Fiebre por metales en zona de desarrollo indígena del Lleu Leu

Quien camine por la ribera norte del lago Lleu Lleu, podría estar pisando minerales cuyo valor en el mercado puede llegar a los 7 mil dólares por kilo


Autor: Mauricio San Cristóbal M.

Quien camine por la ribera norte del lago Lleu Lleu, podría estar pisando minerales cuyo valor en el mercado puede llegar a los 7 mil dólares por kilo. Se trata de las «tierras raras”, sustancias que se encuentran en muy pocos lugares del mundo, y que se emplean en numerosas aplicaciones de alta tecnología aeroespacial, láseres, imanes y lentes especiales.
Si antes fueron las forestales, hoy son las mineras quienes amenazan un territorio declarado Área de Desarrollo Indígena.

Por Pedro Cayuqueo

Era sólo un rumor, pero dejó de serlo en julio de 2005, cuando una veintena de mapuches interrumpió con pancartas y lienzos en la ribera norte del lago Lleu Lleu una reunión que autoridades sostenían con comuneros en Rucañanco, a 30 kilómetros de Contulmo, Región del Bío Bío. La protesta pasó de los dichos a los hechos y la comitiva pública debió permanecer dos horas refugiada en la sede donde sostenían el encuentro. Además del gobernador de Arauco, Néstor Matamala Peña, el grupo lo conformaban personeros de Orígenes y CONADI, quienes finalmente huyeron del sector con parabrisas quebrados y abolladuras en sus vehículos. En un sector catalogado como “conflictivo” por las continuas disputas entre comunidades y empresas forestales, lo que extrañó a todos no fue la reacción mapuche ante la presencia de las autoridades, sino más bien el fondo de la protesta. «¡Fuera las mineras de las tierras mapuches!», rezaba, en rigor, un cartel recogido horas más tarde como medio de prueba por el fiscal Mario Elgueta Salinas, encargado de investigar el “violento ataque mapuche”, como lo calificó a priori el gobierno y la prensa. ¿Mineras en el Lleu Lleu?, fue la pregunta que quedó en el ambiente. Y si bien las autoridades buscaron bajar el perfil a la denuncia señalando que se trataba sólo de «un rumor», una mecha se había encendido y la bomba no tardaría en explotar.
A pocos días del incidente quedó claro que se trataba de un proyecto con todas las de la ley, cuyo gestor era un empresario penquista del rubro de la minería que aseguraba tener propiedad de 3 mil 100 hectáreas del sector e inscrita su iniciativa como de “exploración” en el Conservador de Minas. Se trata de Jaime Troncoso Sáez y su empresa Manto Rojo. Esta y sus concesiones figuraban incluso en el Boletín Oficial de Minería de Santiago. Precisamente desde la capital y ajeno al hermetismo del gobierno, Troncoso explicó en detalle a los medios que quisieron escucharlo su proyecto en el Lleu Lleu. Relató que en 2003 siguió los pasos de investigadores japoneses que años antes habían merodeado, sin resultados positivos, la provincia de Arauco en busca de minerales denominados “tierras raras”. La suerte fue para él, porque finalmente dio con lo que creía podía estar bajo las tierras aledañas al lago Lleu Lleu: rutilo, vanadio y escandio, entre otros minerales.
El hallazgo de escandio es lo que encendió sus antenas, al ser éste un mineral escaso y altamente demandado en la industria aeroespacial y refinerías de petróleo. Troncoso aseguró que dicho proyecto estaba en conocimiento de las autoridades de Minería, por lo que no entendía la reacción del gobierno. A quienes no extrañó en absoluto fue a los mapuches, hasta la fecha curados de espanto por la complicidad de las autoridades con la invasión de empresas forestales en la ribera del Lleu Lleu, dicho sea de paso, zona declarada “Área de Desarrollo Indígena” por el propio gobierno y donde emprendimientos turísticos constituyen la única prioridad para sus habitantes.
Desatada la polémica, incrementadas las protestas mapuches y militarizada la zona del Lleu Lleu, incluso con una dotación permanente de Infantes de Marina, el propio Troncoso anunció a fines de 2006 el fin de su proyecto. A juicio del empresario, la oposición de las comunidades y la imposibilidad de realizar estudios y mediciones en la zona hizo que los inversionistas se espantaran. De esta forma, Troncoso buscaba dejar atrás el conflicto, solicitando de paso ser “dejado en paz”. Sin embargo, una investigación del portal Lanalhue Noticias de Cañete reveló en marzo de 2007 que tras el fracaso del proyecto de la empresa Manto Rojo, Troncoso, en sociedad con Benedicto Melin, un “mapuche palo blanco” de la zona, registraba nuevas concesiones mineras para explotar escandio en un radio de 600 hectáreas de terreno en la ribera del Lleu Lleu. Dichas concesiones, denominadas paradójicamente Newen Mapu 1 y Newen Mapu 2, habían sido ingresadas el 20 de febrero de 2007 y publicadas en el Boletín Minero de Santiago, edición 5864, página 2 del 20 de marzo de 2007, ambas de 300 hectáreas.

FARKAS AL ACECHO

Lo sucedido con Troncoso llamó la atención de otras concesiones que se venían haciendo en paralelo, de una forma mucho más sigilosa y que cubren extensiones tremendamente superiores en el Lleu Lleu. Son las concesiones otorgadas al empresario Leonardo Farkas Klein, ya no sólo de “exploración” sino que derechamente “pedimentos de explotación” sobre 70 mil hectáreas de la Cordillera de Nahuelbuta, en la Región del Bío Bío, en el sector oriente del lago Lleu Lleu y en la zona de Carahue. Se afirma que Leonardo Farkas proyecta construir un puerto entre Lebu y Arauco para sacar hierro y magnetita. Farkas es hijo de un antiguo empresario minero, expropiado en 1973 y cuyas empresas fueron traspasadas a CAP. Farkas Klein, quien vivió largos años en Estados Unidos, a su retorno al país fundó Minera Santa Bárbara, posicionándose en pocos años como un exitoso empresario del rubro. Hoy registra millonarios negocios con transnacionales australianas y chinas.
En 1950, estudios realizados por la CORFO comprobaron que en el área del lago Lleu Lleu hay mantos de hierro. Pero su extracción involucraría perforar por medio de explosiones, acopiar el mineral y extraer sus impurezas mediante un proceso químico (peletización), lo que contaminaría completamente el lugar. Para explotar el hierro, además, se necesita gran cantidad de agua y dónde descargar los residuos. La extracción y el acopio producirían toneladas de partículas finas y residuos líquidos de difícil manejo. Es lo que alarma a los dirigentes de las comunidades, que habitan uno de los lagos más limpios de Sudamérica.
Y no son los únicos hoy bajo amenaza. “El reclamo de Rucañanco, puede ser visto como un caso local más o como la lucha por el subsuelo y la defensa de todas las tierras indígenas. No es el único caso, pero si el primero que está en la palestra pública. A lo menos otras 123 comunidades mapuches desde Arauco a Chiloé tienen el subsuelo comprometido con concesiones mineras. Hay una activa dinámica de solicitudes, manifestaciones y pedimentos que se mueve en el subsuelo”, señala Víctor Toledo Llancaqueo, director del Centro de Políticas Públicas y Derechos Indígenas de la Universidad ARCIS. “Es también una oportunidad para reafirmar que los derechos territoriales indígenas y su control no son sólo asunto de tierras. También son derechos ribereños al mar y lagos. Y son derechos al subsuelo, dicen en el Lleu Lleu. En una palabra, es un reclamo por la vida”, concluye Toledo.


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