Los incendios forestales están ocurriendo con mayor severidad y frecuencia, la contaminación acústica urbana se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública mundial, y los desequilibrios fenológicos (interrupciones en algunos momentos de las etapas del ciclo de vida en los sistemas naturales) están causando consecuencias ecológicas. Estas cuestiones ambientales críticas, que requieren una mayor atención, se destacan en el nuevo Informe de Fronteras, publicado hoy por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Esta es la cuarta edición del Informe Fronteras, que se publicó por primera vez en 2016 con una alerta sobre el creciente riesgo de enfermedades zoonóticas, cuatro años antes del brote de la pandemia de COVID-19.
«El informe Fronteras identifica y ofrece soluciones a tres problemas ambientales que merecen atención y acción por parte de los gobiernos y el público en general», dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA. «La contaminación acústica urbana, los incendios forestales y los cambios fenológicos, los tres temas de este informe son temas que ponen de relieve la necesidad urgente de abordar la triple crisis planetaria del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad», añadió Andersen.
La última edición del informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios: temas emergentes de preocupación ambiental se publica días antes de la reanudación de la quinta sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA)
Un asesino estridente: la contaminación acústica en las ciudades es un peligro creciente para la salud pública
Los sonidos no deseados, prolongados y de altos decibeles, producto del tráfico automotor, ferrocarriles o actividades de ocio perjudican la salud y el bienestar humano. Esto incluye el desarrollo de molestias crónicas y trastornos del sueño, lo que resulta en enfermedades cardíacas graves y trastornos metabólicos como diabetes, discapacidad auditiva e incidencia en la salud mental.
La contaminación acústica ya provoca 12.000 muertes prematuras cada año en la Unión Europea (EU) y afecta a uno de cada cinco ciudadanos de la UE. Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas ciudades de todo el mundo, incluyendo Argel, Bangkok, Damasco, Dhaka, Ho Chi Minh, Ibadán, Islamabad y Nueva York.
Quienes se ven particularmente afectados son los más jóvenes, los ancianos y las comunidades ubicadas cerca de las carreteras de alto tráfico, áreas industriales y lejos de los espacios verdes.
También es una amenaza para los animales, alterando las comunicaciones y el comportamiento de varias especies, incluyendo aves, insectos y anfibios.
Al mismo tiempo, los sonidos naturales pueden ofrecer diversos beneficios para la salud. Los urbanistas deberían priorizar la reducción del ruido; se deben realizar inversiones en movilidad alternativa y en infraestructura que repercuta en paisajes sonoros positivos, como cinturones de árboles, paredes y techos verdes, además de fomentar el incremento de los espacios verdes en las ciudades.
Ejemplos positivos incluyen la Zona de Emisiones Ultra Bajas (ULEZ), las nuevas ciclovías de Berlín en carreteras anchas y el plan nacional de Egipto para combatir el ruido.
Los confinamientos por COVID-19 trajeron una nueva valoración de los espacios verdes y la reducción del ruido del tráfico urbano. Los programas destinados a «reconstruir mejor» representan una oportunidad infrautilizada para que los responsables de la formulación de políticas, los encargados de la planificación urbana y las comunidades creen espacios verdes adicionales para todos.
Se proyecta que las condiciones climáticas peligrosas que inciden en los incendios forestales empeorarán
Cada año, entre 2002 y 2016, se quemaron, aproximadamente, un promedio de 423 millones de hectáreas o 4,23 millones de kilómetros cuadrados de la superficie terrestre de la Tierra, un área aproximadamente del tamaño de toda la Unión Europea, lo que se volvió más común en los ecosistemas mixtos de bosques y sabanas. Se estima que el 67% del área global anual quemada por todo tipo de incendios, incluidos los incendios forestales, se localizaba en el continente africano.
Se proyecta que las condiciones climáticas peligrosas se volverán más frecuentes e intensas y durarán más tiempo, incluso en áreas previamente no afectadas por incendios. Los incendios forestales extremadamente intensos pueden desencadenar tormentas eléctricas, esto podría agravar los incendios a través de velocidades erráticas del viento y generaría rayos que inicien otros incendios, un circuito de retroalimentación peligroso.
El cambio de uso de la tierra es otro factor de riesgo, incluyendo la tala comercial y la deforestación para granjas, tierras de pastoreo y ciudades en expansión. Otra causa de la proliferación de incendios forestales es la supresión agresiva del fuego natural, que es esencial en algunos sistemas naturales para limitar las cantidades de material combustible, y las políticas inadecuadas de manejo del fuego que excluyen las prácticas tradicionales de manejo del fuego y el conocimiento indígena.
Los efectos a largo plazo en la salud humana se extienden más allá de aquellos que luchan contra incendios forestales, evacuados o sufren pérdidas. El humo y las partículas de los incendios forestales tienen consecuencias significativas para la salud, con impactos a menudo exacerbados entre las personas con enfermedades crónicas, las mujeres, los niños, los ancianos y los pobres. También se espera que los cambios en los regímenes de incendios conduzcan a una pérdida masiva de biodiversidad, poniendo en peligro a más de 4.400 especies terrestres y de agua dulce.
Los incendios forestales generan carbono negro y otros contaminantes que pueden afectar las fuentes de agua, incidir en el derretimiento de los glaciares, causar deslizamientos de tierra y floraciones de algas a gran escala en los océanos, y convertir los sumideros de carbono como las selvas tropicales en fuentes de carbono.
El informe pide una mayor inversión para reducir los riesgos de incendios forestales, el desarrollo de enfoques de prevención y gestión de la respuesta que incluyan a las comunidades vulnerables, rurales, tradicionales e indígenas; y nuevas mejoras en las capacidades de teleobservación, como los satélites, el radar y la detección de rayos.
El cambio climático altera los ritmos naturales de plantas y animales
La fenología es el momento de las etapas recurrentes del ciclo de vida, impulsadas por las fuerzas ambientales, y cómo, dentro de un ecosistema, las especies que interactúan responden a las condiciones cambiantes. Las plantas y los animales en los ecosistemas terrestres, acuáticos y marinos utilizan la temperatura, la duración del día o la lluvia como señales de cuándo desplegar la hoja, florecer, dar frutos, criar, anidar, polinizar, migrar o transformarse.
Los cambios fenológicos ocurren cuando las especies cambian el momento de las etapas del ciclo de vida en respuesta a las condiciones ambientales cambiantes. La preocupación es que las especies que interactúan en un ecosistema no siempre se ajustan a estos ritmos.
Estos cambios fenológicos se ven perturbados por el cambio climático, empujando a las plantas y los animales fuera de sincronía con sus ritmos naturales y dando lugar a desequilibrios, como cuando las plantas cambian las etapas del ciclo de vida más rápido que los herbívoros.
Los migrantes de larga distancia son particularmente vulnerables a los cambios fenológicos. Es posible que las señales climáticas locales que normalmente desencadenan la migración ya no predigan con precisión las condiciones en su destino ni en los sitios de descanso a lo largo de la ruta.
Los cambios fenológicos en los cultivos, en respuesta a las variaciones estacionales, serán un desafío para la producción de alimentos frente al cambio climático. Los cambios en la fenología de las especies marinas de importancia comercial y sus presas tienen consecuencias significativas para la productividad de las poblaciones y las pesquerías.
El impacto completo de los desequilibrios fenológicos requiere más investigación. Mantener hábitats adecuados y la conectividad ecológica, fortalecer la integridad de la diversidad biológica, coordinar los esfuerzos internacionales a lo largo de las rutas migratorias, apoyar la resiliencia y mantener la variación genética dentro de las especies son objetivos de conservación cruciales. Sobre todo, limitar la tasa de calentamiento mediante la reducción de las emisiones de CO2 es esencial.