Sin embargo, las diferencias son importantes a nivel mundial, tanto a la hora de reciclar como en lo que respecta a su aprovechamiento como fuente de ingresos. Ello supone que algunos países convierten el reciclaje en un auténtico filón económico, llegando a exportar basura de otros, mientras la gran mayoría renuncia a explotar ese potencial y acaban generando residuos y despilfarrando energía, dinero y recursos naturales.
El reciclaje del plástico en nuestro país es un ejemplo ilustrativo. En España, por ejemplo, se utilizan cada año más de 10.000 millones de bolsas de plástico, si bien sólo se recicla el 11 por ciento, cuando éste tarda en degradarse, la no despreciable suma de 150 años.
Si se reciclara todo el plástico desechado, se generarían beneficios por valor de 2.000 millones de euros al año, más de 30.000 puestos de trabajo y se ahorraría una energía que en realidad no tenemos, puesto que hay que comprarla a otros países. De este modo, se reduciría la dependencia energética, advierte PlasticsEurope.
Las tres erres
Si la ciudadanía en general y, por supuesto, también las políticas y los procesos industriales tuvieran presente la teoría de las tres erres a la hora de consumir, los vertederos no estarían tan saturados como lo están actualmente. En lugar del imperante consumismo, gracias a las 3R (reducir, reutilizar y reciclar) se obraría el milagro de tirar menos basura, preservar el entorno y, en suma, ser un consumidor o productor mucho más concienciados.
Además, a nivel doméstico, las tres erres se traducen en ahorro y en una menor huella de carbono. Sin ir más lejos, reciclar una pila de periódicos ahorra suficiente electricidad como para calentar una casa unas 12 horas y reciclar una lata de aluminio permite mantener encendida una tele o un ordenador durante tres horas. O, todavía más sorprendente, encender durante 20 horas una bombilla de 100 vatios. Si la botella es de cristal, reciclarla permite prenderla durante 4 horas, y 11 más si se trata de una botella de plástico.
El gran negocio del reciclaje
Además de las buenas prácticas de reducir y reutilizar, el reciclaje completa el círculo de las tres erres, aprovechando un desecho tras someterlo a un proceso que lo transforma. Podemos hacerlo a nivel doméstico, mediante el reciclaje casero, que brinda grandes posibilidades de ahorro y expresión creativa con fines decorativos y prácticos a nivel doméstico.
En este sentido, la reutilización y el reciclaje llevado a cabo por la ciudadanía es una forma de llevar a cabo prácticas eco-amigables que a su vez nos ayudan a moderar el consumismo y, por lo tanto, también ahorran un buen dinero. Igualmente, del ciudadano se espera una colaboración activa a la hora de reciclar los residuos que se generan en el hogar a través de su separación (contenedores de colores) y del uso de los puntos limpios.
Además de la buena voluntad del ciudadano, la basura también mueve grandes cantidades de dinero y reactiva la economía, pero no siempre de la forma deseada. Son muchas las organizaciones y entidades que participan y se llevan su parte del pastel. En España, según PlasticsEurope, el reciclaje y la recuperación energética de residuos inyectaría más de 300 millones de euros y podría traducirse en 33.000 puestos de trabajo.
Un panorama prometedor, pero muy distinto a lo que refleja el espejo de la realidad. Actualmente, son frecuentes las corrupciones y fraudes en torno a los contratos de gestión de residuos. Sin olvidar intereses económicos que van en la dirección opuesta, derivados del comercio internacional de basuras, en el que ganan dinero tanto quienes importan como quienes exportan. Por lo tanto, para algunos países es rentable no reciclar.
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