Farmacultivos: Medicamentos en la comida

En varias regiones ya hay siembras con cultivos transgénicos farmacéuticos


Autor: Sebastian Saá

En varias regiones ya hay siembras con cultivos transgénicos farmacéuticos. Poco se informa sobre ellos y sus consecuencias para la salud humana. Pero la agricultura nacional  nunca volverá a ser la misma por su causa.

Chile ocupa el sexto lugar en el mundo como país exportador de semillas. Cada año hay ganancias por US$ 218 millones. Por eso casi todas las empresas transgénicas internacionales están presentes en nuestro país. Hace más de una década que se introdujeron por la puerta trasera. Y la gente empieza a comprender qué son estos misteriosos alimentos, modificados genéticamente para obtener características ajenas a las especies originales.
Como explica la bióloga María Isabel Manzur (Phd) “pueden generarse frutillas con genes de murciélagos” o, si prefiere, vacas con genes humanos para tomar leche transgénica.
Pero la mayoría de las modificaciones genéticas se hacen para que las especies sean resistentes a pesticidas específicos… los mismos que las empresas venden como un verdadero paquete biotecnológico: junto con las semillas transgénicas el agricultor compra el pesticida.
Este nuevo siglo observa cómo otro negocio sin ética se impone. Las compañías  producen farmacultivos o cultivos transgénicos farmacéuticos: especies manipuladas genéticamente para obtener substancias farmacéuticas.
Según María Isabel, quien coordina la Red por un Chile Libre de Transgénicos, hasta ahora las compañías pequeñas corren los riesgos económicos y legales, mientras los grandes consorcios aguardan a la expectativa. Por ejemplo, hoy existe arroz con lipasa gástrica de perro o con albúmina de suero humana; plantaciones de cártamo (falso azafrán) con proteína VIH (para el tratamiento del SIDA); cártamo con insulina para la diabetes, etc.
FALSEDAD TRANSGÉNICA
La biotecnología los promueve como la panacea. Afirma que son la solución al problema del hambre mundial. Los medios de comunicación también dan rienda suelta a la imaginación. Asustan con las imágenes de un planeta inundado y destruido por el cambio climático.  Es la última moda de los documentales “gringos”.
¿Y cuál sería la solución a la catástrofe?: Los biocombustibles, energía atómica y, por supuesto, alimentos transgénicos. Será un futuro mundo feliz, con energía “limpia  y no contaminante”…dicen.
Pero ese arriesgado juego (para muchos sólo una grotesca parodia de la naturaleza) trae consecuencias devastadoras para miles de consumidores y agricultores convencionales u orgánicos, a lo ancho del planeta.
Porque si una plantación de maíz transgénico está cerca de otro común, el polen transgénico viajará por el aire y contaminará el campo normal, que se transforma en una plantación modificada genéticamente, sin que nadie sospeche. Como afirma el dirigente y agricultor Josep Pámies, del movimiento “Slow Food”, de España, “el desastre ecológico provocado por las semillas transgénicas contamina miles de especies y vegetales que los labradores desde siempre podíamos reproducir sin coste” (La Locura de las Manipulaciones Genéticas).
VIDAS SIN VALOR
Pámies también denuncia la situación de los campesinos en la India, donde cada año 20 mil personas se suicidan debido a malas cosechas con semillas transgénicas. Sumidos en la miseria y desesperados a causa de sus deudas con las empresas transgénicas ya no quieren vivir. “El instrumento para suicidarse es un trago del pesticida que antes no les hacía falta utilizar y que ahora tampoco pueden pagar…”, describe Josep Pámies.
En el mundo, cada vez más investigaciones independientes detectan serias alteraciones en la salud humana a causa de estos productos. Por ejemplo, en Estados Unidos e Inglaterra la población que vive cerca de plantaciones transgénicas sufre problemas respiratorios y alérgicos de carácter crónico.
En 2004 se reportó que el total de los habitantes del pueblo de Mindanao (Filipinas), sufría intensas alergias con dificultades respiratorias, intestinales, reacciones a la piel y fiebre cuando aumentaba el polen de maíz en el aire. Alrededor del poblado había plantaciones de maíz transgénico. Al tomarse muestras de sangre a la comunidad, se descubrió que la reacción alérgica fue a causa de una toxina llamada Bt (Bacillo Thuriengiensis), propia de esa variedad de maíz transgénico.


EL TURNO DE LOS FARMACULTIVOS

En el cultivo farmacéutico el proceso o la “transgénesis” se aplica para producir substancias antibióticas. María Isabel Manzur explica que, por ejemplo, existen zanahorias con vacunas para la malaria: “Te comes la zanahoria o una papa y tienes la vacuna”.
Cuando crecen farmacultivos en un campo, a menudo hay contaminación hacia tierras aledañas, incluso contra otras especies vegetales. “Alguien podría robar un maíz farmacéutico y comer algo que está lleno de substancias como anticoagulantes, abortivas, enzimas para la digestión”, explica la investigadora.  Debido a la contaminación aérea hacia otros cultivos, “la gente sana va a empezar a consumir antibióticos sin saberlo. Eso es gravísimo”, dvierte.
Es muy fácil que ingresen animales a comer las hojas; si llueve, el agua podría contaminarse con substancias antibióticas y una vaca que coma en alguna plantación ingerirá  las substancias antibióticas y las podrá traspasar a los seres humanos a través de los lácteos o la carne.

Por esas razones a las compañías les es difícil continuar en Europa o Estados Unidos. Isabel Manzur comenta que la empresa Ventria Biosciences “quiso plantar su arroz farmacéutico en Estados Unidos pero los productores locales de arroz se opusieron”.
En Chile, según Flavia Liberona, bióloga y directora ejecutiva de Fundación Terram, entre 1997 y 2005 se sembraron cultivos farmacéuticos en varias regiones: la IV, RM, VI y VIII.  María Isabel Manzur agrega a la lista de Terram la Novena Región.
En total, el gobierno autorizó 75,7 hectáreas sin preguntarle a nadie. María Isabel reconoce que, con los transgénicos y los farmacultivos, nuestra agricultura “ya no volverá a ser la misma”.
EXPERIMENTOS CON NIÑOS
En Perú, en 2006 se desató un escándalo al conocerse que el Instituto Especializado de Salud del Niño y el Instituto de Investigación Nutricional en Lima, con el patrocinio de la empresa estadounidense Ventria Biosciences, hicieron experimentos en bebés de meses, con drogas derivadas de arroz transgénico famacéutico.
El diario La Jornada de dicho país, afirma que “ningún fármaco producido en plantas transgénicas ha sido aprobado para consumo humano. Ahora la empresa, en un cambio de imagen, llama a sus productos alimentos médicos, seguramente para eludir las regulaciones más estrictas en la aprobación de medicamentos” (julio de 2006). El medio advierte que a ese arroz se le agregaron dos proteínas humanas: lactoferrina y la lisozima, ambas presentes en la leche materna, saliva, semen y otros fluidos humanos.
“La producción se hace en arroz, al que se le insertan secuencias sintetizadas de genes humanos responsables de la fabricación de dichas proteínas. Dos de ellas fueron usadas en el estudio con niños peruanos”, agrega La Jornada.
Los afectados fueron 140 menores de cinco meses a 3 años, quienes tenían diarrea aguda y se encontraban hospitalizados en esas instituciones peruanas. La empresa anunció resultados positivos para su producto, obviando el hecho de que utilizó niños peruanos porque en su país están prohibidos esta clase de experimentos.

por Rocío Munizaga

El Ciudadano


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