Humedales bajo cemento

La legislación no considera los humedales y pocas son las autoridades que saben lo que son


Autor: Mauricio San Cristóbal M.

La legislación no considera los humedales y pocas son las autoridades que saben lo que son. Esa es la triste realidad que afecta a los humedales en Chile, considerando su tremenda importancia para el ecosistema en general y para salvarnos de las inundaciones en los inviernos.

No fue hasta el 2005, cuando se conoció el desastre ambiental del río Cruces provocado por Celco y avalado por los gobiernos de Frei y Lagos, que la palabra humedal en la agenda pública fue conocida. Hasta el momento, y aún hoy, la preocupación por estos fenómenos naturales no está en la lista de prioridades del país. Ni siquiera la Ley de Bases del Medio Ambiente contempla una definición.
Pese a ello, en algunas zonas de Chile la sociedad civil ha tomado conciencia y levantado la voz para lo que consideran el cuidado del gran tesoro urbano que tienen algunas ciudades: sus humedales.

DESPROTECCIÓN

“Dentro de las políticas públicas está el contaminar humedales. Desde que autoriza la CONAMA, con la Ley de Bases de Medioambiente, y después de todo el proceso terminan construyendo una planta de celulosa justo al lado del Santuario (Carlos Anwandter, en Valdivia), con un tubo que evacua hacia éste. Eso no es sólo no cumplir un tratado, eso es contaminar”, acusa Félix González, presidente del Partido Ecologista que surgió en Concepción.
Y es que estos sitios naturales están en la mira de las constructoras. Los rellenos para proyectos inmobiliarios e industriales hacen que el exquisito beneficio que estos centros hídricos generan en la ciudad se pierda. Lo peor es que las autoridades poco saben y actúan sobre el tema. No hay ley, por lo tanto tampoco protección.
En 1971, en la ciudad iraní de Ramsar, se celebró una convención mundial sobre los humedales con el fin de establecer un mecanismo para resguardar sus integridades. Chile ratificó este protocolo diez años después, aprobado como Ley de la República.  Lo más llamativo fue que el primer sitio que se incorporó para su protección a la Convención tras la ratificación de Chile fue el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter. O sea, es una ley que nadie aplica.
La Convención Ramsar define los humedales como “extensiones de marismas, pantanos, turberas, o superficies cubiertas de agua, sean éstas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad de marea baja no exceda de 6 metros”. Los beneficios que entregan estos espacios naturales son de grueso calibre y hay escasa dimensión de ello.
Los humedales subterráneos, denominados acuíferos, almacenan cerca del 97% del agua dulce no congelada del planeta y aportan el agua de consumo humano de un tercio de su población. Entre 300 y 400 millones de personas dependen o viven en humedales en el mundo. En Chile regulan las inundaciones y controlan las temperaturas. Además poseen una rica biodiversidad.

LA CULTURA DEL CEMENTO

Sin embargo, la autoridad no lo ve así y se siguen rellenando o contaminando lagunas. “Aquí hay una cultura en que se piensa que el cemento es desarrollo. Por lo tanto en la medida en que el humedal Paicaví de Concepción se rellene, para los poderes significa desarrollo para la ciudad. El humedal es una herida en la ciudad, dice el propietario, y eso claramente es una estupidez”, sostiene González.

Alejandra Mena, directora del documental “Piso Flotante, humedales bajo la ciudad”, agrega que “hay falta de educación. Puedes llegar a una población y le preguntas a la gente, ¿sabe lo que es un humedal? Y te responden: ¿qué es eso? Cuando lo puede tener al lado. La gente no sabe y la que sabe no está ni ahí. Además, hay muchos intereses involucrados para que esto quede en ese nivel de ignorancia”.

Son numerosos los casos en que los humedales son víctimas de rellenos para el llamado progreso económico. “En el norte, por ejemplo, se da una guerra económica por el agua. Las mineras se han chupado ríos enteros como en Copiapó, donde ves un río que tiene 300 metros de ancho y está seco, y en medio hay un canal que, cuando lo ví dije bueno, al menos dejaron el canal para que pasara el poquito de agua que pudo haber quedado, y no, está seco también”, denuncia González.

La sociedad civil ha tomado la conducción de un referente ciudadano en defensa de sus recursos naturales. En la Región del Bío Bío han nacido varios movimientos ciudadanos de diversos colores socioeconómicos y políticos. Son bastantes los humedales que están siendo rellenados a vista y paciencia de la autoridad, que sigue sin dimensionar el daño que se está provocando.

“Los planes reguladores de la Región siguen sin hablar de humedales. Por ejemplo, si tenemos 30 humedales urbanos, que fueron los que se catastraron por la misma CONAMA el año pasado, en el plano regulador solo hay 3 reconocidos como zonas de valor natural, y eso te da a entender que Concepción no está planificado para lo que realmente es, un gran humedal urbano”, apunta José Miguel Morales, de la agrupación Defendiendo San Pedro.

Además de no estar descritos en la legislación, los humedales son considerados en los planes reguladores como zonas de expansión urbanas, lo que da libre albedrío para rellenarlos. Sólo en la intercomuna Concepción-Talcahuano-San Pedro de la Paz, más del 23 por ciento del área ocupada por humedales se ha perdido en las últimas décadas. Todo indica que se seguirá rellenando.

AUTORIDAD EN EL OJO DEL HUMEDAL

Ante esta situación, la institucionalidad ambiental ha manifestado que sus manos están atadas. No hay un marco legal estricto, por lo que su campo de acción se limita. “Creemos que el SEIA (Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental) no es el instrumento idóneo para resolver el tema de los humedales urbanos. Pensamos que hay que fijar la atención en los planes reguladores comunales y metropolitanos toda vez que allí se dan las reglas del juego respecto de lo que se puede y no se puede hacer en un territorio dado, y esto debe conversarse entre todos los actores”, señala Bolivar Ruíz, director regional de la CONAMA Bío Bío.

González si bien concuerda con dicha apreciación, también denuncia a la CONAMA su falta de rigurosidad a la hora de aprobar proyectos inmobiliarios, aún cuando haya parques naturales que se destruyan: “El estudio de impacto ambiental lo revisa un organismo técnico, que son muy pocos funcionarios, que es la CONAMA, y después hay otro organismo que aprueba o rechaza, que es la COREMA. En nuestra región no rechazan nada, lo aprueban todo. He visto esto en varios consejos de evaluación. Por ejemplo, en el plano regulador de Coihueco viene un funcionario de CONAMA y presenta 10 diapositivas y los consejeros levantan la mano y lo aprueban. Y eso que ni conocen Coihueco, no vieron los planos en detalle, sólo presentaciones en Power Point, no leyeron los informes previos. Ese es el nivel de superficialidad que existe y que hace también que aprueben todo”.
“Chile es una gran empresa. Es un gran mercado, donde el privado interviene, hace y deshace. El Estado, por su parte, demostrando una absoluta impericia, deja que se haga todo. Sólo cuando explota un conflicto interviene para decir que no tiene el poder para regular”, explica Antonio Mena, presidente del Movimiento Social Ciudadano de los Inundados en Concepción.
Mientras la cultura del cemento siga predominando en los mandamases nacionales y locales, los humedades siguen siendo destruidos para la construcción de edificios y casas. “El futuro de los humedales, desde el punto de vista de la institucionalidad, es malo, pues ésta no los protege, sino que favorece que los humedales sean rellenados y desaparezcan. Sin embargo, desde el punto de vista social, es promisorio porque la sociedad está tomando conciencia de la importancia de los humedales”, puntualiza Mena.

Julio Sánchez A.


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