La cantidad de dos especies de pingüinos antárticos se redujo drásticamente en los últimos 30 años a causa de la creciente merma por razones climáticas del krill, su principal fuente de alimento.
Éste padece la combinación de los otros predadores, la sobrepesca y el rápido derretimiento de los hielos causado por el recalentamiento planetario, según el estudio «La variabilidad en la biomasa de krill vincula cosecha y recalentamiento del clima con los cambios en las poblaciones de pingüinos en la Antártida«, divulgado el lunes por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Basándose en investigaciones de los años 70 sobre los pingüinos barbijo (Pygoscelis antarcticus) y de Adelia (Pygoscelis adeliae) y los ecosistemas que los mantenían, el informe concluyó que sus poblaciones en las Islas Shetland del Sur se redujeron más de 50 por ciento debido, principalmente, a una severa disminución del krill, una criatura similar a los camarones y que depende de los hielos marinos para reproducirse.
Los pingüinos de Adelia, que durante el invierno prefieren los hielos marinos, se han reducido a un ritmo de 2,9 por ciento anual en la última década, mientras que la variedad barbijo, más adepta a las aguas, disminuyó 4,3 por ciento anual en el mismo periodo, según el estudio.
Algunos científicos pronosticaron que la reducción de los hielos de la Antártida causada por un calentamiento del aire y el agua tendría un impacto más negativo sobre las poblaciones de pingüinos de Adelia, dado que dependen más de ese hábitat.
Según esa «hipótesis de los hielos marinos», se espera que los pingüinos barbijo aumenten su población, por lo menos en relación a sus «primos» de Adelia.
Pero el estudio concluyó que la abundancia o carencia de krill parece estar jugando un rol más importante en la reducción de las poblaciones de ambas especies.
El krill se alimenta del fitoplancton que crece bajo las superficies heladas de los mares. Según otras investigaciones, las poblaciones de krill en el océano Antártico se redujeron incluso 80 por ciento desde los años 70.
«Para los pingüinos y otras especies, el krill es el eje de la cadena alimentaria», dijo Wayne Trivelpiece, principal autor del informe e investigador de aves marinas en la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
«Independientemente de sus preferencias ambientales, vemos una conexión entre cambio climático y poblaciones de pingüinos mediante la pérdida de hábitat para su principal fuente alimentaria», señaló.
«Mientras continúe el calentamiento, la pérdida de krill tendrá un profundo efecto en todo el ecosistema antártico», agregó.
El océano Antártico es uno de los ecosistemas de más rápido calentamiento sobre la Tierra. Las temperaturas del aire invernal aumentaron entre cinco y seis grados desde los años 70.
El calentamiento ha reducido tanto el alcance como la duración del hielo marino invernal, del que depende el fitoplancton, por lo tanto el krill y, en última instancia, los pingüinos.
«De continuar el calentamiento, los hielos marinos invernales pueden desaparecer de buena parte de esta región y exacerbar el declive del krill y de los pingüinos», según el estudio.
Sin embargo, la disminución de ejemplares de krill no se debe solamente a la desaparición de los hielos marinos, plantea el informe, que también cita la extracción comercial de esa especie por embarcaciones dedicadas a la pesca de arrastre, iniciada hace casi 40 años, y la creciente competencia por el krill entre poblaciones en recuperación de ballenas y focas.
Las poblaciones de pingüinos de Adelia y barbijo aumentaron entre los años 30 y los 70 a consecuencia de las pérdidas padecidas por los dos mamíferos marinos cazados por los seres humanos.
«Los pingüinos son excelentes indicadores de cambios en la salud biológica y ambiental del ecosistema más amplio, porque son fácilmente accesibles mientras se reproducen en tierra y dependen por completo de recursos alimentarios del mar», según Trivelpiece.
«Además, a diferencia de muchos otros predadores que se alimentan de krill en el océano Antártico, como ballenas y focas, no fueron cazados por los seres humanos», dijo.
«Cuando vemos agudas reducciones en las poblaciones, como venimos documentando con los pingüinos barbijo y de Adelia, sabemos que hay un problema ecológico mucho más amplio», añadió.
Ejemplares jóvenes de ambas variedades han demostrado ser los más vulnerables a la pérdida de biomasa derivada del krill, según el informe.
Aunque a mediados de los años alrededor de 50 por ciento de los pingüinos jóvenes sobrevivían a su primer año, actualmente sobrevive apenas 10 por ciento.
Por Jim Lobe