Espíritu tutelar del espacio o el territorio. Así definen desde la antropología al ngen Kintuante, una entidad situada en el paisaje a quien las comunidades mapuche williche de Maihue–Carimallin, El Roble–Carimallin y Mantilhue rinden culto hace larga data en la comuna de Río Bueno, Región de Los Ríos.
Se trata de una entidad que posee poderes sobrenaturales y dentro de éstos destaca el de mediar entre los originarios y las divinidades que protagonizan el cosmovisionario mapuche, en cuyo imaginario el Kintuante fue una persona de la comunidad que se transformó en espíritu mediante una especie de encanto en tiempos inmemoriales.
Dentro de este tipo de espíritus no sólo está el mencionado, también destacan Mankeante (Toltén), María Guacolda (Lumaco), Abuelito Wenteyao (Pucatrihue) y Juanico (Nolguehue), quienes habitan en cuevas, roqueríos o cursos de agua donde los mapuche williche se congregan a desarrollar rituales como una forma de rogarles por la tierra.
No obstante, el Kintuante está sitiado por una hidroeléctrica que se viene gestando desde hace más de 10 años y que ha desatado férrea resistencia de las comunidades mapuche. Es el caso de la central hidroeléctrica Osorno, proyecto que fue aprobado por la institucionalidad ambiental el 3 de julio de 2009. La represa está proyectada en el río Pilmaiken (golondrina en la lengua mapuche) justo en el límite de las regiones de Los Ríos y de Los Lagos (comunas de Río Bueno y Puyehue, respectivamente). Además, en éste curso de agua ya operan dos centrales: una que lleva el mismo nombre del río, inaugurada en 1944; y Rucatayo que funciona desde 2012. Éstas dos últimas pasaron a manos de Statkraft, una compañía controlada por el Estado noruego, tras adquirir Eléctrica Pilmaiquén S.A en 2015, en cuyo directorio figuraba Hernán Büchi, ex ministro de Pinochet, y Bruno Philippi, también vinculado a la dictadura pues asesoró a ministerios y lideró la Comisión Nacional de Energía desde sus orígenes.
{destacado-1} Uno de los ejes más relevantes del conflicto ambiental radica en que las comunidades mapuche williche usan continuamente un complejo sagrado compuesto por espacios ceremoniales: un cementerio que está en uso; un antiguo guillatuwe (lugar donde se realizan rituales); dos renü, que son cuevas a través de las que se puede pasar de una dimensión a otra del Wallontumapu (universo mapuche); una antigua vertiente que va hacia el río; el propio río Pilmaiken, que es un espacio a través del que viajan los espíritus. Por lo tanto, es un conjunto de elementos que constituyen un paisaje sagrado que se ve amenazado por la iniciativa energética, ya que este complejo ceremonial sería inundado por la construcción de la hidroeléctrica.
Es por esto que estamos ante un conflicto que es mayor. Tiene que ver con la muerte de un pueblo, pues no estamos hablando sólo de tierras. Hablamos de que se pretende inundar un espacio sagrado para el pueblo mapuche, un espacio que le da identidad, un lugar que permite que exista medicina tradicional. En la medida que ese espacio sea usurpado, que ya no se pueda acceder porque sería inundado, muere la medicina y el pueblo mapuche. Estamos presenciando una situación similar a lo que pasó en Ralco. Allí se inundó todo el territorio de las comunidades mapuche pewenche y hoy esas comunidades están engrosando las filas marginales de las ciudades y como pueblo quedó destrozado.
En el último tiempo, las comunidades han denunciado que la empresa noruega estaría usando drones para vigilar sus pasos y que programa reuniones con los dirigentes de otras agrupaciones “vendidas” para generar división en el territorio y con ello avanzar en la materialización del proyecto.
Lamentablemente este proyecto tuvo luz verde antes de que Chile ratificara el Convenio 169 de la OIT, ya que entró en vigencia con posterioridad a la calificación de la iniciativa y esta no contempló Consulta indígena. Esto es lo que argumenta la institucionalidad ambiental. Sin embargo para este tipo de intervenciones es necesario que, tanto el Estado de Noruega y el chileno, cautelen la implementación de una consulta previa, libre e informada donde los defensores del Kintuante sean los protagonistas, pues se trata del espacio ceremonial más importante de la cuenca del río Bueno y quizás de la Región.