villarrica; un grupo perteneciente a dos juntas de vecinos de Santiago, correspondientes a las comunas de Macul y Providencia; y finalmente la comunidad indígena de Coyo en San Pedro de Atacama.
De todas, las familias de Coyhaique fueron las que evidenciaron un ahorro mayor con un 36% de reducción en sus cuentas mensuales. Los vecinos de Providencia por su parte, evidenciaron diferencias de consumo que equivalen al 29% del consumo promedio. Mientras que las familias de Macul mostraron una reducción equivalente al 26% del valor total de sus cuentas de electricidad. En cuanto a los beneficiarios del subsidio, las familias en Villarrica disminuyeron su cuenta en 21% mientras que las de Pucón alcanzaron un 19%.
“Los resultados nos dejaron muy conformes”, dice Daniela y explica que tras la aplicación de este programa piloto, el contador de electricidad es retirado pero las familias quedan con los nuevos hábitos y lo que es más importante, dice, la toma de consciencia respecto de sus conductas.
ECOALFABETIZACIÓN CHILENA PARA EL MUNDO
Las proyecciones no son menores. Daniela está convencida que si este programa se aplicara gradualmente en muchos hogares de Chile y el mundo, el gasto de energía residencial bajaría considerablemente aportando de forma radical a las variaciones a nivel nacional en los distintos países donde pudiera implementarse.
“Pero más que las cifras, creo que la importancia está en Eco-Alfabetizarse para que avancemos hacia una cultura de energías renovables como un desafío regional. Las emisiones globales del sector en América Latina y el Caribe, corresponden al 10% del total, así es que los ciudadanos debemos ser protagonistas del cambio energético y no sólo consumidores”, dice Daniela.
Por eso, postularon al Fondo Chile que, en una iniciativa conjunta del Gobierno de Chile —a través de la Agencia hilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID)— y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), busca llevar cooperativamente distintas iniciativas exitosas e innovadoras a otros países de igual o menor desarrollo.
“Este es un modelo de eco-alfabetización que puede ser replicado en cualquier lugar, y estamos muy entusiasmados con el desafío de llevarlo a otros países”, explica Daniela pocos días después de arribar de la primera visita técnica a Uruguay, donde expuso junto a Manuel Baquedano, Presidente del Instituto de Ecología Política (IEP) y Harold Fuentes, asistente técnico, los términos del proyecto que gracias al Fondo Chile, podrán llevar a cabo durante los próximos 12 meses en alianza junto al Centro Uruguayo de Tecnologías Apropiadas (CEUTA) que será la contraparte en esta transferencia de conocimientos y experiencias desarrollada por el IEP en Chile.
Junto a los profesionales de CEUTA se adaptará el programa a la realidad uruguaya, se formará a los monitores y se realizará el seguimiento a la implementación de los talleres familiares. La experiencia piloto, que beneficiará a 40 familias del Municipio F en Montevideo, será implementada además con la colaboración de Comunidad del Sur, que participará como coordinador en terreno para la difusión y logística.
“En la primera visita, ya pudimos reunirnos con todos los participantes, pero además, con el Embajador de Chile en Uruguay, con la empresa pública de transmisión eléctrica, con el Ministerio de Energía de Uruguay y otras autoridades de ese país que reciben con mucho entusiasmo nuestro proyecto”, cuenta Daniela y explica que ya para las próximas semanas, comenzarán el trabajo en terreno para conocer a las familias uruguayas que también podrán beneficiarse de esta Eco-Alfabetización energética comunitaria y que, confiesa Daniela, quisiera poder llevar a la mayor cantidad posible de países de la Región.