En 1996 apareció la primera semilla de soja transgénica y, con ello, entró también el glifosato al mercado de los agrotóxicos. Hoy cerca del 50% del área agrícola argentina está destinada al cultivo de soja, cuya producción alcanza 48 millones de toneladas que son exportadas a China y la India. Según datos oficiales, se requieren unos 200 millones de litros de glifosato por año para el tratamiento de los campos.
Los alimentos transgénicos son alimentos genéticamente modificados, la soya en particular tiene un gen agregado para que resista a los plaguicidas o determinados venenos, la planta resiste a estos químicos, pero lo que está en su entorno muere.
Adriana Arach, coordinadora de la campaña ‘No transgénicos, no agrotóxicos’ de la ONG Conciencia Solidaria, fundada en 2008, explica que la organización que representa vela por el cuidado del medio ambiente y los derechos humanos. Añade que los transgénicos y los agrotóxicos no mejoran la semilla, sino que la modifican de acuerdo a los intereses del mercado.
«Estos venenos afectan el aire porque se pulverizan las plantaciones. Con el viento, los tóxicos son llevados hasta las poblaciones aledañas. Poco a poco las personas los absorben. En estos pueblos, la principal enfermedad es el cáncer. Pero, además, tienen tasas altísimas de malformaciones congénitas, intoxicaciones, problemas respiratorios y alergias. Esto ocurre en todo el mundo. Son venenos. Están hechos para matar», denuncia Arach.
Agrega que el caso de Fabián Tomasi, es un ejemplo de los impactos y riesgos ante la manipulación de plaguicidas y agrotóxicos. «Este hombre trabajó con estos pesticidas durante años. Hoy padece una polineuropatía tóxica. Es una sentencia de muerte. Es terrible» sentenció Adriana Arach.
Problemas de salud
Según estudios de la Universidad Nacional de Córdoba, los 8.500 habitantes de Monte Maíz (Localidad de la provincia de Córdoba, Argentina.)Sufren cinco veces más abortos espontáneos y cáncer que la media de la población mundial. También padecen un 25% más de enfermedades respiratorias. Allí, el 40% de las muertes ocurre por tumores pulmonares.
Según Cristina Martín, coordinadora de la campaña contra la megaminería ‘Basta ya’, de Conciencia Solidaria. Las incidencias son humanas y medioambientales «es letal tanto para el ecosistema como para la salud de los humanos. Los tóxicos son derramados en grandes diques. El problema es que hay ranuras por donde se filtran y van contaminando el suelo y las napas de agua subterráneas. La ingesta de estas sustancias provoca enfermedades letales e irreversibles.
Megaminería
La minería se alió con la química para la extracción de metales y así obtener el material atrapado dentro de las rocas, para un mejor acabado se necesita cianuro, ya sea oro; y para el cobre, ácido sulfúrico. Ambos en grandes cantidades y mezclados con agua, producen un efecto imán para los metales que se quieren capturar.
Uno de los casos más emblemáticos es el del yacimiento minero Bajo de la Alumbrera, en la provincia de Catamarca, a unos 150 km de la localidad de Andalgalá. Es la explotación de oro más grande del país. Produce unas 190.000 toneladas de cobre y 600.000 onzas de oro anuales.
«Fue la primera mina a cielo abierto del país. Nació en los años 90. Se extrae cobre y oro. Después de unos años la población empezó a desarrollar alergias. Más tarde aparecieron los casos de cáncer. Estas poblaciones aumentaron sus índices de cáncer en hasta un 1800%», puntualizó Martín.